La divulgación en redes sociales, una emocionante aventura entre el rigor científico y el ‘rigor mortis’
Cada vez son más los expertos que eligen el dinamismo de las redes sociales para divulgar conocimientos con los que contrarrestar la desinformación y los bulos
“No hay que confundir nunca el rigor científico con el rigor mortis”. La frase pertenece al físico español Jorge Wagensberg, y a ella recurre Eduardo Sáenz de Cabezón, profesor y matemático, para ilustrar cómo debe ser la divulgación de conocimiento en las redes sociales: “Uno no tiene por qué perder el rigor científico a la hora de hablar, pero también tienes que fijarte en la persona con la que estás hablando. En lo alto de la jerarquía está el contenido, pero en el centro del foco está el público, no yo”, explica. Sáenz de Cabezón es docente en la Universidad de La Rioja y creador de contenidos a través de su canal Derivando (casi 1,5 millones de suscriptores en YouTube) y del programa Órbita Laika, en La 2.
Como él, cada vez son más los expertos y profesionales de los ámbitos más diversos que buscan en el dinamismo y la cercanía de las redes sociales un nuevo formato con el que llevar retazos de conocimiento a una audiencia que, cada vez con mayor frecuencia (y muy especialmente en el caso de las generaciones más jóvenes), recurren antes a canales como TikTok para buscar información que a fuentes tradicionales (quién lo diría) como Google. “Yo lo veo en mis hijos adolescentes, porque ellos conectan mucho más con un vídeo que si les pones a buscar en Google”, sostiene Lucía Galán, pediatra, divulgadora y recientemente autora de Los virus no entran por los pies (editorial Planeta).
Hoy, los nuevos divulgadores no carecen de referentes, pero cuando Galán comenzó su andadura, hace una década, no tuvo ninguno. “De hecho, al principio recibí muchas críticas, porque Instagram era donde se tomaban fotos y estaban las influencers de bolso y barra de labios. Y de repente, ahí aparecía una pediatra jovencita hablando sobre fiebre, mocos y bronquitis”, sostiene. “A veces, incluso mis propios compañeros no entendían que hacía allí, porque que un médico estuviera en las redes era como denigrarte. Pero yo he descubierto que, si en una mañana puedo hablar a 20 familias sobre la muerte súbita del lactante, con un vídeo de dos minutos puedo llegar a tres millones de familias, y eso me parece un poder inmenso”.
El creciente protagonismo de redes sociales como TikTok, YouTube o Instagram en la divulgación rigurosa de conocimiento refleja no solo una tendencia social, sino también académica: así, cada vez son más los investigadores que emplean las redes sociales para la divulgación científica, e incluso una mayoría de docentes de enseñanza obligatoria recurren a ellas para conocer avances científicos que les permitan mejorar en su profesión, según un estudio liderado por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Esto incluye tanto a las redes académicas (tipo ResearchGate) como a las no académicas (YouTube y Facebook, sobre todo).
Conocimiento frente a desinformación
Para muchos de los expertos consultados, este fenómeno sucede por el efecto democratizador que ejercen las redes, acercando de manera sencilla a la población conocimientos que de otra manera podrían resultar demasiado ajenos o complicados. El problema, sin embargo, es saber diferenciar la información rigurosa de la que no lo es: “La realidad es que hay demasiada información en internet, y en la mayoría de los casos no está contrastada. Por eso, es muy importante conocer a la fuente y su fiabilidad sobre el tema en cuestión. Las fake news están en nuestro día a día en todos los formatos que podemos consumir”, afirma Álvaro Blanco, CEO de Native, consultora de influencer marketing.
Hubo un tiempo en el que salir en la prensa o en televisión era casi interpretado como un sinónimo de veracidad (por muy errónea que pudiera ser esta idea). Hoy, la dificultad radica en encontrar el equilibrio entre una sociedad que ejerce un mayor pensamiento crítico y un entorno donde la divulgación de la desinformación se multiplica debido al inmenso poder de las nuevas tecnologías. “Hay estudios muy interesantes que sostienen que un bulo se distribuye 10 veces más rápido que una información veraz, y competir contra eso es muy difícil. Sobre todo porque los divulgadores normalmente vamos con un mensaje bastante tranquilo y sereno, que no suele inducir al alarmismo. Y esto, en redes sociales, no les gusta mucho a los algoritmos”, reflexiona Galán, cuyo canal en Instagram acumula casi un millón de seguidores. Porque, además, los bulos relacionados con la salud pueden llegar a causar contratiempos muy graves, como el que se refiere, según la experta, al consumo de alcohol en mujeres embarazadas.
“Esto es algo que yo he escuchado en la consulta, en el chiringuito de la playa y en un bar en invierno: ese “mujer, que porque te tomes una cervecita no pasa nada”. Pero la realidad es que esas pequeñas cantidades que consumen las embarazadas sí pueden tener un impacto en ocasiones grave en el neurodesarrollo del bebé. De hecho, existe lo que se conoce como Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal, presente en uno de cada 100 niños”. Una patología que, añade, puede desembocar en consecuencias como discapacidad auditiva o intelectual, problemas cardiacos o renales, trastornos de conducta o mentales. ¿La conclusión? “Que no hay cantidad segura de alcohol en el embarazo”.
Y es que, en lo que respecta a la desinformación, la hay para todos los gustos y colores. A ella se enfrenta también a diario Álvaro Fernández, más conocido como @farmaceuticofernandez (3,1 millones de seguidores en TikTok), cuyos vídeos se dedican a desmontar bulos de todo tipo. “Hay teorías muy, muy absurdas, como la que defiende la orinoterapia para echársela a la cara o bebérsela, porque supuestamente tiene un montón de efectos beneficiosos. Esto es de lo más disparatado que he tenido que argumentar, porque ya es muy heavy tener que explicar por qué no te puedes echar pis en la cara...” En unos minutos de conversación, Fernández tiene tiempo para recordar a una conocida influencer que, hace poco, recomendaba crema de las hemorroides como el mejor remedio para las ojeras (“que puede funcionar, pero es que ¡ojo! Tiene un corticoide, y la piel del párpado es muy fina”, explica), o a aquellos que dicen que los protectores solares son en realidad inductores del cáncer.
El recorrido por las redes de este farmacéutico de Alcalá de Henares (Madrid), donde regenta una farmacia con sus dos hermanas, es tan improbable como exitoso, con un estilo de divulgación que incluye siempre una buena dosis de sorna. Improbable porque, como él admite, cuando empezaron con las redes sociales no quería hacer vídeos, y solo la insistencia de sus hermanas consiguió convencerle. “Aprendí a hablar rapidísimo, oye... ¡Una cosa espectacular!”. Pero ¿por qué el humor? “En principio, tú no vas a buscar consejos de salud a Instagram o TikTok, pero sí que vas a entretenerte. Así que vamos a darle a la gente lo que quiere para que luego escuchen lo que yo quiero contarles”, esgrime.
El humor, la cercanía y el rigor, fundamentales
Sobre la utilidad del humor en la divulgación científica, Fernández coincide con Sáenz de Cabezón, un profesor con alma de cuentacuentos cuyo canal, Derivando, pretende acercar la cultura matemática a la sociedad: “Uno de los beneficios del humor es que reduce la distancia entre los científicos y el resto de las personas, pero también que ayuda a resolver conflictos... Y mucha gente tiene un conflicto interior con la ciencia, con las matemáticas. El humor ayuda a aligerar eso y nos permite un acercamiento más natural”.
Para este docente riojano, es necesario quitarles drama a las matemáticas porque estas “son muy variadas, y van mucho más allá de lo que vimos en la escuela. Puedes acercarte a comprender muchas de las cosas que hacemos sin un conocimiento previo amplio”. En su canal hay hueco para todo: desde curiosidades matemáticas a las que se aplican a la vida cotidiana, la tecnología u otros aspectos interesantes. Si quieres saber cómo elegir la mejor fila del supermercado, o porqué las antenas parabólicas tienen esa forma, por ejemplo, quizá este sea tu sitio. O, si eres un fan de The Big Bang Theory, puede que te interese saber por qué, para Sheldon, el número 73 es el mejor número del mundo (de hecho, eso llevó incluso a unos matemáticos profesionales a formular un teorema en 2015). Lo que cuenta, por encima de todo, son la curiosidad y las ganas de aprender.
La importancia de conocer la historia
Borja Fernández Zurrón no solo es graduado en Administración y Dirección de Empresas (ADE). También es la mano (y nunca mejor dicho) que maneja los hilos de Memorias de Pez, un canal de YouTube sobre Historia y Geopolítica que reúne a más de dos millones de suscriptores, y autor de 2100: Una historia del futuro (HarperCollins). “La educación histórica es fundamental para comprender el mundo contemporáneo. Es cierto que el desarrollo de la humanidad no ha sido completamente cíclico, pero también es verdad que hay muchas tendencias que sí se repiten”, reivindica. “Por eso, conocer la historia nos permite aprender de nuestros errores y estar mejor preparado tanto a nivel individual como social”.
El objetivo de Memorias de Pez es, según su autor, aprovechar los formatos y las herramientas de las redes sociales para acercar materias como la Historia y la Geopolítica a gente que, de otra manera, puede que no se hubiera interesado por ellas. Su estilo de divulgación es peculiar porque, para empezar, ni siquiera aparece en sus propios vídeos; tan solo se ve una mano que se mueve ágilmente por la pantalla mientras esboza gráficos, esquemas e ilustraciones que ayudan a hacer el contenido más atractivo. Entre sus vídeos, los que explican un conflicto que acaba de estallar (como el origen del enfrentamiento entre Israel y Palestina), los que resumen algún periodo histórico y las curiosidades de la historia, además de geopolítica actual y futura y economía y finanzas, campos donde Fernández Zurrón tiene una mayor competencia.
¿Y el secreto del éxito?
Aún más importante que seguir las tendencias de moda es el poder mantenerte fiel a la disciplina que dominas y a tu propio estilo de divulgación. Aunque a Galán le insistían una y otra vez que ahora lo que había que hacer eran “vídeos de 60 segundos”, ella siempre supo que aquel no podía ser su formato: “Yo necesito tres, cuatro, cinco, ocho minutos para explicar bien lo que es la escarlatina, por ejemplo. O la tos ferina... Uno de los secretos de los divulgadores es hablar con rigor, y con la responsabilidad que nos da nuestra profesión. Y, desde luego, hablar siempre de temas que conoces profundamente”.
Blanco, por su parte, insiste en dos factores: “Basar tu contenido en la veracidad, ser independiente y ser un altavoz de los problemas reales de tu audiencia”, y “crear un contenido ético, moral y que ayude a la sociedad”. Pero hace también hincapié en la dificultad de crear contenido original cada día, y hacerlo con naturalidad, “generando un engagement con la audiencia y contando de una manera divertida términos complejos, o dándoles herramientas útiles para resolver sus problemas”.
La complicada relación con los seguidores
En el caso particular de los divulgadores científicos, la presencia de los haters (aquellos que emiten sistemáticamente comentarios negativos con el fin de destruir la reputación de una persona o empresa) no suele ser muy relevante, y la naturaleza de los comentarios es mayoritariamente positiva. Sin embargo, eso no significa que no sucedan. A Lucía Galán, por ejemplo, y a pesar de todos los premios y reconocimientos que ha acumulado a lo largo de su carrera, la llegaron a amenazar de muerte dos veces, por contenido relacionado con las vacunas; amenazas bien hiladas que demostraban saber mucho sobre ella. Eso la hizo tomar precauciones adicionales y protegerse más. “Yo nunca había sido una persona desconfiada, pero llegué a plantearme dejarlo todo. Ahora cuido mucho más lo que hago en las redes sociales, y las dedico a la divulgación al 100 %. Mi vida privada es privada”.
Pero lo cierto es que, en general, predominan las historias positivas, motivadoras e impactantes. Como la del chico de 15 años que escribió a Fernández para decirle que, después de ver dos o tres vídeos suyos, había dejado de vapear, “o una chica que había estado ingresada porque tenía un cáncer muy grave, y que me escribió para darme las gracias porque mis vídeos la habían hecho reír mucho: “No he aprendido nada, porque ya lo sabía, pero me he reído un montón”, me decía. El hecho de acompañar a alguien que está pasando por algo tan grave... No eres consciente de que esas cosas pasan, [pero cuando suceden] te das cuenta del alcance que tienes”, afirma.
De esa repercusión habla también Lucía Galán por videoconferencia: “Había una chica que se puso en contacto conmigo porque tenía ideas suicidas. Yo la contesté inmediatamente e iniciamos una relación. Ingresó varias veces en una unidad de psiquiatría, y ella me avisaba cada vez que entraba de que la iban a retirar el móvil pero que estaba en un entorno seguro... Hace tres semanas la pude conocer en persona, porque hice una firma de libros en su ciudad, y fue muy emocionante, porque ahora ya han pasado tres o cuatro años y está mucho mejor”, cuenta.
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