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Nuevos aires en calidad Pascual

La empresa láctea retrocede en ventas, pero reduce su deuda en 30 millones

María Fernández
Un camión cisterna del grupo Pascual
Un camión cisterna del grupo Pascual

Si 2014 fue un buen año en términos de facturación para Calidad Pascual, en 2015 volvieron las turbulencias a la empresa de alimentación burgalesa, que vivió un retroceso en ventas de 15 millones, el 3,3%. Su presidente, Tomás Pascual, ve el vaso medio lleno. “Es una compañía más firme y sólida que en 2011. Hemos logrado potenciar nuestro liderazgo y ser más sostenibles económicamente que antes”. Pero la plantilla siguió adelgazando y ronda ahora los 2.300 empleados, frente a los 2.486 de un año antes (que a su vez habían caído respecto al anterior). La buena noticia del ejercicio fue una mejora en la eficiencia. El Ebitda arañó un 1,5%, hasta los 74,7 millones de euros, y la deuda se redujo de 248 a 218 millones.

El grupo burgalés, que llegó a facturar más de 900 millones de euros en sus mejores años, ha vivido en los últimos tiempos un proceso de contracción que sin embargo no oculta unos números envidiables: su cifra de negocio alcanza los 690 millones, compra en 456 ganaderías, tiene 3.387 proveedores, 6 fábricas y 348 distribuidores. Calidad Pascual coloca en los lineales de los supermercados 1.000 millones de unidades de productos cada año en 13 categorías, y en España cuenta con 117.000 puntos de venta. Además, su planta de Aranda de Duero es una de las más modernas y automatizadas del sector.

Pero las cosas no iban bien desde 2007, el primer año en que registró pérdidas. La crisis y su escasa internacionalización torcieron el rumbo del grupo, entonces llamado Leche Pascual. En 2013 vendieron su división de zumos (Zumosol) al grupo familiar turco Toksöz y cedieron varias fábricas. Ahora parece que corren nuevos aires. La pasada primavera ficharon a José Luis Saiz como nuevo consejero delegado en sustitución de Ignacio García-Cano, en el cargo desde 2012. El nuevo ejecutivo, que comenzó su carrera en Henkel Ibérica y trabajó en la británica Cadbury (hoy Mondelez), es un aficionado a la escalada acostumbrado a los retos. En los últimos meses no se ha prodigado en presentaciones públicas. “Lo está analizando todo de arriba abajo”, aseguran sus colaboradores. Su objetivo es recuperar la senda del crecimiento para diferenciarse de la competencia, abarrotada de productos low cost. También se ha marcado como reto potenciar la dirección de innovación de la compañía, un área de la que siempre presumió el grupo —fueron los primeros en comercializar la leche uperizada en brik—, pero a la que se destinan escasos recursos: el año pasado fueron solo 1,5 millones de euros, el 0,2% sobre facturación.

En el apartado de lácteos su objetivo sigue siendo ofrecer un estándar de calidad alto (se mantienen en los primeros puestos de las comparativas que realiza la OCU), y para eso cuentan con un gran ecosistema agrícola alrededor de su factoría de Burgos.

Gran reserva inmobiliaria

Una de las fortalezas de Calidad Pascual tiene poco que ver con los lácteos: está en el suelo. El grupo posee el 100% de Kampinas, cuyos activos ascienden a 48 millones de euros, según el balance de 2015 presentado en el Registro Mercantil. Esos activos son principalmente suelo adquirido en Marbella en la década de los ochenta por Tomás Pascual Sanz, fundador del grupo. De esa época arranca su relación con el promotor Ricardo Arranz y el impulso de la urbanización de lujo El Real de los Monteros o el club de golf La Quinta. A finales de los noventa ambos se embarcan en una pelea judicial por la que al final Pascual cedió parte del control de los activos a su antiguo empleado y socio, pero el grupo sigue teniendo importantes bolsas en urbanizaciones exclusivas de la Costa del Sol que alcanzan 1,5 millones de metros. Sólo el año pasado los arrendamientos proporcionaron ingresos a Pascual por importe de 4,7 millones. Otra de sus filiales es la constructora Peache, dedicada a la obra civil, naves industriales y edificios de oficinas.

María Jesús Fernández, técnico veterinario del grupo, explica que la forma de trabajo es estricta. “Los ganaderos saben que si no cumplen ciertos parámetros rescindimos los contratos. Lo hacemos así porque existe un riesgo para le leche, que desde que sale de la vaca necesita no perder sus valores”. Una gota de sangre de una ubre puede contaminar un camión cisterna entero. Lo cuenta en la granja Ventosilla (Burgos), delante de un tanque que acaba de recibir el producto del ordeño a 35 grados y que lo bajará a 2 grados para evitar que crezcan las bacterias. “Intentamos que la leche que no es válida por cualquier causa se detecte en la ganadería, porque si ese producto defectuoso se transporta ya se generará un sobrecoste para el ganadero”. En todas las granjas practican la selección genética (eligen los ejemplares con mejor ubre, cuerpo o estructura lechera) para elevar el rendimiento. Un solo animal podrá dar en su vida entre 38.000 y 40.000 kilos de leche, a una media de 40 litros diarios. Es un negocio que tiene que beneficiar a las dos partes: diariamente el grupo recoge más de un millón de litros de leche a más de 470 ganaderos, a los que se ayuda por medio de incentivos y servicios en el desarrollo de sus instalaciones.

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Los lácteos (leche, nata, mantequilla) generan el 52% de las ventas del grupo, mientras que el agua Bezoya representa el 15,9%, y las bebidas Bifrutas el 9,5%. Más allá de estos productos tienen otras gamas que han vivido numerosos lanzamientos en los últimos tiempos. Con pesos que rondan el 5% de la facturación están sus bebidas Vivesoy, los yogures pasteurizados y el café Mocay. Las nuevas referencias, dentro de un catálogo de 200, están pensadas para un mercado que evoluciona: DiaBalance es su gama para personas con diabetes; la leche Pascual Pro aporta un 50% más de proteínas que una leche normal y Vivesoy Digestivia es una bebida elaborada con arroz para quien no quiera proteínas animales.

Francisco Hevia, director de RSC, explica que además de presentar buenos resultados se han embarcado en una estrategia para “armonizar los objetivos de negocio con las expectativas de los grupos de interés”. En cinco años deberían alinearse con la estrategia europea para reducir un 20% su impacto ambiental global en tres ejes: emisiones de CO2 derivadas del transporte; consumo energético y de agua, y peso de los envases.

Tomás Pascual Sanz, fundador de la compañía y padre del actual presidente, comenzó a trabajar a los 12 años como vendedor de bocadillos en la estación de Aranda de Duero aprovechando que su familia regentaba la cantina. Con mucho esfuerzo se labró una reputación como distribuidor de alimentos y fabricante de piensos hasta que, en 1969, la caja de ahorros de Burgos le pidió que se hiciese cargo de la quebrada Central Lechera Arandina. Fue el comienzo de una exitosa aventura empresarial que el actual presidente quiere agrandar sin perder de vista los valores de la empresa familiar.

Uno de sus talones de Aquiles está en la internacionalización. Aunque venden sus productos en 63 países, su negocio exterior apenas supone el 5% de la facturación. En los próximos años quieren extenderse al sureste asiático y a regiones de África apostando por productos que no necesitan frío, como los yogures pasteurizados o las bebidas.

En el plano nacional, la apuesta está en el sector del gran consumo. Se marcan el objetivo, hasta 2020, de duplicar la facturación en el canal de hostelería, que actualmente supone el 40% del negocio.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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