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La amarga invasión de la miel china

Los productores españoles denuncian los bajos costes y las sospechas de adulteración del producto que llega del país asiático

Un apicultor chino sopla a un panal en la provincia de Sichuán.
Un apicultor chino sopla a un panal en la provincia de Sichuán.Jie Zhao (Getty)

Usted, consumidor español, no se va a dar cuenta, pero de cada cuatro kilos de miel que se envasan en España —sea para consumo doméstico o industrial— al menos uno viene de China. El mercado español demanda 30.000 toneladas y se importan 30.511 toneladas, un 58,2% de ellas vienen del país asiático. Lo que más preocupa al sector no es ya el volumen, sino el hecho de que, en cuestión de una década, se haya multiplicado por diez. Los productores chinos se han convertido en los principales protagonistas del mercado español de la miel y han expulsado del negocio a proveedores históricos como Argentina, que en la actualidad solo contabiliza ventas testimoniales.

¿Y la miel española? España es, con diferencia, el mayor productor europeo del edulcorante natural, con 34.000 toneladas al año, alrededor del 15% del total comunitario. Sin embargo, la calidad del producto español —derivado de la enorme variedad de flores de España y del clima— hace que esté muy demandado en otros países de la región como Francia, Alemania o Reino Unido, que se llevan alrededor de 20.000 toneladas. En consecuencia, para suplir el resto de la demanda los envasadores e industriales españoles recurren a las importaciones, y China es el mayor productor mundial de miel, con 450.000 toneladas en 2012, según la FAO.

Hasta aquí, todo correcto. Pero el mapa de la abeja en todo el planeta está cambiando. El sector en España, con unos 2,7 millones de colmenas y más de 25.000 apicultores, ha reducido en más de un 40% su producción en los dos últimos años, fundamentalmente por los problemas derivados del cambio climático, así como otros con los que los apicultores dicen ya se han acostumbrado a convivir, como la varroa (un ácaro que se cuelga de las abejas y las debilita hasta matar colmenas enteras), el efecto negativo de los herbicidas y pesticidas o, últimamente, la avispa asiática.

La mayor parte del edulcorante español se exporta al resto de la Unión Europea

Lo que preocupa al sector es que estos problemas no han detenido la progresión del mercado chino. “Los problemas afectan a todos los países, con descensos en la producción”, señala Ángel Díaz, responsable del sector apícola de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). “Es para preguntarse por qué mientras todos los países bajan su producción, China es una máquina de poner sus productos en el mercado y desplazar al resto. Es una situación preocupante y la hemos denunciado reiteradamente en Bruselas”.

Frente a unos costes de producción en España que van desde los 2,40 euros el kilo a más de cinco euros, según el tipo, el edulcorante del país asiático llega al mercado a alrededor de 1,40 euros el kilo, aun contabilizando un arancel del 17% ad valorem. Eso ha llevado a la industria a prácticamente paralizar sus compras de miel española: según han denunciado las organizaciones (UPA, ASAJA y COAG) y cooperativas agrarias, lo que quieren los productores y envasadores es rebajar el precio a alrededor de dos euros el kilo, más parecido al del edulcorante importado.

El bajo coste del producto chino lleva al sector español a sospechar: los productores opinan que, aun teniendo en cuenta los salarios menores, es imposible para los chinos vender miel pura de abeja —aún menos, miel que se ajuste a los estándares españoles— a ese precio. Díaz no se anda por las ramas a la hora de denunciar lo que, para él, es el motivo del éxito del país asiático: “Entendemos que una parte de la miel procedente de China no cumple los estándares de calidad y seguridad alimentaria por el uso de antibióticos e insecticidas prohibidos en la UE, lo que supone ya una competencia desleal”, afirma. “Pero además, porque entendemos que otra parte de lo que se importa como miel en realidad es un jarabe de arroz, sometido posteriormente a un proceso industrial que podemos demostrar”.

Bruselas acaba de aprobar un plan de ayudas al sector valorado en hasta 33 millones

Es una acusación seria, pero el país asiático tiene unos antecedentes preocupantes. En 2013, la policía incautó en la provincia de Chongqing 45 cubos de miel falsa hecha de agua, azúcar, colorante y alumbre de aluminio como clarificante. En febrero de este año, Dinamarca descubrió cómo una empresa del país había importado miel china que no era tal. La propia Comisión Europea —que prohibió las importaciones entre 2002 y 2004— presionada por los productores, abrió a finales del año pasado una investigación que, en un estudio preliminar con más de 2.200 muestras en 30 países (los Veintiocho, Suiza y Noruega), descubrió que un 6% de la miel que se vendía como tal estaba adulterada con azúcar en mayor o menor medida.

Peligra la reputación

La industria, por su lado, conoce la reputación de la miel china y afirma que la somete a un escrutinio más concienzudo. Aunque reconoce que probablemente no sea la de mayor calidad del mercado, considera que tiene los estándares de calidad exigibles. Los productores denuncian que la industria está mezclando miel procedente de China con la española, lo que, en caso de fraude, puede dañar a todo el mercado nacional y, lo que es peor, acabar con el prestigio del edulcorante español que se vende en el exterior.

La legislación no ayuda. Mientras algunos países, como Italia, exigen que los distribuidores expliquen el origen del producto que venden país por país, España se conforma (con el beneplácito de Bruselas) con que se indique si las mieles que se venden vienen de dentro o de fuera de la Unión Europea. Para los apicultores ese fue un golpe bajo contra la producción y contra los consumidores, que no saben lo que están adquiriendo. Desde la Administración, por otra parte, se fían del buen hacer de las industrias y de sus controles.

Para apoyar al sector, Bruselas acaba de dar luz verde a un plan nacional que otorgará 17 millones de euros (que pueden llegar a 33 millones) en ayudas al sector hasta 2019. Pero, aparte de ayudas, los apicultores piden claridad y transparencia.

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