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El bróker de pistachos californianos que factura siete millones desde la serranía de Cuenca

Ángel Minanay, fundador de Agróptimum, ofrece plantas a empresas agrícolas e inversores y dinamiza la España vaciada

A la izquierda, el fundador de Agróptimum, Ángel Minaya, en uno de sus invernaderos.
A la izquierda, el fundador de Agróptimum, Ángel Minaya, en uno de sus invernaderos.

A Ángel Minaya ya le fascinaba el campo cuando, de niño, acudía a las pequeñas plantaciones familiares de vid y cereal. Con el tiempo, consiguió convertir esa pasión en un medio de vida, aunque no fue fácil. “Le di muchas vueltas. Empecé comprando y revendiendo cereal, ofreciendo abonos a agricultores… Cambalaches, que decimos en los pueblos”, señala este emprendedor de 31 años del municipio conquense de Villanueva de la Jara (2.300 habitantes). En 2015, finalmente, encontró cierta estabilidad en la distribución de plantas de almendro, una actividad que le acabó llevando hasta otro fruto seco, el pistacho, con el que solo en 2021 facturó siete millones de euros y obtuvo unas ganancias de dos millones.

Todo empezó cuando se asoció con un amigo intermediario de su misma comarca, La Manchuela, un enclave de transición entre La Mancha y la serranía de Cuenca que cubre municipios de esta provincia, Albacete y Valencia. Se trataba de un almacenista que se había sumado al bum de la almendra, un fruto seco que entonces era más demandado que hoy en el mercado nacional, que se ha caracterizado por la exportación y por requerir importaciones para cubrir las necesidades de la industria del dulce. “La idea era que él ponía la planta y yo los elementos protectores, así dábamos un servicio completo al productor”, apunta por videollamada, y asegura que el negocio funcionó hasta que la demanda se redujo, cuando continuó en solitario.

Agróptimum, como ya se denominaba la compañía, viró entonces hacia el pistacho, un fruto seco con una producción y consumo globales al alza y cuyo cultivo se beneficia en el centro y sur de España de una climatología óptima. Originalmente, el plan de Minaya era mantenerse como distribuidor, pero surgieron desacuerdos con los viveros con los que trabajaba y además, concede, su conocimiento del nuevo fruto renqueaba. En 2019, buscando un golpe de efecto, logró contactar con Acemi, un vivero de EE UU referente en la producción del preciado oro verde que cultiva un millón de plantas al año. Se desplazó a Kerman, en California, y regresó con un acuerdo para, repartiéndose al 50% su propiedad, levantar un semillero similar en su municipio. En él crecen anualmente 250.000 pequeños árboles trasplantables a fincas, con los que es posible plantar 750 hectáreas.

Convertido en su propio surtidor, Minaya se dirige ahora a inversores, a quienes oferta un servicio llave en mano que cubre desde la selección de terrenos hasta el mantenimiento de la explotación. Y aún más: si el cliente lo quiere, también se ofrece como comprador de las cosechas, que son significativas desde el cuarto año, aunque no alcanzan su plenitud hasta, como mínimo, tres más tarde. Un desarrollo que el emprendedor traduce a cifras: “La implantación y la supervisión durante los primeros siete años cuesta en total unos 27.000 euros la hectárea, pero después se facturan al menos 9.000 euros anuales”. Minaya explica que cada unidad de superficie genera 3.000 kilos y él fija un precio mínimo de compra de tres euros. “En dos temporadas hemos sembrado 1.000 hectáreas de 15 clientes, principalmente empresas agrarias que se dedican a otros cultivos, pero también grupos inversores”, asegura.

Plantas norteamericanas

La mayor parte de los árboles de pistacho se injertan. Se elige un pie o portainjerto según el terreno y un injerto en función de las horas de frío y de calor que se estiman en la finca. La diferenciación de Agróptimum está, dice Minaya, en el pie que se trajo de EE UU, que además de estar desarrollado para plantaciones de regadío (lo que eleva los costes, pero también el rendimiento), “reduce el tiempo de entrada en producción, genera cosechas homogéneas y es trazable”.

Apoyados en esta innovación y con un modelo que en el futuro “cerrará el círculo con unas instalaciones de procesamiento propias”, Minaya aspira a competir con los grandes semilleros del sector. De momento, ya contribuye a reactivar una comarca agraria golpeada por la despoblación. “Hemos creado 70 empleos directos vinculados al pistacho”, afirma. En paralelo han iniciado la internacionalización con un contrato con un vivero de Italia.

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