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Familia

Las nuevas familias desplazan a las tradicionales, pero la economía no se ha dado cuenta

Los hogares monoparentales y sin hijos son mayoría y van a cambiar las pautas de trabajo y de consumo. Es necesario actualizar el sistema de protección social para responder a sus necesidades

Violeta Cruz con sus hijos, Lucía y Lukas, posan en el Mercado de Sant Antoni de Barcelona.
Violeta Cruz con sus hijos, Lucía y Lukas, posan en el Mercado de Sant Antoni de Barcelona.Kike Rincón
Carmen Sánchez-Silva

La familia ya no es lo que era. Si Alberto Closas y Amparo Soler Leal, los protagonistas de la saga cinematográfica sesentera La gran familia, levantaran la cabeza, comprobarían que el núcleo que ellos formaron con 15 hijos hoy es una utopía. Porque la natalidad se encuentra bajo mínimos (el 45% de los hogares carecen de niños) y la familia tradicional ha dejado de ser mayoritaria en España. El último censo, de 2021, ha mostrado que los hogares constituidos por dos padres heterosexuales con hijos suman sólo el 48% del total, frente al 58% de 2001 o el 65% de 1990. Algo que no sólo ocurre en nuestro país sino en la mayoría de Occidente. En Estados Unidos, por ejemplo, las familias nucleares representaban el 70% del total en 1970, mientras que en 2021 sólo eran el 18%, según Mauro Guillén, vicedecano de Wharton School.

En su lugar, crecen con fuerza otros modelos familiares, como los hogares monoparentales o las familias reconstituidas (parejas formadas con hijos de uniones anteriores). Estas últimas suman 2,7 millones y representan el 14% del total de hogares, cuando en 2011 apenas eran el 3%, indica Amaia Echevarría, directora de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), mientras que hay otros dos millones de familias monoparentales. Juntando las parejas sin hijos y las familias monoparentales superan el 51% de las estructuras familiares en España; son más de 5,8 millones en total, según los datos del INE.

“Los cambios en la composición del hogar en España son muy importantes. Las tres cuartas partes no tienen menores a su cargo y los hogares unipersonales se han multiplicado del 3% al 14% entre 1980 y 2022. Esto tiene consecuencias económicas y sociales muy relevantes”, mantiene Olga Cantó, catedrática de Economía en la Universidad de Alcalá. Desde luego, dice, tener menos hijos dependientes favorece que las familias puedan vivir con menos recursos, otra cosa son las implicaciones para la sociedad: “Vamos a sociedades más individualistas y egoístas, en las que se facilitará la situación económica de los jóvenes, con tasas de desempleo menores, pero se dificultará cuando envejezcan, puesto que el sistema de pensiones se va a resentir. Y vamos hacia una sociedad insatisfecha porque la gente manifiesta que quiere tener hijos y no los tiene”.

España es el segundo país de Europa con la tasa de fecundidad más baja por detrás de Malta, con 1,16 hijos por mujer, destaca Cristina Casaseca, subdirectora general de Estadísticas Demográficas del INE. La menguada natalidad se traduce en una reducción del crecimiento del PIB, explica Omar Rachedi, profesor del departamento de Economía de Esade. Si entre 1990 y 2019 España creció una media del 2% anual, Estados Unidos (con 1,67 hijos por mujer) lo hizo a ritmos del 2,6%. “La productividad por persona es inferior, se produce menos y esto es un determinante que explica el inferior crecimiento económico. Y la tendencia puede ir a más”, avisa. No solo eso, una sociedad sin hijos y que envejece a pasos agigantados supone una merma de la productividad y también de la innovación, añade.

Sin acción

“El cambio en la tipología de familia va a tener implicaciones muy profundas en la economía”, coincide Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, que considera que la diversidad familiar va a llevar a una diversificación de las pautas de trabajo, de vida y de consumo, además de impactar en las pensiones y en la protección social. Y va a requerir actuaciones diferentes a las actuales por parte de los gobiernos que, de momento, no están respondiendo a los cambios. “Los gobiernos van a rebufo de la realidad. Tendrán más éxito aquellos que dispongan de mecanismos de escucha para detectar las transformaciones sociales y reaccionar ante ellas”, prevé. Y lo mismo opina de las empresas, que tampoco están reaccionando: “Si no integran la diversidad pueden tener problemas de rentabilidad, el mercado puede penalizar su comportamiento continuista”. Y lo mismo opina de las empresas, que tampoco están actuando: “Si no integran la diversidad pueden tener problemas de rentabilidad, el mercado podría penalizar su comportamiento continuista”.

Las familias monoparentales tienen un peso creciente en la sociedad (han pasado del 14,8% de los hogares en 2001 al 23% actual). Representan una revolución silenciosa, prosigue Torres. Y sus necesidades son muy distintas a las de las familias tradicionales. “En Holanda sí que se están incorporando dispositivos sofisticados dirigidos a ellas en materia de horarios, conciliación, guarderías, tributación y prestaciones sociales. Pero en España no”.

Y esta carencia de ayudas se está traduciendo ya en un aumento de la desigualdad. Las familias con una madre e hijos a su cargo (los padres solo son el 23% del total de familias monoparentales) tienen un riesgo de pobreza y exclusión social mucho más severo que el resto, del 52,7% frente al 20,2% de la población general. Porque, como dice Rachedi, cuando se constituyen dos núcleos familiares tras una separación o divorcio se produce una pérdida de rendimientos de escala: no gasta lo mismo una familia de dos o tres personas, con cada miembro adicional de la familia se produce un ahorro del 30%, que se pierde cuando la pareja se divide y se crean dos hogares.

A Antón Costas, presidente del Consejo Económico y Social (CES), le preocupa mucho el aumento de los niños viviendo en familias monoparentales y de acogida porque va a incrementar notablemente la desigualdad, anticipa, ya que las familias tradicionales dedican más tiempo y recursos a sus hijos, “a los que hemos convertido en niños trofeo”, para que tengan una trayectoria de éxito en su educación y su futuro. “Invierten mucho en formación, algo que no pueden permitirse las familias monoparentales y eso tiene efectos a largo plazo al acentuar las desigualdades”, sostiene.

La segunda consecuencia de esta situación es un incremento de las cargas para el Estado, continúa Costas, a quien los padres transfieren la responsabilidad de la educación de sus hijos. Y lo mismo sucede con las familias sin descendientes, que precisarán de más apoyo por parte de los servicios públicos cuando se hagan mayores y necesiten de cuidados en la medida en que carecen de hijos que puedan proporcionárselos.

Las familias sin hijos, que en 2001 suponían el 27,2% de los hogares, hoy representan el 28,2%, tras un descenso de cuatro puntos en los últimos diez años que está motivado porque cada vez se crean menos parejas al retrasarse la edad de emancipación, indica Casaseca. Los expertos señalan que problemas de acceso a la vivienda y al empleo de calidad están detrás de esta situación, que deriva en la ínfima natalidad española. La subdirectora del INE explica que, si hay un grupo que contribuye a que haya niños en España, esas son las familias migrantes. Otros grupos que también están aumentando notablemente. Mientras que las mujeres españolas tienen 1,12 hijos de media, las nacidas en el extranjero tienen 1,35: “Casi el 30% de los nacimientos son de mujeres migrantes, cuando el colectivo sólo supone el 17% de la población de mujeres”, indica.

“La inmigración está dejando una huella muy profunda en la sociedad y va a requerir grandes esfuerzos de las administraciones para evitar el rechazo y realizar la integración. Es una cuestión monumental que va a tener un enorme impacto en toda Europa y en toda la economía”, sostiene Raymond Torres.

Tolerancia

Un asunto que tampoco está resuelto en España, un país que se ha mostrado muy tolerante con la diversidad. “Con una ley del divorcio ampliamente aceptada, con el reconocimiento de las parejas de hecho, la aprobación del matrimonio y la posibilidad de tener hijos de las parejas del mismo sexo: la diversidad se ha alcanzado de manera más acelerada que en otros países”, aprecia la subdirectora del INE. A día de hoy las parejas de hecho son el 16% del total y las homosexuales registradas representan un 1%. Aunque su crecimiento también es imparable, porque cada vez existe más variedad de pactos privados, “perdemos seguridad [al haber menos matrimonios], pero ganamos felicidad”, manifiesta Luis Ayuso, catedrático de Sociología en la Universidad de Málaga y autor de La gestión de la intimidad en la sociedad digital: parejas y rupturas en la España actual.

Sin embargo, las herencias o las pensiones se gestaron cuando estas estructuras aún no eran legales. Y se encuentran en inferioridad de condiciones frente a las familias tradicionales. Igual que ocurre con las parejas de hecho o con las familias monoparentales. De ahí que expertos como el director de Coyuntura de Funcas consideren que todo el sistema de prestaciones sociales tiene que actualizarse.

“Los apoyos a las familias siguen siendo ridículos. Las comunidades autónomas no se toman en serio el papel de esta institución social”, afirma Luis Ayuso, que considera que hacen falta políticas familiares porque la familia es rentable socialmente. Y pone como ejemplo las reducciones de jornada, que convienen a las empresas, puesto que en menos tiempo se realiza el mismo trabajo. “Hay que repensar los servicios sociales. Y tener en cuenta el envejecimiento de la población”, asevera.

El Gobierno está tramitando la Ley de Familias, un proyecto que se retrasa y que, según todos los expertos consultados, es tan solo una legislación de mínimos. “La ley pretende dar respuesta a los nuevos modelos de familia que pueden ser más vulnerables y aumentar la tasa de natalidad”, señala la directora de UNAF. “Podía ser más ambiciosa porque todavía hay muchos permisos que no son remunerados y que duran poco tiempo. Pero consideramos que se están dando pasos al visibilizar las nuevas estructuras familiares y que los permisos que introduce van a mejorar la conciliación”, agrega Amaia Echevarría.

Dilación de la norma

A Carmen Flores, presidenta de la Federación de Asociaciones de Madres Solteras (FAMS), le preocupa la dilación que está sufriendo la aprobación de la norma. “Estamos enfadadas y desesperadas porque se sigue prorrogando desde marzo el periodo de enmiendas”, asegura. A su juicio, la ley acreditará a las familias monoparentales y apoyará la crianza, poniendo a este colectivo de mujeres con dos hijos al nivel de las familias numerosas, que cuentan con su propia regulación, y evitando la discriminación que sufren, dice. No obstante, el 70% de las familias monoparentales tienen un hijo, advierte. “Si no se aprueba la Ley de Familias podría implementarse una de medidas urgentes porque la capacidad económica de las familias monoparentales es cada vez peor con la crisis y la escalada de los precios de la vivienda. Sus posibilidades de ahorro son cero. Y no tienen facilidad de acceso a becas, colegios, tasas universitarias... y también pagan un 13% más de impuestos. Hacienda les desgrava 2.150 euros por hijo frente a los 3.400 euros de las familias biparentales”, aprecia.

Claro que la normativa no entra en asuntos transversales como el acceso a la vivienda o al empleo de calidad. “Hay que abordar ambas cosas si queremos más nacimientos en España”, prosigue Echevarría.

El problema no es baladí. Se necesita más gasto público para atender a los nuevos colectivos familiares. Según el OCDE, el gasto dedicado a las familias se ha incrementado desde un 1,1% del PIB hasta el 1,3% entre 2001 y 2019. Aunque en este periodo el aumento del número de hogares ha sido del 31%, muy por encima, en opinión de Rachedi, que señala que la media en los países de la organización está en un 2,1%. El experto lo pone en relación con el gasto dirigido a los mayores, que la organización dice que ha evolucionado del 6,6% al 7,7% del PIB en el mismo periodo.

Según el profesor de Esade, para paliar la vulnerabilidad de las nuevas familias tendría que haber guarderías gratis de 0 a 3 años (especialmente para las monoparentales) y desgravaciones en el IRPF. “El sistema impositivo en España y en muchos otros países se creó para las familias tradicionales, a las que otorga beneficios. Y esto debe modificarse”, aprecia Raymond Torres, que suma a las dos medidas anteriores facilitar el acceso al empleo y a la vivienda, así como mejorar la conciliación.

Olga Cantó considera que en España no hay políticas familiares, “aquí tener un hijo es un bien de lujo y no existe apenas diferencia ni en la tributación ni en las prestaciones sociales entre las familias con y sin hijos”, afirma. La catedrática de la Universidad de Alcalá aboga por implementar algunas medidas que ha puesto en marcha otros países. “Deberíamos copiar a los países que tienen ayudas universales, ayudas focalizadas y ventajas fiscales por renta, como ocurre en Alemania o Francia”, asegura. En este último Estado, el tercer hijo reduce notablemente los impuestos.

Y continúa: En Polonia, por ejemplo, existen importantes prestaciones para el coste de la crianza y una política muy potente contra la pobreza infantil, que se ha reducido mucho. Al contrario de lo que ha ocurrido en Suecia, donde las prestaciones no han cambiado en los últimos años, y se ha duplicado del 5% al 10%.

Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional de Trabajo y Familias de IESE Business School, está de acuerdo en que en España no hay política de familia. “Se prima al individuo”, afirma, “y la familia debe de ser el centro de decisión de las políticas públicas porque es la institución que ofrece las habilidades y competencias a los niños para ser buenos ciudadanos y trabajadores”.

“El Estado debe facilitar guarderías gratis y apoyar a las empresas para implantar medidas de flexibilidad”, opina. Y como Cantó, sugiere replicar medidas desarrolladas en otros países: como la prestación universal de 200 euros por hijo hasta los 18 años de Polonia (que ha sido el Estado de la UE que más ha reducido la pobreza infantil desde que la puso en marcha), los préstamos a la vivienda a muy bajo interés de Hungría (que se reducen en familias con hijos y no se devuelven a partir de 3 hijos), el cheque de servicios universal para reducir en la declaración de la renta todos los gastos relacionados con el cuidado infantil y el cociente familiar de Francia, que supone dividir los ingresos entre los miembros de la familia para calcular el IRPF. “Lo importante son las medidas integrales, que se implementen con consenso social y que se mantengan en el tiempo”.

Sonia Pérez Gómez e Iván Alcántara Jorge, en su casa de Sant Celoni (Barcelona).
Sonia Pérez Gómez e Iván Alcántara Jorge, en su casa de Sant Celoni (Barcelona). massimiliano minocri

Pareja sin hijos / Sonia Pérez e Iván Alcántara: “Hay que facilitar la reproducción asistida”

Las razones detrás del aumento de las parejas sin hijos son múltiples y dependen de la edad. Para los que tienen entre 30 y 34 años mandan las dificultades de acceso a la vivienda y a un sueldo digno. Entre esa edad y los 39 la causa más habitual es no encontrar pareja. Y a partir de los 40 los problemas de fertilidad, cuenta el sociólogo Luis Ayuso. El 10% de los nacimientos se producen por reproducción asistida, una cifra que va en aumento porque cada vez se retrasa más la edad de tener hijos, señala Gloria Labay, matrona que lidera el proyecto La vida sin hijos, un espacio que sirve para acompañar en el duelo a las mujeres que no han podido ser madres.

Sonia Pérez, de 47 años, aún no se explica por qué no ha podido cumplir su sueño de ser madre. “He tenido que aceptarlo”, dice. En 2015 se quedó embarazada por primera vez. Y tuvo el primero de sus tres abortos espontáneos. Tras superar los tres tragos, “que son durísimos” y recién cumplidos los 40, decidió junto a su marido someterse a pruebas para detectar qué fallaba. Parecía que todo estaba bien. Y optaron por la fecundación in vitro en una clínica privada “porque en la Seguridad Social el tope son los 40 años y hay listas de espera de dos o tres”. Fueron a una primera clínica, que no les gustó, pero sí la segunda. Cuando iban a iniciar el tratamiento él enfermó y fue operado de urgencia. Pararon hasta que se recuperó. Lo intentaron en 2019 y no funcionó. “Otro jarro de agua fría”. Y en 2020, con la misma mala suerte. “Casi seis años después de empezar con un proceso que arrasa con tu salud mental y física, caí en picado”, recuerda Sonia. Entonces, tras contemplar opciones y hablarlo mucho, decidieron parar por su salud mental. “Y llegó el momento más duro, el del duelo, no solo por los tres hijos perdidos y los dos intentos, sino por truncarse el proyecto de vida que habías pensado para ti”. Derrota, sentimiento de culpabilidad y entre 10.000 y 12.000 euros de coste, “nos nos hemos parado a calcularlo exactamente, pero es carísimo”. Fueron a terapia.

La pareja tuvo que lidiar con la incomprensión de su entorno y en el trabajo, así como la falta de empatía en las clínicas. “Cada vez es más complicada la natalidad. Si se quiere incentivar, hay que dar facilidades y eliminar las listas infinitas para el tratamiento en la Seguridad Social”, aprecia Sonia. Y apoya Labay: “Es muy difícil encajar la maternidad en las exigencias laborales y vitales. La sociedad es muy hostil para la gente que quiere tener hijos”.

Violeta Cruz con sus hijos, Lucía y Lukas, en el Mercado de Sant Antoni de Barcelona.
Violeta Cruz con sus hijos, Lucía y Lukas, en el Mercado de Sant Antoni de Barcelona.Kike Rincón

Familia monoparental / Violeta Cruz: “Vamos justitos, pero llegamos”

Boliviana de origen, pero con 20 años en España y doble nacionalidad, Violeta Cruz es madre de dos hijos de 18 y 5 años a sus 43. Llegó a España con el padre de su hija para buscar una vida mejor y seguir sus estudios. Es licenciada en Enfermería. Sin embargo, la adaptación en Barcelona le costó. “Entre que buscar cursos, trabajo y un techo sin tener la documentación en regla, fue muy complicado”. Llegó su hija y esto provocó conflictos con su pareja por falta de recursos. Se separó. Trabajó en todo lo que pudo: repartiendo publicidad, cuidando perros, limpiando... Con el tiempo, y con trabajo fijo en el servicio doméstido, conoció al padre de su segundo hijo. Pero la covid la llevó al paro. Aprovechó para hacer cursos de gestión administrativa, “un cambio de 180º”, que la llevó al trabajo que tiene hoy. La guerra de Ucrania obligó a su pareja a regresar a su país. Y Violeta volvió a quedarse sola con sus dos hijos. “Siempre he sido yo la que se ha enfocado en la familia, en conseguir techo, comida, vestimenta... A veces es difícil por los horarios laborales. Tengo que buscar trabajos que cubran el horario del colegio”, dice. Lo tiene claro: prefiere cuidar a sus hijos que pagar porque lo hagan otros. De hecho, por eso ha descartado la profesión de enfermera, que también ha ejercido en España. Su sueldo no cubre el alquiler y tiene que recurrir al Ingreso Mínimo Vital y al bono social para pagar el agua y la luz. Cree que las familias monoparentales deberían contar con ayudas a la vivienda. Dice que no puede ahorrar, pero sí solventar las necesidades básicas: “Vamos justitos, pero llegamos. Una familia tradicional va a dos supermercados a hacer la compra, nosotros vamos a 10 en busca de ofertas”.

La cesta de la compra es de los mayores

Con la subida de los precios de la cesta de la compra, NielsenIQ detecta que los hogares de los más jóvenes han contraído su consumo un 13,3% en los últimos dos años, mientras que los formados por mayores lo aumentan un 3,6%. “Los que dinamizan el consumo son los hogares sénior, que representan el 38% del total y han crecido un 2,2% desde 2022”, explica.






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Sobre la firma

Carmen Sánchez-Silva
Es redactora del suplemento Negocios. Está especializada en Economía (empleo, gestión, educación, turismo, igualdad de género). Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Previamente trabajó en La Gaceta de los Negocios, Cinco Días, Ranking, Mercado e Ideas y Negocios. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.
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