Lagarde promete llevar la política monetaria “tan lejos como sea preciso” para combatir la inflación
La presidenta del BCE defiende que el nuevo instrumento antifragmentación permitirá subir tipos “tanto como sea necesario”
Remedó a Mario Draghi, pero a la inversa. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde replicó ayer la famosa expresión usada hace diez años por su antecesor en el discurso de apertura del foro anual sobre banca central que se celebra en la villa portuguesa de Sintra.
Pero mientras el hoy primer ministro italiano se comprometió a hacer “todo lo necesario” para salvar al euro, y para lograrlo inauguró una política monetaria expansiva, su sucesora acaba de prometer que “irá tan lejos como sea preciso” para combatir la inflación y estabilizarla en el 2%. Con lo que añade firmeza, incluso dureza, a la estrategia de subida de tipos de interés y finalización de las compras netas de activos.
Esta última medida empezará a aplicarse el próximo 1 de julio, según ratificó la presidenta. El alza de tipos, el día 21. Ambas decisiones se adoptaron en una reunión del consejo de gobierno del pasado día 9, mientras que el día 15, en un encuentro telemático de urgencia, se ampliaron los detalles (se organizará un mecanismo contra la fragmentación entre el norte y el sur). Y todo eso se mantiene.
El tono de mayor dureza se infiere del énfasis reiterativo de varias expresiones. Por dos veces se refirió a “subir tipos hasta tan lejos como sea preciso”. También calificó de “inquebrantable” su “compromiso de garantizar que la inflación vuelva a medio plazo al 2%”. Y aseguró que no le temblará el pulso al subrayar que la “normalización” —el eufemismo para la política de endurecimiento o restricción monetaria— será “proseguida de una forma determinada y sostenida”. “Removeremos cualquier obstáculo que pueda amenazar nuestro mandato de estabilizar precios”, concluyó, aludiendo a una bella frase de Leonardo da Vinci (“ogni impedimento è distrutto dal rigore”, esto es, “todo impedimento es destruido por el rigor”).
Este creciente rigorismo trae cuenta de la agravación inflacionaria. Las proyecciones de junio del propio BCE indican que los precios se mantendrán por encima del objetivo oficial, el 2%, hasta su medio plazo de cálculo, que acaba durante 2024. Y que la inflación subyacente (sin contar las más volátiles partidas de alimentos y energía) alcanzará el 2,3% ese año.
Lagarde aseveró también que el alza de precios “empieza a enraizarse” en el sector servicios, que es mucho más decisivo en la eurozona que el industrial. El profesor Richard Baldwin, especialista en el tema y profeta de que la nueva globalización se cernirá sobre este sector, recordó que en 2019 representaba el 74% de los empleos y el 66% del PIB del área del euro.
Pero la retahíla de angustias de la presidenta no acaba ahí. Como el empleo registra su mejor nivel histórico en la eurozona, cree más verosímil un alza salarial que realimente la espiral de precios. Los choques de oferta “podrán persistir más tiempo”. No aparecen “signos respecto a la guerra Rusia-Ucrania”. Y aunque esta acabará acelerando como alternativa la transición verde basada en las energías renovables, ocasionará un encarecimiento de las inversiones en ellas, aunque a largo plazo deba rebajar su precio.
Como corolario de todo ello, el poder adquisitivo de los hogares se adelgaza y las encuestas auguran un declive del consumo. Mientras, las empresas intentan mantener sus márgenes (agravando el alza de precios) y las incertidumbres las conducen a “retrasar inversiones”.
Ante esta recua de agravantes, los mensajes optimistas escasearon. La incertidumbre sobre el crecimiento viene a compensarse en parte por el gasto “apoyado por la explosión de la demanda tras la plena reapertura del sector servicios”. Y el consumo se aprovecha de los colchones ahorrados durante la pandemia, de las “medidas de apoyo fiscal” y de “la continuada fortaleza del mercado laboral”. Ahí, casi, concluyó el mensaje positivo.
Casi. La presidenta no ofreció nuevos elementos sobre el mecanismo anti-fragmentación que el consejo decidió impulsar el día 15, una lentitud que revela fricciones internas sobre sus detalles, y que contrasta con la rapidez histórica con la que se crearon otros instrumentos de política monetaria. Pero, a cambio, fue muy taxativa contra esa posible fragmentación derivada del alza de tipos.
Respuesta asimétrica
“Si las primas de riesgo responden en algunos países de forma rápida y desordenada”, “un cambio de política puede acompañarse de una respuesta asimétrica, independientemente del riesgo crediticio de los deudores individuales”. En plata: si las cosas se ponen feas, pondrá toda la carne en el asador en defensa de la deuda de Italia o España (no las citó), sea cual sea su nivel.
Alguno de los panelistas en el foro emitió potentes matices sobre el endurecimiento monetario. Es el caso de la profesora noruega Hilde Christiane Bjordland, invitada de la institución de Fráncfort como conferenciante. La escandinava, una de las expertas más reconocidas del mercado petrolífero, advirtió públicamente sobre “el efecto negativo magnificador del shock de precios” energéticos “cuando las instituciones optan por políticas de respuesta alta, del tipo halcón”.
Además de su oposición a que la subida sea “alta”, o sea, exagerada, Bjornland postuló que la nueva política del BCE se traduzca “en un [verdadero] cambio de actuaciones desde la política [monetaria] ahora”, para no llegar “demasiado tarde”, si bien desde la conciencia de que “estabilizar la inflación es difícil”. Y recomendó que ese cambio constituya una “respuesta equilibrada”. Es decir, acción inmediata, en el cortísimo plazo, y ponderación de su contenido con una visión a largo plazo, de manera que no se cultive una recesión.
Bjornland recordó que todas las recesiones posteriores a la Segunda Guerra Mundial han sido precedidas de shocks petrolíferos. El actual está beneficiando a EE UU, sobre todo en el sentido de que la mayor explotación y exportación de gas de esquisto a Europa y su autosuficiencia petrolera “le evitará altos precios” importados. Y destacó que, desde la guerra de Putin, la probabilidad de recaer en una recesión ha aumentado. Pero no la de una estanflación. “Depende”, entre otras cosas... de la política monetaria, su rapidez y eficacia.
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