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Un queso elaborado con agua de lluvia

La empresa Roca de Cabra es el sueño rural de una pareja que no sabía nada de ganadería y que ahora tiene 200 animales

Roca de Cabra
Quesos de la empresa Roca de cabra.

Alicia Fernández y su compañero Matías dejaron Barcelona hace casi dos décadas para volver a Ortigosa de Cameros, el pueblo riojano de Alicia, con poco más de 100 habitantes. Tenían 26 años y una aventura por delante. Tras trabajar en cosas dispares empezaron a hacer queso con la leche que les daba un amigo. No tenían experiencia ni ganadera, ni quesera, ni siquiera en plantar una triste lechuga, cuenta la fundadora, pero en 2015 decidieron entrar de lleno en este negocio. Reconvirtieron en quesería un pabellón que habían construido para guardar animales y comenzaron a comprar leche a otros ganaderos. Su oportunidad llegó cuando un vecino que se jubilaba, les ofreció una nave de 400 metros cuadrados que les permitía tener sus propias cabras. “Era una buena idea. Adquirir la leche es duro, te traen muchos litros a la vez y te pasas días sin parar de elaborar. Compramos 65 cabras y nos lanzamos”, explica Fernández. Una cantidad que hoy casi han multiplicado por cuatro con un rebaño de 200 animales.

Con solo dos empleados y una producción de 12.000 litros de leche, elaboran queso fresco, semicurado, yogures y cremas de queso. Al ser pequeños, explican, hay que diversificar para vender más. De todos, el semicurado es el preferido por los clientes, a unos 30 euros kilo, un precio que se han visto obligados a subir un 7%, debido al incremento del coste del pienso y el combustible.

Sus productos solo se venden en alguna bodega, restaurante o tienda de los alrededores y de Logroño, pero, sobre todo, en mercados y en su quesería. “El 95% es venta directa”, subraya Fernández. No se plantean la venta por internet por la complicada logística del rural, “tendríamos que hacer muchos viajes desde la quesería a la distribuidora, los envíos tendrían que ser en frío… No nos compensa”. Para llegar a más puntos de venta, cuenta, tendrían que doblar la producción que, de momento, no es sostenible para ellos. Una producción que complementan con la venta de cabritos que despiezan y envasan al vacío y que supone unos 6.000 euros de los 50.000 euros que ingresaron el pasado año.

En la ganadería solo utilizan energías renovables como la solar y la eólica y el agua de lluvia, aprobada por la FAO para uso industrial. De momento, Roca de Cabra es la única agroalimentaria en España que la usa y aunque deben clorarla y someterla a análisis periódicos, les salvó de hacer una canalización de agua hasta la quesería, muy costosa, y de construir un pozo.

Tienen varios proyectos en mente como reconstruir una casona antigua para hacer una cava subterránea para los quesos o contratar a alguien que reparta y que les eche una mano en la ganadería, aunque, según apunta Fernández, es complicado conseguir a alguien que disfrute y que tenga su exigencia. Acaban de concederle un premio del Proyecto Clea, de la colaboración de Bodega Bardos y Fademur, organización que representa el trabajo de la mujer en el mundo rural. “Con el dinero vamos a renovar instrumental que nos viene fenomenal”, sonríe.

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