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Columna
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Qué democracia

Los recortes son rechazados por su contenido y por el modo poco democrático de adoptarlos

Joaquín Estefanía

Solo los mejor intencionados atribuyen la catástrofe de la vía chipriota de intervención europea (sea cual sea su final) al mal hacer de Bruselas, llámese Comisión Europea, Eurogrupo, troika, etcétera. La lectura crítica del asunto tiene más que ver con la ideología que con la mala gestión, dado que esa decisión (la confiscación de una parte de los ahorros, a través de un impuesto a los depósitos bancarios, y cierre temporal de las sucursales) como otras muchas son tomadas siempre en la misma dirección y con idéntica naturaleza. A saber:

 — Muchas de las medidas que se aplican no se discuten en la plaza pública, los Parlamentos, como correspondería, sino que son analizadas —y aprobadas— en lugares opacos, de los que no se conocen ni las actas de la polémica ni las posiciones a favor y en contra de las mismas. En Chipre hubo elecciones hace escasas semanas, y ninguna de las formaciones llevaba en sus programas y en sus propuestas declarativas nada que pudiera recordar al corralito de la última semana. Y sin embargo, en el Eurogrupo (17 ministros de Economía) hubo unanimidad, inmediatamente corregida a raíz del escándalo montado, sobre la quita a los depositantes de Chipre. El estupor ciudadano estaba asegurado, así como la sensación de que lo experimentado en un país pequeño podía trasladarse a un país mayor.

— Todas las políticas económicas tomadas van en la misma dirección (austeridad, recortes...) en una especie de pensamiento único compacto, independientemente de las distintas circunstancias de cada uno. Aunque la aplicación de esta austeridad única haya acelerado la pobreza, el paro y la desigualdad entre los ciudadanos. Además, las reformas institucionales van, también todas, en el mismo sentido: quitar soberanía a los países para cedérsela a no se sabe quién.

— Las políticas se toman en instituciones (Comisión Europea, Eurogrupo, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional...) que no pueden ser castigadas (o premiadas) por el fracaso o el éxito de su acción a través del mecanismo del voto. Son instituciones autónomas del voto, al menos en primera instancia. Así pues, sus incentivos para obtener el bienestar de los ciudadanos a corto plazo es más bien escaso.

La percepción de que las políticas aplicadas por Bruselas y Fráncfort no responden a las demandas de los ciudadanos, y que son subsidiarias del poder central europeo (Alemania), es cada vez mayor, y el alejamiento de Europa aumenta. La opinión de cada vez más gente de que se delega la política económica principal en manos de tecnócratas o de organismos supranacionales no elegidos directamente debilita el sentido de la democracia. El descontento se manifiesta no solo con el contenido de las políticas de consolidación a ultranza y de talla única, sino también con las formas “poco democráticas” con las que se están imponiendo.

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