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El ‘trance’ de Danny Boyle

El polifacético director de cine británico, creador de películas protagonizadas por hombres al límite como ‘Trainspotting’, ‘Slumdog millionaire’ o ‘127 horas’, da un giro y suelta las riendas a Rosario Dawson, su nueva heroína cinematográfica y pareja en la vida real

El realizador británico Danny Boyle, en 2008.
El realizador británico Danny Boyle, en 2008.ALBUM

Si te educaron en el más estricto catolicismo con la idea de que algún día te hicieras sacerdote, la Santísima Trinidad es una referencia que jamás podrás sacudirte de encima. El director Danny Boyle lo ha intentado en alguna de sus películas, pero siempre acaba reincidiendo. “Es inevitable. Es una imagen muy poderosa”. Esa es su confesión, pronunciada una mañana oscura y gris como solo sabe serlo el Londres de enero. Tampoco se le puede culpar: su primera película, A tumba abierta, tenía dos hombres y una mujer como protagonistas y le convirtió en la nueva estrella del cine indie británico hace ya casi dos décadas. Con Trains­­potting evitó aquella estructura de guion, aunque volvió a utilizarla en parte en 28 días después. Pero el filme con el que ganó el Oscar en 2009, Slumdog millionaire, volvía a hurgar en la relación entre dos hombres y una mujer. Así que, tras cortarle un brazo a James Franco, único protagonista de la inquietante y difícil 127 horas, no es extraño que Boyle haya decidido volver a su apuesta más segura y repetir triángulo narrativo en su nueva cinta, Trance.

Pero, por primera vez en su filmografía, es ella, y no ellos, el motor de una historia de acción trepidante con la que Boyle vuelve a conseguir entretener y sorprender sin caer en el tópico de las películas de acción hollywoodiense. Por algo, él mismo dice que Hollywood no es su sitio, y pese a que le han tentado mucho e, incluso, probó fortuna en esa industria con La playa, ha preferido seguir trabajando en el Reino Unido, donde, además de su popularidad como director de cine, ahora todos le reverencian tras haber triunfado como director artístico de la ceremonia de apertura de los pasados Juegos Olímpicos de Londres.

Nunca he tenido una buena relación con el dinero. Pero me gusta el efecto que tiene en la gente”

Fue en medio de la preparación de ese difícil reto cuando Boyle se embarcó en el rodaje de Trance. “Necesitaba alimentar mi parte oscura, porque los juegos eran una celebración optimista de la vida, y a veces necesitas equilibrar la parte luminosa con otra más negra”, explica armado de una gran sonrisa. Parece su estado natural: simpático, amable y bromista, cumple con la fama que tiene entre los de su profesión. Todos le definen como un tipo bonachón, accesible y extremadamente simpático.

Densa, inquietante, llena de giros inesperados, Trance, que se estrena el próximo 14 de junio, es un thriller psicológico, protagonizado por Rosario Dawson, James McAvoy y Vincent Cassel, en el que la trama está tejida con maestría para confundir. De ahí que uno crea que en un principio asiste al trepidante robo de un extraordinario cuadro de Goya, Vuelo de brujas (que en el mundo real reposa en las catacumbas del Museo del Prado) para, poco a poco, ir descubriendo que, en realidad, el subconsciente, el deseo, la ficción y la realidad se han fundido para crear un juego de apariencias en el que nada es lo que parece, incluida la protagonista, que en un principio se presenta como una hipnoterapeuta inocente, pero pronto el espectador descubrirá que es mucho más que eso.

Tras el rodaje, Dawson también se ha con­­vertido en la nueva pareja de Boyle, que parece haber caído fulminado en las garras de su propia creación. “Tenía muchas ganas de hacer una película en la que fuera una mujer la que llevara las riendas de la historia, era un reto personal porque mis películas siempre tienen un protagonista masculino, y la verdad es que Rosario ha estado brillante”.

Boyle no esconde su admiración por ella, por su trabajo y por su personaje, al que define como “heroína de la película”. No obstante, esa sería la palabra en la que se podría condensar toda su obra: héroes. Eso y el dinero, que suele aparecer en casi todos sus filmes para crear el caos entre sus protagonistas. “Igual es la culpa católica… Nunca he tenido una buena relación con el dinero, se me da mal. Pero me gusta el efecto que tiene en la gente: provoca cambios en las personas y por eso es buen material para un guion”.

Mis películas son ‘mainstream’, pero no son ‘Batman’, tienen algo de ‘indie’. Me gusta hacer filmes entretenidos, pero con retos”

En su vida como director asegura que tener mucho dinero no ha sido una buena experiencia. “Para hacer La playa disponía de 55 millones de dólares, pero fui muy infeliz. A mí me gusta saber que tengo un tope, te obliga a ser más creativo, a usar tu imaginación. En mis últimos filmes, el máximo que invertimos son 20 millones de dólares, aunque por lo general cuestan menos. Mis películas son mainstream, pero no son Batman, tienen algo de indie. Me gusta hacer filmes entretenidos, pero con retos, con cierto riesgo, que haya cierta tensión en la narrativa, sin tener del todo claro cuál va a ser el resultado”.

Boyle se atrevió con la ceremonia de inau­­guración de los Juegos Olímpicos de Londres, donde todo tenía que estar controlado al milímetro, el contenido tenía que gustarle al planeta entero, niños incluidos, y el presupuesto eran 30 millones de euros. “Era la décima parte de lo que se gastó Pekín, aunque nunca quise emular su ceremonia. Al contrario: mi idea fue construir un espectáculo lleno de humanidad, conmemorativo, no quería un espectáculo de masas como el de los chinos”. Fue aplaudido por ello sin excepciones y uno se pregunta si tantos éxitos se suben a la cabeza. “Creo que no me ocurrió con las olimpiadas porque lo viví desde el principio como un trabajo en equipo. Las películas también lo son, pero en el cine te acarician constantemente el ego y tienes que tener cuidado”.

Es posible que se refiera a los días posteriores a ganar ocho premios Oscar por Slumdog millionaire, incluido uno a mejor director. Curiosamente, hace ya 15 años, en la película Trainspotting, uno de los protagonistas se mofaba de esos premios. Al obligarle a recordarlo sonríe y admite: “Yo creo que Slumdog millionaire ganó porque no competíamos con peliculones como los que había este año. Bestias del sur salvaje nos hubiera dejado fuera de la competición. En el Oscar entran en juego muchos factores”.

El 95% del trabajo de un director es organizar y hacer que el equipo se sienta bien”

A sus 56 años, Boyle, nacido en Manchester, se considera un tipo afortunado por poder vivir de lo que más le gusta. “Descubrí la dirección en el colegio. Mi madre me metió en la cabeza que tendría que ser cura, pero mi profesor de inglés me invitó a participar en una obra de teatro y todo cambió. Primero actué y me pareció divertido, pero cuando me puse a dirigir, porque hacía falta alguien que organizara, descubrí que eso es lo que realmente me gustaba. Y es que el 95% del trabajo de un director es básicamente eso, organizar y hacer que todo el equipo se sienta a gusto”.

Sin embargo, le costó llegar al cine. Tras estudiar literatura inglesa y teatro envió currículos a todas las productoras británicas y nadie le hizo caso, así que se quedó sobre el escenario, donde hizo callo dirigiendo pequeñas producciones teatrales. “Creo que el teatro es la mejor escuela para el cine porque aprendes muchísimo sobre los actores, sus métodos de trabajo y sobre dramaturgia”. Después dio el salto a la televisión y de ahí probó suerte con A tumba abierta, que tras su paso por Cannes le convirtió en la joven promesa del cine británico. Aquel guion lo escribió John Hodge, que también firmó Trainspotting y La playa y es con quien se ha reencontrado en Trance. “Trabajar con el mismo equipo te ayuda. He cometido errores en mi profesión, por eso ahora me rodeo de gente que conozco bien. Es la mejor manera de defender mi independencia”.

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