La inflación de la zona euro prosigue su escalada y se coloca en el 8,6%, un nuevo récord
Los precios de la energía, principal catalizador del zarpazo, se disparan hasta el 41,9% interanual
Llegará un punto en el que se acaben los adjetivos para definir el imparable ascenso de los precios. La inflación en la zona euro ha roto en junio un nuevo techo y asciende ya al 8,6% interanual, cinco décimas por encima del dato de mayo, que ya era un registro sin precedentes desde la creación del euro, según la estimación preliminar publicada este viernes por Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea. Solo hace un año, en junio de 2021, cuando el despliegue de las vacunas contra el coronavirus era una realidad tangible y esperanzadora, la inflación se encontraba en el 1,9%.
Mucho ha llovido desde entonces, y también se han disparado muchas balas. La recuperación tras la pandemia se atragantó con la guerra en el patio trasero del continente, después de la invasión Rusa de Ucrania en febrero, y ahora la duda es ya si la palabra recuperación tiene sentido alguno: la peligrosa conjunción del gran atasco global en las cadenas de suministro y la altísima dependencia comunitaria de la energía rusa han colocado a los 19 países del euro en territorio desconocido.
Los precios de la energía, principal catalizador del zarpazo, vuelven a desbaratar cualquier intento de embridar a un caballo desbocado, y siguen en zona peligrosa que puede hacer inviable cualquier estrategia de mejoría económica: se colocan en un 41,9% interanual (era del 39,1% en mayo).
Ese era en parte el precio de las represalias frente al régimen de Vladímir Putin: comienzan a hacer mella en el bloque comunitario las sanciones contra el carbón y el petróleo rusos, unido a los cortes de gas decretados por el Kremlin como respuesta, que ya afectan de forma total o parcial a 12 países de la UE. Mientras, la Comisión Europea prepara a la carrera planes de contingencia coordinados a nivel comunitario para hacer frente a posibles nuevos cierres de la manija energética. Y la importación de gas ruso por tubería a la UE se encuentra en uno de sus momentos más bajos. Este mes de junio, el suministro de gas natural licuado estadounidense ha superado al flujo por gasoducto desde Rusia, según datos de la Agencia Internacional de la Energía.
Los precios de los alimentos son otra de las víctimas colaterales de la guerra y la era de la pospandemia: tanto Rusia como Ucrania son dos de los mayores exportadores de grano del mundo, y este último tiene cerca de 20 millones de toneladas de cereal almacenado en puertos y silos sin poder abandonar el país debido al cerco del Kremlin. Con las cosechas del verano ya en ciernes, la cesta de alimentos, alcohol y tabaco se sitúa en un 8,9% interanual, cuando era del 7,5% en mayo.
Hasta nueve países de la zona euro tienen un 10% o más de inflación, con los bálticos Estonia (22%), Lituania (20,5%) y Letonia (19%) a la cabeza. España se sitúa justo en el 10% interanual (dato similar al 10,2% adelantado este miércoles por el INE, la mayor escalada de precios desde aquel lejano 1985).
Alemania, la locomotora industrial europea y uno de los países de la UE más adictos al combustible ruso, es, sin embargo, uno de los pocos que logra revertir ligeramente la tendencia y se coloca en el 8,2% interanual (frente al 8,7% de mayo) en parte debido a los subsidios al transporte y la energía aprobados para frenar el coste de la vida. Países Bajos también amortigua el golpe y pasa del 10,2% interanual al 9,9%.
“Aún no hay alivio para al Banco Central Europeo en estos datos”, ha reaccionado el economista Claus Vistesen, de Pantheon Macroeconomics, al conocer el avance de Eurostat. La “subida ha sido superior a nuestras previsiones y al consenso de los analistas”, ha valorado Ricardo Murillo Gili, analista de Caixabank.
El nuevo incremento y la perspectiva a medio plazo de un universo sostenido de precios altos redobla la presión para que el órgano encargado de la política monetaria europea siga adelante o incluso endurezca sus planes de subida de tipos.
El BCE ha anunciado ya un incremento del 0,25% en julio y otro en septiembre, que puede llegar al 0,5%, el principio de una senda de subidas que podría llegar al 2% en 2023. Algunos analistas estiman que el contexto actual aboca irremediablemente a una subida más extrema de hasta 50 puntos básicos en julio y otros 75 en septiembre.
Esta semana, Christine Lagarde, la presidenta del BCE, ha dejado claro que “irá tan lejos como sea preciso” para combatir la inflación y estabilizarla en el 2% (el objetivo oficial de la institución), tal y como reiteró hasta dos veces durante su discurso de apertura del foro anual sobre banca central celebrado en la villa portuguesa de Sintra.
La política de endurecimiento monetario será “proseguida de una forma determinada y sostenida”, añadió Lagarde en Sintra. “Removeremos cualquier obstáculo que pueda amenazar nuestro mandato de estabilizar precios”.
El giro hacia la restricción monetaria del BCE anunciado el mes pasado sigue la estela de rigorismo iniciada por la Reserva Federal de EE. UU. que aprobó hace un par de semanas la mayor subida de tipos de interés desde 1994, con un alza de 0,75 puntos, hasta situarlo en el 1,75%.
Los ajustes de la institución con sede en Frankfurt tendrán que transitar junto al abismo desde donde se ven, ahí abajo, los fantasmas del pasado: las subidas de tipos incrementan el peligro de que se disparen las primas de riesgo en algunos países –sobre todo en los del Sur– rememorando los ataques a la deuda soberana del 2012. El BCE prepara en estos momento un mecanismo antifragmentación para tratar de atajar futuras crisis como la vivida durante los tiempos más duros del euro.
El horizonte, de cara al otoño, se presenta oscuro, sobre todo si se tiene en cuenta la posibilidad de que Putin siga jugando con la manija del gas. Óscar Arce, director general de Economía del BCE, ha alertado este viernes de que, aunque no es la principal hipótesis, no debe despreciarse la posibilidad de un escenario “casi apocalíptico” con cortes energéticos desde Rusia, lo cual podría llegar a triplicar los precios del gas y provocarían una recesión, según ha contado durante una intervención en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Los datos de este viernes contienen una cifra para echar a volar un leve optimismo: la llamada inflación subyacente, que excluye los elementos más volátiles de la energía y los alimentos, baja muy ligeramente, del 3,8% interanual en mayo al 3,7% en junio. Los componentes de la inflación lo completan los bienes industriales no energéticos, cuyos precios han crecido un 4,3% en junio, frente el 4,2% en mayo, y los servicios, con un 3,4% interanual, frente al 3,5% de mayo.
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