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Columna
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Venezuela

El inicio de un diálogo político es positivo pero no hay que olvidar la grave crisis económica que vive el país

José Carlos Díez

El inicio de una mesa de diálogo —promovida por el expresidente José Luis Zapatero y con la presencia del papa Francisco— puede ayudar a desbloquear la situación política en Venezuela. La presidencia está en manos bolivarianas y en el Congreso hay mayoría de la oposición, lo que provoca problemas de cohabitación. Desbloquear el conflicto era una prioridad. Pero ahora lo que toca es atender la grave crisis económica. Venezuela se benefició del superciclo de materias primas, pero aumentó su dependencia del petróleo. El desplome de precios en 2014 y 2015 hundió los ingresos por exportación y públicos. El país tiene difícil acceso a los mercados internacionales de financiación y el déficit se financió apelando al banco central con inflación.

Como nos enseñó el modelo con el que Paul Krugman consiguió el Nobel, cuando el país agotó sus reservas de divisas, sufrió una crisis cambiaria y un frenazo brusco. Se estima que la caída de importaciones desde 2014 está próxima al 70% nominal, sin precedentes históricos en América Latina. El tipo de cambio paralelo llegó a ser 100 veces el oficial, algo también sin precedentes.

En febrero de 2016 el Gobierno, con buen criterio, permitió que el tipo paralelo se depreciase hasta 600 contra el dólar, ajustándolo a la realidad. Eso encareció los precios de los bienes importados provocando un desplome del consumo. Y la demanda se concentra en bienes con precios regulados donde superan la oferta y hay que racionarlos.

Los salarios en dólares ya vuelven a ser competitivos para producir bienes y servicios fuera del petróleo y reducir su dependencia. Pero hay problemas de suministros y aún están lejos de la estabilidad necesaria para que las empresas inicien proyectos nuevos de inversión que creen empleo.

Hay que eliminar el tipo de cambio dual. Y hay que estabilizar la inflación. Esto tendrá un coste a corto plazo pero es necesario para salir de la crisis. Hay que presentar un plan de ajuste fiscal gradual con reglas creíbles y empezar a normalizar el acceso a los mercados para romper la escasez de dólares e inversión directa en empresas creadoras de empleo. A la vez hay que pasar de precios regulados en productos básicos a tarjetas sociales para personas en riesgo de exclusión, de forma gradual para no provocar inestabilidad social.

Todos los venezolanos deben dejar de pensar qué puede hacer Venezuela por ellos y empezar a pensar qué pueden hacer ellos por Venezuela. El país es de todos y las ideologías son necesarias. Una buena economía es condición necesaria en democracia. La derecha debe asumir la necesidad de redistribuir renta. Y la izquierda debe dejar de pensar que hablar de economía es conspirar socialmente.

Que la fuerza les acompañe.

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