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“El BCE hará lo necesario para sostener el euro”

El presidente de BCE, Mario Draghi, alivia la tormenta financiera con una simple insinuación de que actuará a fondo para garantizar el futuro de la moneda única

Claudi Pérez
El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.
El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.EFE

Le bastó arquear una ceja, y un instante después todos corrían como conejos. Apenas un puñado de palabras pronunciadas el jueves por Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), funcionaron como un soplo de aire fresco en esa habitación cerrada que es la crisis europea, con los mercados empeñados en dejar la utopía europea en cueros. “El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente”, dijo a mediodía en Londres. Esa insinuación corrió como la pólvora: la Bolsa española cerró unas horas después con una subida del 6% (la mayor en dos años) y la prima de riesgo cayó 50 puntos de golpe, con el tipo de interés del bono a 10 años de nuevo por debajo del 7%, una cifra que a pesar de todo sigue siendo de auténtica pesadilla. En Italia, la otra frontera del euro, las alegrías fueron similares. En el resto de mercados la mejoría fue la tónica general, tras varias jornadas de desagradable estrés.

Nunca con tan poco el mercado se había movido tanto: ese guiño del Eurobanco vale más que un centenar de planes de ajuste. Es la prueba de que el mercado sabe que Draghi tiene la solución en su chistera. Solo el BCE tiene el poderío necesario. Aunque para ello su presidente tenga que lidiar con la ortodoxia alemana y esa especie de celo mesiánico que ha impedido, hasta ahora, un mayor activismo del banco central.

La armadura de la Unión cruje por los cuatro costados, en especial por el lado de Grecia, serio candidato a dejar el club, y por los de España e Italia, capaces de echar abajo todo el edificio. El miedo ha calado de tal manera que parece irresoluble ese bucle infernal con tres problemas concatenados: estancamiento económico en toda la eurozona que va para largo; posibilidad de impago de la deuda en algunos países y formidables incógnitas sobre la solvencia de la banca, el aparato circulatorio del sistema.

La Bolsa española se disparó más de un 6%, el mayor salto en más de dos años

Y justo cuando parece que no hay salida, aparece Draghi y consigue cambiar el paso de Europa, al menos temporalmente. Con un par de zarpazos. Uno: “En la medida en que las primas de riesgo dificulten el funcionamiento de los canales de transmisión de la política monetaria, caen bajo el mandato del BCE”, una fortísima señal sobre la puesta en marcha de medidas paliativas, entre las que ni siquiera puede descartarse ya la polémica compra de bonos. Y dos: “Los mercados están minusvalorando los progresos europeos para una unión bancaria y económica más profunda”.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, aseguró que no se siente “sorprendido en absoluto” por las palabras de Draghi y aseguró que está “igual de tranquilo” que hace una semana sobre una posible intervención. El BCE, recordó, es “el principal valedor del futuro” de la moneda única, aunque los gobiernos deben hacer un esfuerzo de reconducción del déficit público y reformas estructurales.

Tras varios meses de brazos cruzados a la espera de que los países con problemas y los socios del euro hicieran sus deberes, los comentarios de Draghi demuestran que el BCE está listo para usar su potencia de fuego —una profundidad de balance de dos billones de euros adicionales— de una u ora manera. Para pasar de las palabras a los hechos, sin embargo, el BCE quiere garantizarse el compromiso de los Gobiernos con los ajustes y el de la eurozona con la nueva arquitectura institucional: unión bancaria, unión política, unión fiscal, esas cosas.

El banco puede comprar bonos a corto plazo o cédulas hipotecarias

La incertidumbre sigue siendo muy elevada, pero en Bruselas se impone algún tipo de solución que combine medidas extraordinarias del BCE con los fondos de rescate europeos para comprar deuda. Draghi dejó en el aire el tempo de sus nuevas medidas y el instrumento elegido. Pero fuentes europeas apuntan que lo más probable es una combinación que incluya la flexibilización de las garantías que Draghi pide a la banca y una reactivación de los programas de compra de activos: es posible tanto la adquisición de bonos a corto plazo (hasta que los fondos europeos disparen) como la compra de cédulas hipotecarias y otros productos para cambiar el sentimiento del mercado, sea lo que sea el sentimiento del mercado. Tampoco se puede descartar una nueva barra libre de liquidez a tres años. Siempre con la vista puesta en los países mal llamados periféricos.

El próximo movimiento de Draghi llegará el jueves 2 de agosto en la reunión del BCE. Ahí deberá confirmar (o no) las expectativas de su discurso de ayer, en una conferencia en plena City londinense. “El peligro es que veamos un déjà vu y Draghi vuelva por donde suele el BCE: defraude las expectativas”, explica José Carlos Díez, de Intermoney. Al cabo, es el mismo Draghi que en su día suspendió el programa de compra de bonos, y que hace menos de un mes juró y perjuró que el BCE no va a adquirir deuda a gran escala. “Lo mejor que puede hacer es disfrutar de las carreras que ha provocado con solo abrir la boca y quedarse de brazos cruzados. Y disparar cuando menos lo espere el mercado para cazar incautos”, apuntó el analista Juan Ignacio Crespo.

El tiempo apremia para España. El alto coste que paga por financiarse es difícilmente sostenible. Irlanda, un país rescatado en noviembre 2010, ha pagado menos intereses que el Tesoro español por vender bonos. El jueves el irlandés colocó 5.233 millones en su primera emisión de bonos a más de dos años desde el auxilio. Gran parte de esa cantidad, 4.190 millones, a bonos a cinco y ocho años con un interés del 6,1 y el 5,9 %, respectivamente, más bajos que España.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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