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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa debe dar un do de pecho

Hoy es el día en que los ministros económicos deben completar la voz intermedia, ya entonada por el BCE

Xavier Vidal-Folch
El ministro alemás de Finanzas Olaf Scholz, junto a Christine Lagarde, Paolo Gentiloni y Bruno Le Maire.
El ministro alemás de Finanzas Olaf Scholz, junto a Christine Lagarde, Paolo Gentiloni y Bruno Le Maire.FRANCOIS LENOIR (Reuters)

No valdrá cualquier nota. Hay que llegar a la máxima, si pretendemos salvar la recesión en marcha, rescatar a los más perjudicados y afianzar la idea de Europa.

El Eurogrupo debe alcanzar el do de pecho. Los cantantes tienen tres modos de voz: grave, intermedio, agudo. El genio surge en el tránsito de uno a otro. “Lo ideal es que el que escucha no lo note en absoluto y que la voz suene como una totalidad en toda la amplitud de su registro”, sostenía Luciano Pavarotti.

El modo grave ya está en marcha: el reaseguro de desempleo planteado por la Comisión, por 100.000 millones de euros. Complementa y supera sus dos actuaciones anteriores: la hibernación del Pacto de Estabilidad (techos del 3% del PIB en déficit y del 60% en deuda) y la architímida disposición presupuestaria de 37.000 millones por las vías de apurar rincones no gastados y reordenar cajones hacia la nueva prioridad.

Hoy es el día en que los ministros económicos deben completar la voz intermedia, ya entonada por el BCE. Uno, con la recapitalización del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para que despache créditos y avales a empresas hasta 200.000 millones nuevos (se habían previsto 40.000).

Dos, con el uso del fondo de rescate o Mecanismo Europeo de Estabilidad, Mede, que movilizaría similar cuantía, con su vieja línea de crédito y una nueva, “precautoria”, para la pandemia. Pero esta vez sin someterlas a la condición de compromisos de austeridad, algo que ya casi arruinó la suerte de Europa y que hoy sería inaceptable: Berlín debe placar a La Haya, en interés de todos, también en el suyo propio.

Los detalles de tipo y plazos se prevén favorables. Y el conjunto allegaría casi medio billón, sintetizó el jefe del Eurogrupo, Mário Centeno (EL PAÍS, 4/4).

Si todo se cumple así, sin condiciones onerosas y con celeridad, el acuerdo sería un gran paso contra la parálisis económica. Completaría la segunda voz. Pero no basta, porque exhibe límites: hay que preparar ya hoy, sin que “se note”, la transición a la tercera, la más aguda: anunciar el estudio —incluso aunque no sea la decisión—, de una emisión masiva de eurobonos —con distintas opciones técnicas—, potencialmente ilimitada.

Es tarea de hoy, pues la periodificación en dos fases distintas y estancas (primero compensar la hibernación, luego, el relanzamiento contra la recesión) es artificial: van engarzadas, una lleva a la otra. Y si tiene razón el jefe del Mede, Klaus Regling (EL PAÍS, 3/4), el más europeísta de la tecnocracia alemana, se requerirían siete meses para crear un Tesoro europeo. Que esté diseñado para otoño puede ser clave.

La tiene en que ya existen eurobonos (del BEI, y de la Comisión para países extra-euro), aunque selectivos en su fin, limitados en su aplicación y acotados en su cuantía. Pero si el principio rige como acto, ¿por qué algunos rugen contra la realidad? ¿Por qué no sacar toda la virtualidad posible de esa, magnífica, experiencia ya ensayada?

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