Tras 56 rectores en 200 años, las mujeres de la Complutense se postulan al fin para gobernar
Ninguna catedrática se había presentado al cargo hasta la fecha, pero ahora concurren cuatro a unas elecciones enrarecidas tras la distinción a Ayuso
Da igual que el lector se remonte a su fundación en Alcalá de Henares en 1508 o a su traslado a Madrid en 1822; lo cierto es que la Universidad Complutense (UCM), el campus presencial más grande de España, nunca ha tenido al frente a una rectora y eso que ya suma 56 rectores hombres desde su mudanza a la capital (una docena de ellos la gobernó intermitentemente). Si se hila aún más fino, nunca una mujer se ha presentado candidata a gobernar un trasatlántico con 77.993 pasajeros, el equivalente a la población de las capitales de Ciudad Real y Palencia. Pero el escenario cambia ahora con unas insólitas elecciones, en las que cuatro catedráticas experimentadas dan al fin el paso de presentarse (Esther del Campo, María Castro, Matilde Carlón y Josefa Isasi), en competición con otros cuatro catedráticos (el rector Joaquín Goyache, el decano Javier Arias, el exdecano Jesús Pérez Gil y el exvicerrector Iñaqui López). La campaña se desarrolla en un ambiente enrarecido por la distinción como alumna ilustre a la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, que ha dinamitado los equilibrios de poder en el equipo rectoral.
Las catedráticas de la Complutense tratan de asaltar el poder con mucho retraso. La primera rectora de una universidad pública en España no llegó hasta 1982 ―Elisa Pérez Vera, en la UNED― y desde esa fecha se eligieron con cuentagotas; pero en 2018 las tornas cambiaron ―se pasó de cuatro a siete mujeres― y desde entonces su número no para de crecer. En la actualidad son nueve de 50 y pronto serán 10, porque en la Pompeu Fabra solo hay un candidato y es mujer (Laia de Nadal). Están al frente de tres de las 10 mayores universidades (Granada, Valencia y País Vasco), pero también en campus medianos y pequeños (Autónoma de Madrid, Huelva, La Laguna, Jaime I y Alicante) y hasta en una politécnica, la de Cartagena. A su vez, también en Madrid, en la Universidad Carlos III una catedrática, Isabel Gutiérrez, pugna por el cargo frente a cinco hombres.
La universidad lleva 20 años en un círculo de familias Complutense”, dice una candidata
Desde 2003 las elecciones en la Complutense se celebran con voto ponderado de toda la comunidad universitaria y se suceden rectores que han sido vicerrectores de alguno de los anteriores: Carlos Berzosa, José Carrillo, Carlos Andradas y ahora Goyache. “La universidad lleva 20 años en un círculo de familias Complutense, en el cual se han ido reproduciendo antiguos patrones. Todos los rectores provienen de la misma tradición de conversación universitaria cerrada, cuando la universidad tiene que ser para todos”, reflexiona María Castro, que fue vicerrectora de Calidad con Andradas, del que ya no es tan próxima. Ella, catedrática de Educación y experta en evaluación docente ―por lo que ha tenido mucha relación con el profesorado―, reconoce a estos rectores “aportaciones valiosas toreando en plazas complejas” pero cree que es la hora de “dejar de mirarse el ombligo”.
Paradójicamente, en las universidades privadas, de tradición más conservadora, hay más rectoras en España: 12 de 41; incluso en Navarra, propiedad del Opus, y Cunef, de la Asociación Española de Banca. En ellas el comité de dirección elige al rector por sus méritos, sin elecciones, como ocurre en el resto de Europa. En una universidad pública solo pueden presentarse los catedráticos y eso ha limitado el ascenso de las mujeres, que al fin van progresando: en la Complutense son ya el 35% (266 catedráticas), cuando en 2015 eran el 27%. Cuando se apruebe la reforma universitaria (LOSU) en las próximas semanas, los profesores titulares (49,5% mujeres en la UCM) también podrán postularse si cumplen los méritos que acuerde el claustro de cada universidad.
Una candidatura potente suele anclarse en la experiencia de gestión (decano, director de departamento...) y la Ley de Igualdad de 2007 ―que exige paridad de sexos entre los vicerrectores y en gerencia, los puestos que elige el rector― está favoreciendo a las mujeres. Matilde Carlón fue vicedecana de Económicas y letrada del Tribunal Constitucional antes de convertirse en la primera secretaria general de la UCM ―quien controla la rendición de cuentas― de toda la historia. Tenía 40 años. Ocupó el cargo durante 20 meses (2011-2013), en tiempos del rector Carrillo, y lo abandonó por unas “desavenencias personales” en las que no abunda.
Ahora Carlón reflexiona y se recuerda “respetada” por su valía, pero “de forma sutil” veía cierta condescendencia (no quiere emplear esa palabra) hacia ella: “Un, ¿sabes lo que estás haciendo aquí?”. Volvió a la secretaría con Andradas y ahora es vicerrectora de la Universidad Menéndez Pelayo ―que lidera este exrector―, pero sigue adscrita a la Complutense, donde imparte las mismas clases que antes. En los últimos días, se ha sentido “cosificada” en un artículo que a su juicio la describe “como un instrumento de dominio de Andradas” y se pregunta: “¿Habrían escrito lo mismo de tratarse de un hombre?”.
“¿Que una mujer llegue va a transformar la estructura de la universidad? Yo creo que no”, se plantea una aspirante
Esther del Campo, que acaba de renovar como decana de Ciencias Políticas, lo llama “ungimiento” de los rectores y se desmarca del todo. Nunca ha formado parte de un equipo rectoral y cree que, como a Josefa Isasi ―la cuarta candidata―, ello le otorga libertad. “¿Que una mujer llegue [a gobernar] va a transformar la estructura de la universidad? Yo creo que no tiene por qué. Hay que llegar con ciertos valores, ideas y capacidades”. A su pesar, es la más mediática de las cuatro por las continuas críticas de la presidenta Ayuso a su facultad, para quien reina la “ley de la selva”. La tensión le preocupa: “Hay una politización ideológica y afectiva que está alimentando a generaciones que no se van a entender”. De su departamento salieron Pablo Iglesias e Íñigo Errejón y eso provoca que en campaña traten de encasillarla como la “candidata de Podemos”, la enemiga de Ayuso; ella se revuelve contra ello: en su facultad, insiste, hay una enorme pluralidad política.
Las elecciones en la Complutense son como una partida del juego de estrategia Risk, en la que los trabajadores de una facultad votan en bloque mayoritariamente por un candidato, por ser de la casa o por reclutar los votos de alguien poderoso de dentro. Eso permite hacer cábalas del resultado de la primera ronda. Y en ese tablero la química Josefa Isasi es un verso libre. Es la única de las cuatro que antes se planteó presentarse, en 2019, pero no lo hizo porque no se sintió suficientemente respaldada. “Alguien me dijo entonces: no es tu momento, no queremos que sufras, te queremos mucho ¿Se lo dirían a un hombre?”, se pregunta. Ella no se para en barras. “A las enfermedades las temo, pero a las personas no. Yo he sido muy valiente”, repite. Nunca ha ocupado un puesto en gestión ―intentó sin éxito ser la decana de Químicas―, pero la avala experiencia en el otro lado, como sindicalista. “He trabajado muchos años en la defensa de todo el que trabaja”, explica.
La campaña electoral ya ha empezado, aunque no se vota hasta el 21 de marzo. Si una o dos de ellas pasa a segunda vuelta ―improbable que alguien logre a la primera el 50% de las papeletas con ocho candidatos ― tendrá que negociar que el resto le preste los apoyos. Casi en paralelo, la conferencia de rectores (CRUE) consensuará su próximo presidente y la frase “tiene que ser una mujer” es una constante en los círculos universitarios. En casi 30 años solo una ha ostentado el cargo, Adelaida de la Calle (2011-2013), quien tuvo que lidiar con la guerra abierta de los rectores al ministro José Ignacio Wert al que, comandados por ella, plantaron.
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