La economía mundial en 2022: crecimiento en un estanque lleno de pirañas
Factores como ómicron o la inflación amenazan la previsión para 2022, según la cual el PIB global avanzará a menor ritmo que en 2021, pero aún por encima de su media histórica
En los años ochenta del pasado siglo, se pusieron de moda entre niños y adolescentes los libros de la serie literaria Elige tu propia aventura. Tras una introducción de los acontecimientos, se le ofrecía al lector la posibilidad de decidir entre diferentes opciones que determinaban las acciones que emprendía el protagonista. La historia tenía, pues, distintos finales en función de los caminos que se eligieran. Este componente aleatorio que tenían los libros también está presente en los informes de previsiones económicas para 2022 que en las últimas semanas han ido publicando diferentes organismos públicos y privados. El escenario base es que el próximo será otro curso con un importante crecimiento económico. Sin embargo, se acumulan las variables que podrían hacer descarrilar esa hoja de ruta. Los dos principales riesgos son ahora mismo los efectos de ómicron sobre la actividad y la presión inflacionista, que, lejos de remitir, amenaza con quedarse entre nosotros más tiempo del esperado. Esto es lo que se espera de la economía mundial en 2022.
Crecimiento
El año que está a punto de concluir ha sido magnífico desde el punto de vista del crecimiento económico. Tras el shock que produjo la irrupción del coronavirus en marzo de 2020, que precipitó al planeta a una severa recesión, la recuperación llegó en 2021 de la mano de una batería de estímulos sin precedentes, tanto fiscales como monetarios. Las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (octubre) sitúan la mejora del PIB mundial en el 5,9%, la tasa más alta en décadas. El avance de la economía habría sido incluso mayor de no haberse visto frenada por los cuellos de botella en las cadenas de suministro a partir del verano.
En 2022, la previsión de consenso es que el crecimiento continúe la fase de desaceleración que se inició hace un semestre, pero que se mantenga a unas tasas todavía por encima de las obtenidas en los años previos a la covid. El FMI, por ejemplo, sitúa la subida del PIB mundial en el 4,9%. Las economías tendrán que acostumbrarse poco a poco a funcionar sin tanta liquidez en el sistema. “Creemos que 2022 será un año de dos mitades. En la primera parte, el crecimiento será superior a la media, seguido por una normalización de las tasas de actividad a medida que la reapertura de las economías se complete, el exceso de ahorro generado durante la pandemia se gaste y las medidas de estímulo extraordinarias se vayan retirando”, explica Mark Haefele, responsable de inversión global de UBS. En cuanto a la evolución por regiones, desde el banco suizo creen que también asistiremos a una divergencia, “con las economías desarrolladas creciendo muy por encima de las emergentes en la primera mitad del año, para que luego los países en vías de desarrollo recuperen un mayor dinamismo que los grandes”.
Junto con los paquetes de ayudas de gobiernos y bancos centrales, el otro gran catalizador de la recuperación económica en 2021 ha sido la llegada de las primeras vacunas contra el coronavirus. La inmunización de buena parte de la población mundial —sobre todo en los países desarrollados— permitió la reapertura de las economías y cierta normalización en sectores como el transporte y el turismo. Sin embargo, la llegada de una nueva variante (ómicron) a finales de noviembre ha vuelto a generar incertidumbre. Si bien es muy difícil volver a confinamientos severos como los vividos entre marzo y abril de 2020, algunos países han empezado a decretar restricciones ante el alarmante aumento en el ritmo de contagios. La evolución de la pandemia, por tanto, será una de las principales incertidumbres para la economía a corto y medio plazo, aunque los expertos confían en que lo peor haya quedado atrás. “Hay razones fundadas para ser optimistas respecto a la evolución de la pandemia en 2022. Las vacunas mejoradas para hacer frente al virus se extenderán mundialmente. Al mismo tiempo, el desarrollo de pastillas antivirales puede disminuir drásticamente el número de hospitalizaciones”, destaca Henry Allen, analista de Deutsche Bank.
En el escenario base dibujado por los expertos, China seguiría liderando el crecimiento mundial, aunque en franca desaceleración en comparación con ejercicios anteriores, mientras el diferencial de actividad entre EE UU y la zona euro debería cerrarse para avanzar a velocidades similares (entre el 4% y el 4,5%). En el caso de Europa, se espera una aceleración del crecimiento en Alemania y España. Tras decepcionar en 2021, España debería de ser uno de los países que lideren el crecimiento en la UE, aunque las previsiones siguen a la baja. El último recorte viene del FMI: ahora sitúa el avance del PIB en 2022 en el 5,8%, cuando en otoño pasado pronosticaba un 6,4%.
Inflación
Tras la Gran Recesión, los precios salieron del radar económico, dejaron de ser un problema, lo que permitió a los bancos centrales inyectar dinero a mansalva en los mercados y bajar los tipos de interés hasta zonas desconocidas sin temor a un repunte inflacionario. Se argumentaba entonces que tendencias demográficas como el envejecimiento de la población o la revolución tecnológica, con el bum del comercio electrónico a la cabeza, alumbraban una nueva era de precios bajos.
Esta situación, sin embargo, ha vivido un giro inesperado en 2021. La combinación de unos mayores precios energéticos, espoleados en parte por la transición hacia un modelo más sostenible, los cuellos de botella en el transporte mundial de productos y la incapacidad de la oferta (muchas fábricas redujeron al mínimo sus inventarios tras el coronavirus) para satisfacer el fuerte rebote de la demanda mundial que surgió con la recuperación económica han tenido como resultado el despertar de la inflación en la mayor parte de las economías. En EE UU, por ejemplo, los precios en noviembre pasado repuntaron un 6,8% en tasa interanual, el registro más alto para el IPC del país en 39 años.
La inflación es el factor de riesgo que más temen los expertos en 2022. El consenso de los analistas considera que las presiones continuarán, y no descartan que las previsiones de inflación haya que corregirlas al alza en función de cómo se desarrollen los acontecimientos. De los factores que están haciendo crecer los precios, el que es visto como más coyuntural es el relativo a las disfunciones en las cadenas de aprovisionamiento globales. “Los cuellos de botella deberían estar solucionados entre primavera y verano del próximo año”, señala Joaquín García Huerga, director de estrategia global de BBVA Asset Management.
Sin embargo, hay más dudas sobre cuándo se relajarán los precios de la energía. Como recuerdan los expertos de Allianz en su informe de estrategia para 2022, la lucha contra el cambio climático probablemente seguirá espoleando la inflación. “El aumento de precios de los derechos de dióxido de carbono y los ajustes económicos necesarios para una economía verde probablemente elevarán los costes en un principio, aunque cabe esperar que favorezcan el crecimiento y al planeta a largo plazo”, sostiene el grupo financiero alemán. El otro elemento que puede alargar las tensiones inflacionistas es la política salarial en aquellos mercados laborales, como el estadounidense, próximos al pleno empleo.
“No tenemos claro que los consumidores puedan afrontar la fuerte inflación de la energía, la vivienda y muchos otros productos una vez que se haya acabado el ahorro que se generó durante la pandemia”, advierte Víctor Peiro, director de análisis en GVC Gaesco.
Tipos de interés
La reacción de los bancos centrales tras la explosión de la covid en marzo de 2020 fue clara: se abre el grifo de la liquidez sin miramientos para sostener las economías. Los principales organismos monetarios mantuvieron los tipos de interés en niveles próximos a cero y extendieron un cheque en blanco a Estados y empresas con la compra de deuda en los mercados para aliviar el coste de su financiación. Incluso el Banco Central Europeo (BCE) abandonó tics dogmáticos de la Gran Recesión ante la gravedad de la situación.
El plan inicial era empezar a drenar esos estímulos a partir de 2022 de una forma progresiva para no dañar la recuperación económica. El fuerte repunte de la inflación, sin embargo, presiona para acelerar el giro de la política monetaria. Como a los inversores les gusta tener previsibilidad en el horizonte, los bancos centrales, conscientes de la importancia de la comunicación con el mercado, han aprovechado sus últimas reuniones del año para dejar marcada la senda por la que transitarán sus decisiones en 2022. Lo que parece claro es que el mundo volverá a vivir una época monetaria de varias velocidades, porque no todas las regiones normalizarán sus políticas con el mismo voltaje. “Veremos de manera persistente una divergencia en la política de los bancos centrales del mundo, al tratar sus responsables de equilibrar las presiones de los precios, sosteniendo al mismo tiempo el crecimiento económico. Como es habitual, la Reserva Federal de EE UU ocupará el centro del escenario, y el momento y la naturaleza de sus intervenciones tendrán una importante repercusión en el mercado”, explica Ritu Vohora, analista de la gestora T. Rowe Price.
El primero en pulsar el botón rojo ha sido el Banco de Inglaterra, que en su reunión de diciembre acordó subir los tipos de interés al 0,25% desde el 0,1% tras conocerse la inflación de noviembre (5,1%). El mercado espera hasta tres subidas adicionales en el Reino Unido el próximo año. La Reserva Federal también se ha mostrado ambiciosa en su hoja de ruta: en enero reducirá a la mitad el programa de compras de deuda para finalizarlo en marzo de 2022. A partir de ahí empezará a subir los tipos. El organismo presidido por Jerome Powell prevé hasta tres subidas a lo largo del año ante un alza de precios que ya no ve temporal, sino “generalizada”.
En cambio, el BCE prefiere ir con más tiento. Es cierto que la inflación en la eurozona es alta (4,9%), pero su componente es más coyuntural y la recuperación todavía necesita de cierta respiración asistida para consolidarse. Por eso, la presidenta del organismo, Christine Lagarde, anunció la semana pasada que irán reduciendo la compra de deuda a lo largo del año que viene. De los 80.000 millones de euros actuales bajará a 20.000 millones en octubre. Sin embargo, el BCE no contempla, salvo giro de guion inesperado, subir el precio del dinero en 2022.
Algunos expertos creen que la retirada de estímulos será la prueba del algodón para calibrar la fuerza real de la recuperación económica y su sostenibilidad, ya que esta se ha debido fundamentalmente a los millonarios programas monetarios y fiscales. “La retirada de los estímulos va a demostrar las debilidades de las economías antes de lo que los mercados esperan, impidiendo que suban los tipos de interés”, aventura Ricardo Gil, responsable de distribución de activos de TREA AM.
Divisas
La divergencia que se espera en las políticas de los bancos centrales tendrá repercusión en el comportamiento de las principales divisas del mundo. En 2021, el dólar se ha apreciado de forma notable frente al euro al pasar de cotizar a 1,2 dólares por euro a niveles próximos a 1,13 dólares. Como la Reserva Federal irá por delante en las subidas de tipos, los expertos creen que la debilidad de la moneda europea frente al billete verde se mantendrá o incluso se acentuará a lo largo del próximo año.
“Nuestra previsión es que la depreciación del euro continúe, llegando a cotizar a 1,09 dólares en el cuarto trimestre de 2022. Sin embargo, esa tendencia debería estabilizarse en 2023 cuando el BCE empiece a subir tipos y la Reserva Federal ya haya completado en buena parte su estrategia de normalización monetaria”, señalan desde BNP Paribas en su informe de estrategia.
China
La segunda mayor economía del planeta está en clara desaceleración. Tras ser de los pocos países que aguantaron el shock del coronavirus sin entrar en recesión en 2020, el FMI espera que acabe 2021 con un crecimiento del 8% y que en 2022 el avance del PIB se quede solo en el 5,6%. Es un factor que preocupa, dada la creciente importancia del gigante asiático en el engranaje económico mundial.
En parte, se trata de un aterrizaje provocado por el Gobierno chino en su intento de cambiar el modelo productivo del país para que sea más sostenible y menos endeudado, orientándolo más hacia el consumo interno y reduciendo su dependencia exportadora. Sin embargo, en los últimos meses varios factores externos han contribuido a la desaceleración. Uno de ellos es la crisis energética, que ha golpeado de lleno al país. El pasado mes de septiembre se generalizaron los cortes de luz. El aumento de la demanda, una escalada de los precios del carbón y recortes de impuestos por las provincias para cumplir objetivos medioambientales fueron los causantes. Además de las tensiones energéticas, los cuellos de botella en el comercio mundial ralentizaron las exportaciones de la considerada como fábrica del mundo.
“La tolerancia cero de China con la covid significa confinamientos y medidas sanitarias estrictas que también han acabado pasando factura a la actividad. Muchos indicadores, desde los vuelos domésticos hasta los ingresos en los espectáculos o los atascos de tráfico, dan muestra del impacto de estas medidas”, recuerdan los analistas de Barclays en un reciente informe.
Sin restar importancia a los factores anteriormente mencionados, el problema que atraviesa el sector inmobiliario chino es el aspecto que más preocupa. Las dificultades de la inmobiliaria Evergrande son solo la punta del iceberg. La crisis de confianza hacia los promotores inmobiliarios altamente endeudados ha provocado el estancamiento de las ventas de nuevos pisos, lo que ha eliminado una fuente de financiación clave y ha ocasionado una menor actividad de construcción, más reestructuraciones de deuda y menores ventas.
“Es probable que las autoridades intervengan en algún momento para estabilizar el sector, dadas las posibles consecuencias negativas para el sistema financiero y la economía en general de un hundimiento completo del mercado inmobiliario. Aun así, los desfases entre la debilidad de las ventas de suelo y viviendas nuevas y la actividad conllevarán que la evolución de la construcción continúe siendo débil en 2022. Hay que tener en cuenta que este sector ha supuesto tradicionalmente una quinta parte del PIB chino”, recuerda en una nota David Rees, economista senior de Schroders.
Geopolítica
El vínculo entre política y economía es cada vez más estrecho. Tras el triste episodio de Bielorrusia, usando a refugiados junto a Polonia para presionar a la Unión Europea, el año se cierra con un notable aumento de la tensión con Rusia debido a su decisión de acumular tropas en la frontera de Ucrania. Bruselas ya ha amenazado a Moscú con “enormes” sanciones si invadiera este país.
Otro punto caliente son las relaciones entre EE UU y China. Aunque no se ha producido un grave deterioro diplomático y comercial desde la elección de Joe Biden, tampoco ha habido una mejora significativa respecto a las tiranteces que hubo durante el mandato de Donald Trump. Eso sí, ambos países se han mostrado abiertos a retomar el diálogo, y los expertos creen que Washington podría rebajar los aranceles impuestos a Pekín, en un intento de reducir las tensiones inflacionistas internas. “No obstante, creemos que las relaciones entre ambos países seguirán siendo relativamente complicadas, y que incluso los posibles avances comerciales no garantizarían necesariamente una revalorización significativa de las Bolsas”, apunta Louisa Lo, gestora de Schroders.
El año 2022 pondrá también a prueba al nuevo Gobierno alemán de coalición, liderado por el socialdemócrata Olaf Scholz, ante las presiones de los halcones partidarios de reducir cuanto antes los estímulos fiscales y monetarios. En Francia, por su parte, se celebran elecciones presidenciales en el año entrante. El escenario más probable es que Emmanuel Macron logre la reelección. Una victoria de cualquier candidato de la ultraderecha (Marine Le Pen o Éric Zemmour) llevaría a Francia y la UE a un terreno desconocido. También habrá elecciones, en este caso parlamentarias, en Portugal a finales de enero. En Italia la incógnita es quién sustituirá a Sergio Mattarella como presidente el próximo mes de febrero. La opción de Mario Draghi va cogiendo fuerza y el propio expresidente del BCE ya empieza a ver con buenos ojos en público esa alternativa. Por último, en Latinoamérica hay dos citas electorales para elegir presidente: Colombia (mayo) y Brasil (octubre).
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