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Columna
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Tres más

Un año de Gobierno y hemos llegado aquí sin apenas quejarnos. Nos quedan tres por delante. Despierta, España.

El Tribunal Constitucional tiene el cuajo de avalar la decisión del Gobierno vasco de dar atención sanitaria a los inmigrantes sin papeles y, encima, afirma que “el derecho a la salud y el derecho a la integridad física” asiste a los inmigrantes sin papeles.

Allá ellos. Allá el Tribunal, con sus puñeterías. Lo que ahora necesitamos es que el presidente don Mariano saque los cojinetes de la faltriquera y se plante. Y, si es necesario, que se presente en barba y levita en la mismísima Euskadi, y que con sus propias manos agarre a los dichos inmigrantes y los arrastre —si es necesario, con grilletes: casi todos son negros— hasta una Autonomía que haya entendido perfectamente que podemos ser un país pobre, arruinado, saqueado, expoliado y a la par sin conciencia.

Trasládese a los inmigrantes, del País Vasco a Madrid, y abandóneselos, en la capital del Reino, a las puertas de la catedral de la Almudena, para que se dediquen a la mendicidad navideña. Pero ándense con cuidado las sensibles almas embotelladas capitalinas pues, en caso de acercarse al mencionado inmigrante con un óbolo o limosna en la mano, corren el peligro de contraer enfermedad contagiosa no tratada por la Sanidad pública. Aquí el bienintencionado donante —con mantilla si es ella, con clavel en la solapa si es él— debe superar la pena que le produce no poder realizar una obra buena y, con decisión, optar por una obra más a lo grande, colectiva, aunque con salpicaduras. Esto es, debe patear la cabeza del inmigrante, librando a la comunidad de un gasto a la par que de un indeseable. Luego tendrá que quemar los zapatos, pero ello sea hecho a mayor gloria del Señor.

Un año de Gobierno y hemos llegado aquí sin apenas quejarnos. Nos quedan tres por delante. Despierta, España.

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