La inflación repunta en abril al 4,1% y afronta un largo camino hasta su normalización
El dato subyacente baja casi un punto gracias a la ralentización del precio de los alimentos elaborados
La inflación decepcionará a quienes esperen una tendencia clara, sin vaivenes, baches ni sobresaltos. En abril, los precios repuntaron al 4,1% respecto al año pasado, ocho décimas más que en marzo, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El incremento no toma por sorpresa: si el dato anterior se benefició del efecto comparación con el mes en que empezó la guerra de Ucrania, cuando se disparó la energía, con la nueva cifra ocurre lo contrario, al verse condicionada por la moderación que se produjo en el segundo mes del conflicto, cuando se introdujeron ayudas como la bonificación de 20 céntimos por litro de carburante a todos los conductores, ya suprimida. La inflación se balancea así, de arriba a abajo, y de abajo a arriba, movida no solo por los altibajos en los mercados de materias primas, sino también por fuerzas matemáticas. “Como preveíamos, la inflación general ha repuntado por el efecto base”, ha señalado la vicepresidenta económica, Nadia Calviño.
Ampliando el foco, la corriente de fondo todavía dice que la desaceleración de los precios está en marcha: el de abril es el segundo dato más bajo del último año y medio. Los riesgos, sin embargo, siguen ahí, y van mutando: ahora es la sequía que afecta a las explotaciones agrícolas la que tiene potencial para hacer más daño, al encarecer los alimentos si las cosechas son menos abundantes. Esa posibilidad, de producirse, todavía tardará: el Gobierno ha adelantado que los precios de los alimentos se han ralentizado en abril, y con ellos lo ha hecho la inflación subyacente (donde se excluyen alimentos frescos y energía), que se había mostrado muy persistente y en abril rompe esa mala tendencia para caer casi un punto, al 6,6%, más de lo que se esperaba.
Aunque los detalles sobre cuánto han caído los alimentos y qué partidas están detrás del aumento del Índice de Precios al Consumo (IPC) no se conocerán con exactitud hasta dentro de dos semanas, los cálculos del Instituto Complutense de Análisis Económico señalan que han sido las menores caídas de la electricidad en relación con abril de 2022 y el aumento del combustible lo que ha empujado este parámetro al alza. El INE coincide con ese diagnóstico: “Luz y gasolinas tiraron al alza de los precios. Alimentos, a la baja”, apuntan fuentes del organismo, que además recuerda que no se producía una subida tan pronunciada desde mayo de 2022.
El buen dato de marzo de este año, cuando el IPC cayó de golpe 2,7 puntos, supuso un alivio para el bolsillo de los consumidores, y como el Gobierno se encargó de recordar, favorece que las empresas españolas compitan mejor en el exterior, dado que si se reducen sus costes más que en otros socios, pueden ofrecer mejores precios que sus rivales. Sin embargo, el frenazo funcionó en parte como un espejismo que pudo empujar a algunos a cantar victoria antes de tiempo. La realidad es que tras 25 meses de subidas de precios por encima del 2%, objetivo del Banco Central Europeo, los expertos aún vaticinan un largo camino por recorrer para volver a tasas normales y sostenidas, que la mayoría de organismos no espera hasta 2025. También en España, donde es la segunda más baja de la UE, solo por detrás de Luxemburgo. “La inflación general sigue alta, no está controlada, y los alimentos continúan con precios elevados”, advierte Leopoldo Torralba, economista de Arcano.
Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, sostiene que el impacto de la sequía sobre los precios no es inmediato, y de notarse, lo hará más “en los próximos meses”. Sobre la evolución de la subyacente, todavía muy alta, augura que caerá “de manera gradual”.
Sequía y tensiones en el petróleo
Otra de las amenazas, la de un regreso a cotas altas del petróleo después del recorte sorpresa anunciado a comienzos de mes por los países productores, no ha tenido de momento consecuencias drásticas. El barril de crudo Brent reaccionó a la noticia con un encarecimiento inmediato, pero después fue desinflándose conforme pasaban los días, y su precio es hoy muy similar al del mes pasado. Para el economista Javier Santacruz, no hay que perder de vista una cuestión adicional. “El mayor riesgo no es tanto un repunte muy fuerte de la tasa de inflación (sea por sequía, por tensiones en el petróleo u otras materias primas), sino que no baje a la velocidad que necesitamos porque se está volviendo persistente el fenómeno de traslación de costes de producción a precios”. Esto es, que las empresas, para proteger los márgenes, repercutan al consumidor continuamente sus mayores gastos.
Sobre el peligro de una próxima subida de precios de los alimentos derivada de la sequía, Santacruz cree que hay elementos para atenuarla. “Es posible que la entrada de alimentos importados de terceros países no especialmente afectados por la sequía y la aparición de stocks en el mercado nacional con los que nadie cuenta, ayude a amortiguar las presiones alcistas en los precios”.
A la espera de saber cuánto se han ralentizado en abril, el mes pasado los alimentos y bebidas no alcohólicas se encarecieron un 16,5%, y ya llevan 12 meses por encima del doble dígito, lo que ha elevado la preocupación por sus efectos para la cesta de la compra de los hogares más vulnerables. Hasta ahora, ni siquiera las rebajas de IVA a los alimentos básicos aprobadas por el Gobierno habían conseguido resultados destacables. Y el mes pasado, el Banco de España revisó al alza su previsión de inflación promedio de los alimentos para 2023, desde el 7,8% pronosticado en diciembre al 12,2% estimado ahora.
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