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Columna
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Unos presupuestos previsibles

La opción de estímulos fiscales solo está en manos de Europa

Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) son los que cabía esperar. Las manos están atadas. Atadas por nuestros compromisos con la Unión Europea y, de ahí, con los denominados mercados. Pero anudadas también por la fórmula en la que el Gobierno central decidió, ya hace un tiempo, cerrar la brecha del déficit. Grosso modo: cuatro quintas partes mediante la rebaja del peso del gasto público sobre el PIB y un quinto a través de un aumento de los ingresos que sea compatible con las rebajas fiscales anunciadas. Obviamente se podría haber optado por una combinación diferente. Pero el Gobierno ha preferido esta, porque encaja mejor con sus preferencias ideológicas en el terreno fiscal.

La síntesis de todo lo anterior se encuentra en el Programa de Estabilidad del Reino de España, que en su edición actualizada dibuja el escenario presupuestario hasta 2017. Con las sendas de gastos e ingresos ya programadas; el objetivo de déficit como eje central y prioritario de la política económica; las partidas de intereses de la deuda, pensiones, desempleo, transferencias a comunidades autónomas y corporaciones locales comprometidas; y la reforma fiscal en proceso de ejecución inminente, lo que queda por despejar acaba siendo secundario.

En segundo lugar, el escenario macroeconómico incluido en los PGE 2015 encaja con las previsiones actuales de los expertos independientes. Pero no hay que perder de vista que en las últimas semanas ha aumentado la incertidumbre y preocupación sobre el estancamiento de la Unión Europea, adonde enviamos la parte principal de nuestras exportaciones. La probabilidad de ajustes a la baja en las previsiones de crecimiento para el próximo año, antes incluso de que acabe 2014, es significativa. Confiemos en que los efectos de la rebaja fiscal sobre la renta de las familias anime el consumo y esto nos permita compensar en grado suficiente lo que pueda ocurrir con la demanda exterior. De no ser así, a buen seguro que las dos primeras cosas que se harán será dejar de ejecutar inversiones ahora anunciadas y apretar un poco más a las comunidades autónomas, para que no se desvíen ni una décima del objetivo de déficit que se les ha fijado.

Finalmente, cabe preguntarse si el Gobierno podría haber optado por hacer otra cosa. Por ejemplo, un plan ambicioso de estímulo fiscal vía gasto adicional equivalente, por ejemplo, a dos puntos porcentuales del PIB español. Me temo que la respuesta es negativa. El efecto multiplicador del programa debería ser enorme para compensar a través de una mayor recaudación la desviación inicial del déficit; al tiempo que esa desviación generaría tensiones inmediatas sobre la prima de riesgo y, de ahí, sobre el coste de la deuda. Volveríamos a la situación de hace un par de años con un nivel de deuda superior. Por mucho que nos pese, las expansiones fiscales nos están hoy vedadas. Son otros, la Unión Europea como teórico gobierno federal y los países en situaciones fiscales más confortables, los que deberían empujar ¿Cuándo llegará el día en que lo asuman?

Santiago Lago Peñas. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo

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