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OPINIÓN
Columna
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España innova

El desarrollo futuro del empleo y de los salarios en España en la era de la tecnología global dependerán, principalmente, de la inversión en I+D+I

José Carlos Díez
Investigadores del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) durante una jornada de puertas abiertas, con niños.
Investigadores del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) durante una jornada de puertas abiertas, con niños.CNIO

Esta semana el INE ha publicado los datos de I+D+i de 2018 y ha sido una sorpresa positiva. La inversión crecía un 6% y recupera los niveles de hace una década. El 90% del crecimiento de la inversión lo explica el sector privado, con un crecimiento del 9% anual y con una inversión que ya supera en un 30% toda la inversión pública. El principal problema de innovación en España se concentraba en el sector privado, por eso debemos valorar tan positivamente esta noticia. El desarrollo futuro del empleo y de los salarios en España en la era de la tecnología global dependerán, principalmente, de esta inversión.

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La inversión pública mejora pero muy lentamente, 2,5% anual. El crecimiento es menor que el del PIB nominal y de los ingresos públicos por lo que la inversión en innovación no es una prioridad de las políticas públicas en España. Buena parte de la inversión la realizan las comunidades autónomas y las diferencias entre ellas son abismales. Las comunidades que no prioricen la política tecnológica están condenadas a perder talento, a envejecer, a despoblarse y a tener peores salarios.

El gasto en pensiones suponía en 2007 el 15% del gasto público total y ahora supera ya el 20%. El crecimiento del gasto público se concentra en pensiones y sanidad que beneficia principalmente a los jubilados, el 20% de la población, y limita la política tecnológica. La deuda pública está en máximos del último siglo, el Estado sigue teniendo déficit en sus cuentas y los españoles tenemos intolerancia a la subida de impuestos. Con esta limitación la solución será con alianzas público-privadas o no será.

La innovación es muy complicada de medir. Telefónica acaba de presentar su plan estratégico. Sus clientes han dejado de usar su servicio de llamadas y de mensajes y pronto veremos el fútbol por Internet. Con buen criterio, la compañía ha dejado de pensar como una empresa de telecomunicaciones y quiere ofrecer a sus 340 millones de clientes servicios de Internet de las cosas, análisis de datos y ciberseguridad. Solo conseguirá éxito en ese nuevo entorno si opta por un modelo de innovación abierta, atrayendo nómadas digitales a los que no les gustan los contratos para toda la vida e ir a la oficina de 9.00 a 17.00, de lunes a viernes.

Telefónica seguirá contestando a las encuestas del INE con su inversión en I+D. Pero esas encuestas no miden la aportación de sus colaboradores autónomos. Esas comunidades de innovadores determinarán buena parte del crecimiento de la inversión en innovación en la próxima década. En los años ochenta nos beneficiamos de deslocalización industrial europea por tener salarios más bajos y mejor calidad de vida en España. Ahora tenemos la oportunidad de aprovecharnos de la deslocalización digital que ya ha comenzado las ciudades del norte de Europa y que irá a más.

La Fundación Cotec compara nuestros datos de inversión en innovación con nuestros socios europeos, EE UU y China, y hemos perdido una década. Recuperemos el tiempo perdido.

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