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Columna
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Catalexit

Los catalanes llevan cinco años perdidos y necesitan que sus políticos se ocupen de sus problemas

José Carlos Díez
Sede de Caixabank en Barcelona en la Avenida Diagonal 621.
Sede de Caixabank en Barcelona en la Avenida Diagonal 621.LUIS SEVILLANO

Desde hace años los independentistas han estado construyendo un relato de construcción nacional. El relato tenía que ser ilusionante y prometieron que todos los catalanes vivirían mejor desde el primer día, que la desconexión sería pactada y ordenada, que seguirían en la Unión Europea con el mismo estatus jurídico actual que las agencias les subirían el rating, etcétera.

El problema es que la realidad es como un grifo mal cerrado; al principio mancha el fregadero pero acaba perforando el acero inoxidable. Como algunos llevamos advirtiendo desde hace años Cataluña es una economía altamente endeuda con el exterior y dependiente del BCE y del Tesoro Público que le trasfunden liquidez cada mes sin la cual la Generalitat no podría pagar ni las nóminas de médicos, profesores, bomberos, etcétera.

Ha bastado tan sólo el anuncio de la declaración unilateral de independencia para que se active la fuga de capitales. El Gobierno de España sigue transfundiendo liquidez para pagar las nóminas y el BCE para garantizar la liquidez a los bancos y la estabilidad de la deuda pública española. El Tesoro Público emitió ayer 4.600 millones de euros a cinco años al 0,5%, por lo tanto la probabilidad esperada de impago de esos bonos para los inversores internacionales está próxima al 0%.

Pero los mercados de capitales y especialmente las bolsas no tienen la protección del banco central y es donde ha estallado el problema. El pasado viernes comenzaron ventas masivas y continuaron toda la semana. La tensión se concentró en los bancos y especialmente en los que tienen sede en Cataluña. El 80% de sus depósitos los tienen en el resto de España y realmente son bancos españoles. Pero el temor a una hipotética independencia que dejase fuera de la UE y del acceso al BCE a ambas entidades provocó ventas masivas en bolsas y un desplome de cerca del 15% en tan sólo cuatro sesiones.

Bastó el anuncio de que Banco Sabadell convocaba un consejo extraordinario para cambiar su sede social fuera de Cataluña para que el precio de su acción subiera un 6%. No obstante, la causa del temor de los inversores fue el anuncio de Puigdemont de la declaración unilateral de independencia. Por lo tanto, si el President quiere acabar con la tensión y dejar de poner en riesgo la estabilidad financiera y la creación de empleo bastaría con no dar un paso al frente al borde del precipicio.

Si rectifica y retorna la normalidad institucional, con el BCE comprando deuda el incendio se sofocaría rápidamente. Los catalanes llevan cinco años perdidos y necesitan que sus políticos se preocupen de sus problemas: el desempleo, la desigualdad, las pensiones, la sanidad, la educación, la atracción de inversiones que creen empleo de calidad en la era de la tecnología global, etcétera.

Por mucho que se empeñen algunos no se puede entender Cataluña sin España ni España sin Cataluña. La clave es que una mayoría de españoles volvamos a encontrar los consensos necesarios para seguir progresando juntos, como hemos hecho los últimos 40 años de democracia.

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