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Seguimos insistiendo: otro texto por la igualdad

Las mujeres pueden llegar a afrontar una desigualdad mínima en un momento determinado, pero cuando esta interactúa con otras circunstancias relacionadas con el género los efectos se multiplican

Feministas gallegas el pasado fin de semana en un acto previo al 8M. / ELISEO TRIGO (EFE)
Feministas gallegas el pasado fin de semana en un acto previo al 8M. / ELISEO TRIGO (EFE)

Este texto será uno más en la larga lista de los que se han publicado con motivo del ocho de marzo. Sin embargo, creo que es importante escribirlo y sumarlo a todas las voces que en estos días se pronuncian contra la desigualdad que afecta a las mujeres.

En la Fundación Alternativas estudiamos en nuestros informes y documentos de trabajo las cuestiones de género desde diferentes enfoques. Así ponemos en evidencia que la cuestión de la desigualdad que soportan las mujeres es un proceso multidimensional y acumulativo[1]. Esto quiere decir que en la mayoría de los casos las mujeres pueden llegar a afrontar una desigualdad mínima en un momento determinado de sus vidas, pero cuando esta interactúa con otras circunstancias relacionadas también con el género los efectos se multiplican.

Si seguimos la trayectoria vital de una mujer desde su incorporación a la educación formal, podemos ver cómo se enfrenta a las estadísticas que determinan que la competencia lectora de las niñas es superior a la de los niños, y que estos últimos son mejores en matemáticas. Pasando por alto que estas estadísticas varían en función de los países, tal y como ha puesto de manifiesto el informe PISA 2015, podríamos sospechar cierta predisposición del sistema educativo a dirigir el desarrollo profesional futuro de los niños y las niñas.

Porque no olvidemos que tanto los libros de texto como los profesionales de la educación son los que moldean la formación y las vocaciones de los individuos. Por poner un ejemplo, muchos padres y madres se sorprenden ante comentarios de sus hijos e hijas sobre cuestiones de género aparentemente superadas. Estos detalles que podrían no tener importancia quedan grabados en el individuo, y contribuyen a perpetuar roles de género y estructuras sociales.

Superada la etapa formativa, en la que las cifras dan una mayor presencia de mujeres en las aulas, llega el momento de enfrentarse al desarrollo de la carrera profesional. Durante los primeros años las mujeres se encuentran en aparente igualdad y las cifras de brecha salarial no superan el 7%. En cambio, en la franja comprendida entre los treinta y los treintainueve años empiezan a aparecer las diferencias, llegando a alcanzar un 25% en personas de entre cincuenta y cincuentainueve años[2].

Además, la brecha salarial aumenta cuanto menor es el nivel educativo. En esta cuestión tendremos también que aplicar el enfoque multidimensional del que hablábamos arriba. Las interrupciones en la carrera profesional de las mujeres, debidas por lo general a un desigual reparto de responsabilidades familiares, afectan de manera clara a la confianza que puedan despertar ellas en sus potenciales empleadores. Esta situación provoca que en muchos casos las mujeres se vean obligadas a elegir una carrera profesional con menos responsabilidades. Por otro lado, la vida laboral de las trabajadoras refleja trayectorias más inestables, causadas sin duda por la maternidad y el cuidado de hijos.

 El Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades debería ser prioritario en programas electorales para incorporar el género en todas las políticas públicas

Si seguimos avanzando en la carrera profesional de una mujer, el siguiente obstáculo al que se enfrentará será el techo de cristal. Llegados a este punto de la trayectoria laboral, a lo anterior habría que añadir las redes profesionales que serán el soporte de cualquier avance que se planifique. En las escalas profesionales más elevadas la presencia masculina se generaliza, por lo que para una mujer resulta complejo enfrentar los distintos estereotipos que perviven en el imaginario colectivo.

De aquellas profesionales que consiguen atravesar el techo de cristal se escucha decir que es mucho más difícil mantenerse allí arriba. En el IBEX 35 solo el 10% de los puestos de liderazgo eran ocupados por mujeres en 2015. A día de hoy esta situación no ha mejorado. El mismo panorama se repite en la representación política, aunque en España las cifras dan mejores resultados para las mujeres que en otros países de nuestro entorno. Cuatro de cada diez diputados eran mujeres en la última Legislatura.

Para concluir quisiera insistir en poner el foco en dos escenarios. En el ámbito de lo doméstico, con la cuestión fundamental del reparto de tareas, y en la carrera profesional por la igualdad salarial y el acceso a posiciones de responsabilidad. En ambos son necesarias políticas positivas que impulsen un cambio de modelo en el que la igualdad efectiva de hombres y mujeres permita el desarrollo personal de cada individuo en todos los aspectos que afecten a su vida. Son imprescindibles las cuotas temporales para que las mujeres puedan acceder a los espacios en los que están infrarrepresentadas. Y debería ser prioritario en cualquier programa electoral impulsar el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades para incorporar las cuestiones de género en todas las políticas públicas.

Hay que seguir insistiendo porque no podemos retroceder ni un paso, y esta es una tarea de toda la sociedad.

* Inma Ballesteros es directora del Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas

[1] Salazar,L. “Desigualdad de género: más allá del mercado laboral”, Informe Desigualdad Fundación Alternativas 2018.

[2] Conde-Ruiz, J.I. Brechas salariales de género en España. Laboratorio Fundación Alternativas 2016.

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