“¿Está haciendo algo por nosotros Ayuso? Yo creo que no”, afirma la mejor estudiante de Ciencias de la Información en el acto con la presidenta
Un amplio despliegue policial impide que la protesta sin autorización de decenas de personas contra el nombramiento de la política como alumna ilustre se desarrolle ante la facultad madrileña
Ya no resuenan los gritos y los insultos que reciben este martes a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. Ya quedan fuera, en la calle, los estudiantes, sindicalistas y manifestantes que, debido a los controles policiales, no logran concentrarse a las puertas del edificio en protesta por la concesión a la líder conservadora del título de alumna ilustre. Ya parece que todo ha acabado, cuando Ayuso descubre que no ha hecho más que comenzar. Porque arranca el acto de entrega de las distinciones a los mejores alumnos y a exalumnos distinguidos, y en él, Elisa Lozano Triviño, de Comunicación Audiovisual y la mejor estudiante de la promoción 2021-2022 de la facultad, toma la palabra en nombre de los alumnos con premio extraordinario.
“Este premio no lo quiero para absolutamente nada”, arranca su discurso para sorpresa de todos. “¿De qué me sirve?”, pregunta. “No sé quién ha decidido que soy la mejor de la promoción, supongo que la misma persona que ha decidido darle un premio hoy aquí a la señora Ayuso”, prosigue. “Estoy harta de titulitis. La Complutense es increíble. Mis compañeros son los que están ahí fuera manifestándose y los profesores, que son los que están en clase, enseñándonos”, opina sobre las protestas contra Ayuso. “¿Está haciendo algo por nosotros la señora Ayuso? Yo creo que no”, se pregunta y responde. “Hoy es un día muy triste, porque cuando digo Ayuso oigo aplausos. ¿A quién quiero aplaudir? A mis profesores de verdad y a la Complutense de verdad. Hoy es un día de luto”, continúa. Y remata: “Ayuso, pepera, los ilustres están fuera”.
Mientras Lozano habla, entre el público responden con gritos y aplausos, casi todos a favor de la presidenta. Ayuso permanece impasible, la procesión va por dentro. Sabe que el PP ha hecho todo lo posible por arroparla con estudiantes afines de la universidad y que por ahora toca callar. El primero que habla desde el estrado en su defensa es el periodista Ángel Expósito, también premiado. “Me da un puntito de pena llegar a mi facultad, a la Complu, entre furgones de policía, tener que entrar con un código QR, no me parece lógico”, lamenta sobre el dispositivo de seguridad que intenta evitar la protesta no autorizada convocada por varios colectivos estudiantiles y sindicatos. “Tener que reivindicar el respeto, la educación, la libertad y la pluralidad no me gusta nada, yo pensé que eso ya lo habíamos superado”, añade.
“Quienes merecen ser alumnos ilustres son los trabajadores públicos”, lanza el actor Antonio de la Torre, otro de los premiados junto con Ayuso, Expósito, la periodista Almudena Ariza, el escritor Arturo Pérez-Reverte, el fotógrafo Miguel Trillo y los profesionales del marketing y la publicidad Rafa Antón y Xurxo Torres.
“Fuera fascistas de la universidad”
Entonces llega el turno de Ayuso. “No pedí ser persona elegida [para la distinción]. Hace poco leí que se estaban organizando grupos que querían impedir que recibiera este reconocimiento y que participara libremente en este acto”, describe. “He llegado a leer amenazas”, subraya. “Pero, nuevamente, he defendido ser una más. Defiendo una universidad pública de todos”, dice. “Pocos lugares deben ser tan plurales y ejemplo de convivencia como la universidad”, insiste. “Además, todos, yo también, tenemos la obligación y responsabilidad de defender la convivencia en la universidad más grande de España, la de todos”.
Una hora y media antes, cuando Ayuso llega a la facultad, ocurre lo contrario. Estalla una tormenta de gritos a favor y en contra. “¡Fuera fascistas de la universidad!”, corean cientos de estudiantes agolpados contra el cordón de seguridad que les impide acceder al salón de actos. Inmediatamente, Ignacio Dancausa, presidente de las Nuevas Generaciones del PP de Madrid y ojito derecho de la baronesa, se encarama a un muro y empieza a contestar junto a decenas de compañeros. “¡Fuera comunistas de la universidad! ¡Libertad! ¡Comunista el que no bote!”, gritan.
El diálogo estruendoso continúa durante largos minutos en los que se caldea el ambiente, como ocurre hora y media después, ya a la salida. Hay momentos asfixiantes. Tumultuosos. De empujones, gritos, y gente que tropieza arriesgándose a caer al suelo. Los peores instantes coinciden con la llegada y la salida de Ayuso, a la que rodea un grupo de colaboradores, y un importante dispositivo de seguridad que actúa sin miramientos: como si fueran un equipo de rugby, empujan, percuten y golpean con codos y hombros para hacerse paso. Porque tienen que abrirse paso. A su alrededor se agolpa un enjambre de cámaras y manifestantes, a favor y en contra. El ambiente es algo más que tenso. Peligroso.
Poco a poco se van imponiendo los partidarios de Ayuso, porque están mejor organizados y son profesionales del activismo, aunque nadie sabe muy bien qué hacen en esa facultad, ni cómo han sorteado los férreos controles de entrada sin ser estudiantes de Ciencias de la Información, o si la explicación es que son invitados del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Ellos justifican que también son estudiantes de la Complutense, y exhiben sus carnéts de estudiantes.
“¡Viva España!”, chillan mientras dan palmas. “¡Mayoría absoluta!”, insisten, como si los resultados de las próximas elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo dependieran de sus pulmones. “¡Se nota, se siente, Ayuso presidente!”, retumba contra el cemento de las paredes del edificio, sin que nadie haya pisado aún la alfombra roja reservada para las autoridades. “Ayuso asesina”, se escucha del lado de los opositores. Muchos de los presentes tuercen entonces el gesto, alarmados por lo que está pasando.
Poco a poco mueren las voces críticas con Ayuso, abrumadas por lo descompensado del pulso, aunque periódicamente vuelven a lanzarse a gritar, y llegan a imponerse. En el arranque de la jornada son menos por una razón: un impresionante despliegue policial impide desde primera hora que llegue a las puertas de la facultad la concentración de protesta, que no había sido comunicada a la Delegación de Gobierno, ni por lo tanto autorizada.
Debido al despliegue, la protesta, en la que participan decenas de estudiantes, se celebra entre las diez de la mañana y las doce y media a la salida del metro de Ciudad Universitaria y no ante el edificio de la facultad, como estaba previsto. Trece agentes rodean la concentración por delante y por el lateral de la acera, mientras tres furgones policiales la vigilan del lado de la carretera. Otros nueve furgones se concentran a lo largo de la avenida de la Complutense. Los manifestantes llevan tambores, trompetas, botes de humo de colores, banderas y carteles de todos los tamaños.
“Ayuso dimite, la uni no te admite” o “ilustres y precarias son las sanitarias” corean los presentes, la mayoría estudiantes, pero también miembros de otros colectivos como Marifé Montoro, jubilada y madre de uno de los profesores que han promovido una recogida de firmas contra la condecoración a Ayuso, que recabó 1.500 apoyos. “Amo la universidad, he sido alumna de la universidad para mayores y parece mentira que el rector haga esto, para una persona que no hace nada por lo público. ¿A qué viene?”, critica Montoro.
Un grupo de alumnos de Bellas Artes reparte cartulinas con la cara de Ayuso serigrafiada en azul, junto a las palabras non grata y la frase “fuera de lo público, ¡ya!”. Otros hacen lo mismo con carteles donde se lee “dimisión” y “¡no!”. Rubén Burgos, de 25 años y estudiante del Máster de Sociología en la Complutense, grita junto a sus compañeros: “Ayuso, escucha, la uni está en lucha”. Para él, como para muchos de los congregados, la protesta va más allá del nombramiento a la presidenta. “Esto es por la sanidad, por las precarias condiciones de la universidad, por la educación. Una lucha por los servicios públicos, eso resume lo que ha pasado hoy [por este martes]”.
“Es vergonzoso. Como exalumna de Medicina de la Complutense, no entiendo que nombren ilustre a la responsable de la muerte de más de 7.000 personas en las residencias, el cierre de las urgencias extrahospitalarias o el caos en primaria”, lamenta Ana Encinas, de 62 años y médico de Atención Primaria en un centro de salud de Carabanchel, poco antes de dar un breve discurso a los presentes. Estudiantes, administrativos de la universidad, profesores y sanitarios se han sumado a una suerte de micro abierto organizado espontáneamente sobre las once y media. “Es peligroso que la presidenta de la Comunidad niegue la evidencia científica. O no tiene conocimientos o hace caso omiso para justificar la inacción. Ninguna universidad americana premiaría a Donald Trump”, opina Ana Negredo, de 55 años, profesora de Geofísica en la Complutense.
Ocurre durante toda la mañana del martes: una distinción decidida por la Complutense en 2021 transforma durante unas horas la facultad en el resumen de la España polarizada que afronta el superaño electoral de 2023.
Sin carné no se pasa
A las nueve de la mañana, una larga cola con decenas de estudiantes ocupa parte de la avenida de la Complutense. El motivo no es la protesta en sí, sino los controles policiales para acceder a la Facultad de Ciencias de la Información. Hay dos filtros policiales, uno poco después de salir de la parada de metro de Ciudad Universitaria ―unos cuantos alumnos repartían folletos con una caricatura de la presidenta en las escaleras― y otro antes de cruzar la valla para entrar al edificio.
Solo podían sortear ambos peajes quienes presentaban el carnet de estudiante, en físico, de la Complutense, donde debía aparecer el nombre de la facultad, si no, nada, no se podía pasar. La facultad había informado de que, “por razones de seguridad”, sería “indispensable presentar el carnet UCM” para acceder al recinto hasta las 13.00, así como de otras restricciones de acceso desde la cafetería y desde la entrada del palacio de la Moncloa.
Pero algunos no se habían enterado del requisito y se han quedado fuera. “Pero si tengo el DNI y si quiere le enseño la matrícula”, se quejaba un estudiante. “Todo esto por una mujer que desmantela la educación pública. Increíble”, decía una segunda. Otros se resignaban y daban media vuelta. La mayoría han tenido que esperar entre 15 minutos y media hora para acceder al recinto. Mientras, al otro lado de la valla, 11 furgones de la Policía Nacional custodiaban la avenida. Muchos de los alumnos se preguntaban por qué no han cancelado las clases, como cuando le concedieron la distinción a la reina Letizia. “Así nadie hubiera venido a la concentración” o “¿para esto me he levantado a las seis?” eran algunas de las frases que se repetían en los corrillos de estudiantes que no han podido ir a clase.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.