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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuidado con el falso profeta

El (aún débil) alza del PIB español nada debe a la rebaja de impuestos

Xavier Vidal-Folch

España lleva un año creciendo. Residualmente al principio, débil pero cachazudamente en el último semestre. Bien. Para acelerar ese crecimiento conviene ahora huir de las pócimas de los falsos profetas. El inicio de la recuperación se ha ido afianzando con una economía pública en la que han aumentado, como nunca en la historia de esta democracia, los impuestos.

Es decir, el aumento del PIB, la mayor recaudación tributaria y la reducción del déficit nada deben a la reducción de impuestos de la minirreforma Montoro, porque sus efectos aún no son tangibles. Subrayémoslo, porque muy pronto oiremos a los trompeteros neocons que la recuperación es fruto de la rebaja de impuestos.

Atención, nada de anteojeras ideologistas. Bajar según qué impuestos y según a quiénes puede inducir crecimiento: si se reduce la tributación a quienes obtienen rentas inferiores (y que no pueden ahorrar), gastarán el mayor ingreso en más consumo: aumenta la demanda y el PIB. No es el caso de las rentas más altas, cuyo consumo es más inelástico al ingreso porque no depende de una rebajita. Igualmente, reducir inversión pública productiva retrae crecimiento porque suele ser inyección en vena, mientras que reducir gasto corriente no es tan perjudicial. De modo que todo depende del según y del cómo y sobre qué rincones de la realidad se opera.

Por suerte, el Banco de España ha dejado claro que el (aún frágil) aumento del PIB registrado nada tiene que ver con ideológicas reducciones de impuestos. Aunque deslice la patita al augurar, ay, la sintonía gubernativa, que el crecimiento futuro será aún mayor gracias a la reformita fiscal de Cristóbal. Pecadillos veniales.

Sirva eso de vacuna ante la defensa numantina de la reducción generalizada de impuestos como factor de relanzamiento de la economía y mecanismo idóneo para acabar con el déficit. Esa idea se activó en 1974 gracias a la curva dibujada en una servilleta por el economista Arthur Laffer, inspirador de Ronald Reagan. Al llegar a la Casa Blanca bajó los impuestos: ¡Pero cayó la recaudación! Al final entregó a su sucesor un déficit monumental.

Pese a esos desastres prácticos, Laffer no cejó. Un día dictaminó que hubo “sólo uno” de los Gobiernos españoles “que lo hiciera muy bien”, bajando impuestos como el recomendaba (El Mundo, 27 de mayo de 2013). Pues “si quitas dinero a los ricos y se lo das a los pobres, generarás muchos más pobres” (Cinco Días, 22 de julio)... como jamás nadie ha demostrado.

También ha quedado demostrado que el alza de la recaudación y el crecimiento de esa época Aznar no se debió a las reducciones de impuestos de 1998 y 2002. Primero, porque el crecimiento ya venía del último año de Pedro Solbes. Pero sobre todo porque lo que catapultó la economía española fue la bajada de los tipos de interés (gracias al euro), que redujo la factura de los intereses de la deuda en 3,2 puntos del PIB (“¿Existió el milagro fiscal del Gobierno de Aznar?, J. Ignacio Conde Ruiz, (eldiario.es, 8 de junio de 2013) y el aumento de la recaudación asociada a la enloquecida burbuja inmobiliaria, casi tres puntos más.

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