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Lucía, mi pediatra: “La evidencia científica debe ganar espacio en los titulares y así acabar con los bulos que generan miedo en los padres”

Lucía Galán publica ‘Los virus no entran por los pies’, un libro en el que repasa muchos de los mitos que sobrevuelan la crianza, como creer que un ramillete de perejil curará el estreñimiento de un bebé o que la música de Mozart le hará más listo

Lucía, mi pediatra
Lucía Galán, pediatra desde hace dos décadas, publica un libro que pretende acabar con los mitos en torno a la crianza.Greg Sebastian
Carolina García

Poner un ramillete de geranio en el culete de un bebé para evitar el estreñimiento, no vacunar a los hijos por creer en los argumentos de los que están en contra de las inmunizaciones, o solventar el conflicto con un adolescente de forma radical concluyendo tajante que se comporta así porque es un saco de hormonas. Todas estas afirmaciones son mitos, creencias populares, de los que muchas veces uno se puede reír a carcajadas, pero que en otros casos pueden ser bastante dañinos para los menores. Así lo explica Lucía Galán Bertrand (Oviedo, 45 años), conocida como Lucía, mi pediatra, en su nuevo libro Los virus no entran por los pies (Planeta, 2024). En sus páginas recoge todos los mitos que se ha ido encontrando en sus 20 años como médica y sus 10 como divulgadora en las redes sociales, cuenta con más de 900.000 seguidores en Instagram.

“Quería poner negro sobre blanco todas las creencias populares sobre la crianza que llevamos escuchando desde hace décadas”, explica por teléfono. “De esta forma, hago un recorrido por la salud física y mental de niños y adolescentes con el objetivo que el lector entienda que la evidencia científica debe ir ganando espacio poco a poco en los titulares de los distintos medios para así acabar con los bulos que, además, suelen generar un miedo innecesario en padres y madres”.

PREGUNTA. ¿Cuál sería el mito más extendido sobre la crianza en bebés?

RESPUESTA. Pues en esta etapa, el mito más extendido es que la salida de dientes da fiebre. Y esto no es verdad. Cuando tenemos un bebé con una fiebre mantenida, no se debería justificar nunca por la salida de dientes, siempre hay que buscar una causa externa. De hecho, a veces nos encontramos en consulta a niños que llevan tres o cuatro días con cuadros febriles, en los que los padres estaban muy tranquilos en casa porque lo achacaban a los dientes y lo que tenía ese niño era una infección que, en ocasiones, puede comprometer su salud. Tenemos que saber que los dientes empiezan a salir a los seis meses y lo hacen hasta muchos años después, por lo que es muy probable que coincida en el tiempo con la fiebre, pero esto es casualidad, no causalidad.

P. Uno de los mitos más sorprendentes que menciona en su libro es el de poner una ramita de geranio en el culete de los bebés para evitar el estreñimiento, ¿de dónde viene esto?

R. Cuento esta anécdota en el libro y es que algunas abuelas para tratar el estreñimiento de los bebés les meten una ramita de geranio por el culete para estimular la deposición o, incluso, una ramita de perejil, vamos, lo primero que pillan por el jardín. Y esto, a veces, conlleva problemas en los niños y no hay ninguna evidencia que lo justifique. No sirve para nada, incluso, puede provocar lesiones.

P. ¿Por qué las vacunas siguen generando dudas en algunos progenitores?

R. Las vacunas siguen generando muchos bulos y más desde la pandemia, pero hay que decir que los progenitores antivacunas cada vez son menos, aunque sí que son muy ruidosos. Y envían mensajes muy dañinos. Nuestra labor como sanitarios es insistir en la verdad, en la evidencia científica, ya que con frecuencia somos testigos de movimientos cuyas consecuencias son muy graves. Por ejemplo, el brote de sarampión que ocurrió hace poco. Los mensajes antivacunas son muy dañinos, y los sanitarios debemos recordarles que hablamos de enfermedades que son potencialmente mortales. Es muy importante que tomemos conciencia que las decisiones que tomamos los padres en ocasiones tienen un impacto directo en la supervivencia de los hijos.

P. En su libro menciona los mitos en torno a los accidentes infantiles prevenibles, ¿podría poner algún ejemplo?

R. Los accidentes infantiles suponen la primera causa de muerte en la Unión Europea entre 5 y 18 años. Esto es un dato que ya de por sí nos tiene que hacer reflexionar. La inmensa mayoría de estos sucesos son prevenibles. Y hay determinados comentarios que escucho a pie de piscina, en la barra de un bar o incluso en casa que me ponen los pelos de punta, como, por ejemplo, que los bebés nacen sabiendo nadar. Esto me lo dijo un papá en la consulta: “Todos sabemos, Lucía, que los bebés nacen sabiendo nadar. ¿No ves que en el útero flotan? A los recién nacidos les resulta natural, es más, tú los pones en el agua y ellos flotan”. Pues no es verdad, es más, un menor de 18 meses, aunque haya ido a clases de natación, lo que ha demostrado la ciencia es que se ahogan porque al caerse se asustan y no son capaces de poner en marcha los mecanismos que les han enseñado. Hay que saber que los más pequeños no flotan, que es mejor usar chaleco que flotador y que el mejor seguro para tu hijo es que tú estés en el agua con él. Otro mito muy arraigado es que los niños cuando van a contramarcha en el coche se marean. Padres que, al creer esto, colocan a su hijo a favor de la marcha con tan solo un año y esto es sumamente peligroso. Lo que hay que saber es que si el niño se marea, lo hará en cualquier dirección y que los datos recomiendan que los menores vayan a contramarcha hasta los cuatro años porque llevarlos así reduce hasta un 80% las lesiones medulares graves en casos de accidentes por impacto.

P. Otro mito que usted menciona es la creencia popular de que los adolescentes son hormonas con patas, ¿esto es así?

R. Para nada, pobrecitos. No son hormonas con patas. La adolescencia es una etapa fascinante, transformadora y fundamental para la transición hacia la etapa adulta. Y que hay que saber que puede durar hasta 10 años. Siempre he pensado que la adolescencia es el patito feo de la crianza, y si lo es, es porque no se le presta la suficiente atención. Los chavales son personas que van a tomar por primera vez decisiones por sí mismos que van a afectar al resto de su vida, y esto es lo suficiente importante para formarnos y tener los conocimientos necesarios para acompañarlos. La adolescencia es la etapa en la que se producen más cambios profundos y estructurales en el cerebro, ellos van a decidir su ideología, su sexualidad… y como padres o profesores no podemos tirar la toalla al primer síntoma de conflicto.

P. Usted sentencia que el bullying no es cosa de niños, ¿a qué se refiere con esta afirmación?

R. Lo primero que hay que saber es que el bullying es la primera causa de suicidio en España y más entre los adolescentes, y que uno de cada cuatro lo sufre a diario. Y somos los adultos los responsables de esos menores y somos los que deberíamos velar por su seguridad y bienestar físico y emocional, y las escuelas todavía más. Además, el dato es escalofriante, el 50% de los niños que sufre acoso escolar lo lleva sufriendo más de seis meses y sus padres no son conscientes. ¿Cómo darnos cuenta? Lo mejor es que los padres y madres estén atentos a las señales indirectas, por ejemplo, si el niño sufre dolores abdominales, sobre todo por la tarde, y el fin de semana no se queja. O sufre dolores de cabeza también al atardecer. También son menores que están muy sensibles, irascibles y lloran con facilidad. A veces, incluso, pierden peso y sufren fracaso escolar. Otros, en cambio, se vuelven brillantes académicamente o niños que no quieren hacer planes con amigos. En el caso de los adolescentes, aún es peor, ya que son más intimistas; se guardan más sus sentimientos, por lo que supone un gran reto para los progenitores.

P. ¿Cuándo habla de neuromitos a qué se refiere? ¿Podría poner algún ejemplo?

R. Los neuromitos son toda esta serie de mitos que hemos estado escuchando en torno al cerebro y en torno a la educación. Por ejemplo, habrás oído muchas veces esto de que solamente usamos el 10% de nuestro cerebro, ¿verdad? Pues no. Usamos el 100%, lo que pasa que hay personas que lo usan de una forma más eficiente que otras. Otro que resonó mucho fue el de que los bebés que escuchan a Mozart eran más inteligentes. Le llamaron el efecto Mozart y llevó a que millones y millones de personas hace dos o tres décadas compraran infinidad de dispositivos para ponerles esta música, incluso en el embarazo. Se vendieron dos millones de discos de música de Mozart para niños con este fin. Y la evidencia científica lo que nos dice es que escuchar música tiene innumerables efectos beneficiosos para la salud, pero escuchar la obra de Mozart no hace que los niños sean más inteligentes.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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