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El descarrilamiento del tren de Ohio le cuesta a Norfolk Southern 387 millones de dólares

Los gastos se deben a reparación medioambiental y responsabilidades legales y en parte serán cubiertos por el seguro

Norfolk Southern
Imagen aérea del accidente por descarrilamiento de un tren de mercancías de Norfolk Southern en East Palestine (Ohio).Gene J. Puskar (AP)
Miguel Jiménez

El descarrilamiento de un tren con cargamento tóxico en East Palestine (Ohio) ha dejado una factura de 387 millones de dólares (unos 350 millones de euros al tipo de cambio actual) a la dueña del mercancías, Norfolk Southern, según ha comunicado este miércoles la empresa con sede en Atlanta (Georgia) al presentar sus resultados trimestrales. La empresa matiza que se trata de un cargo inicial y que no reflejan ninguna cantidad potencialmente recuperable en virtud de las pólizas de seguro de la empresa, que se reflejarían en futuros periodos en los que la recuperación se considere probable.

Los ingresos de Norfolk Southern crecieron un 7,4% en el primer trimestre, hasta los 3.132 millones de dólares, según los datos comunicados a la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos (la SEC, por sus siglas en inglés). Ese crecimiento se debió sobre todo al aumento de la facturación de los trenes de mercancías, del 12%, hasta 1.878 millones de dólares.

El beneficio, sin embargo, se redujo un 34%, hasta 466 millones de dólares, precisamente como consecuencia de esa partida por el accidente de Ohio. “Durante el primer trimestre, hemos reconocido un gasto de 387 millones de dólares por costes asociados principalmente a cuestiones medioambientales y procedimientos legales derivados del siniestro”, explica la empresa, que cree que parte de ese dinero puede ser recuperables en virtud de sus pólizas de seguros vigentes en la fecha del siniestro, aún no se ha registrado ninguna estimación de posibles recuperaciones.

“Desde el principio, nos hemos guiado por un principio: vamos a hacer lo que sea necesario para hacerlo bien para East Palestine y las áreas circundantes”, ha señalado el presidente y director ejecutivo de Norfolk Southern, Alan H. Shaw, a través de un comunicado. “Estamos progresando cada día y estoy orgulloso de nuestra gente. Nuestra respuesta refleja nuestra estrategia de centrarnos en las prioridades y el valor a largo plazo”, ha añadido.

En una conferencia con analistas, Shaw ha asegurado este miércoles que Norfolk Southern es una línea de ferrocarriles “segura”. “Nos esforzamos por hacerlo mejor. Vamos a aprender de este accidente para convertirnos en una empresa aún más segura”, ha añadido. Shaw ha explicado que los trabajos de limpieza del descarrilamiento siguen afectando a las operaciones de esa línea. Los trenes siguen circulando a velocidades inferiores a las normales por las vías afectadas, que en ese tramo se repararon de forma provisional.

La empresa ha estado sujeta a críticas de los vecinos y a demandas de las autoridades por las consecuencias del accidente. Norfolk Southern tiene un valor de unos 47.000 millones de dólares en Bolsa. Este miércoles su cotización retrocedía ligeramente tras la presentación de los resultados. Desde el accidente, las acciones han caído cerca de un 20% en Bolsa, una pérdida de valor de más de 10.000 millones de dólares, en parte por el riesgo de que tenga que hacer frente a responsabilidades legales e indemnizaciones multimillonarias a los vecinos.

El tren descarriló hacia las 20.54 horas de la noche del viernes 3 de febrero tras atravesar East Palestine y justo antes de cruzar la frontera de Ohio con Pensilvania, por suerte en una zona apenas poblada, con lo que no hubo ningún muerto ni herido. Según la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), como consecuencia del accidente, 38 vagones descarrilaron y se produjo un incendio que dañó otros 12. En total había 20 vagones con materiales peligrosos, 11 de los cuales descarrilaron. Según la investigación, circulaba a unas 47 millas por hora (unos 76 kilómetros por hora) antes del descarrilamiento, por debajo de la velocidad máxima autorizada de 50 millas por hora (unos 80 kilómetros por hora).

El incendio provocó una nube tóxica. La mayor preocupación fue el cloruro de vinilo, un producto cancerígeno, transportado en cinco vagones. Cuando arde, se descompone en cloruro de hidrógeno y fosgeno. El fosgeno es muy tóxico, provoca vómitos y problemas respiratorios y se utilizó durante la I Guerra Mundial como agente asfixiante, mientras que el cloruro de hidrógeno es irritante y corrosivo. El pueblo se evacuó unos días mientras ardía el cloruro de vinilo.

Tras el accidente, las autoridades de ambos Estados una evacuación forzosa, alertando del riesgo de una explosión de los vagones con cloruro de vinilo. Hubo una explosión controlada. Según la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), se vertieron al aire, al suelo y a las aguas superficiales sustancias químicas como cloruro de vinilo, acrilato de butilo, acrilato de etilhexilo y éteres monobutílicos de etilenglicol. El organismo, sin embargo, no detectó toxicidad en el aire. El 8 de febrero, el mismo día en que terminó la quema de cloruro de vinilo, los gobernadores de Pensilvania y Ohio aseguraron que los vecinos evacuados de East Palestine y sus alrededores ya podían “volver a casa sin peligro”.

Aun así, algunos vecinos se han seguido quejando de que no se encuentran bien y algunos expertos han alertado también de los posibles problemas de salud mental por una situación tan traumática. El accidente se convirtió también en objeto de batalla política.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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