Bruselas reclama a España dos años más de recortes y ajuste
La Comisión Europea aplaude los esfuerzos de España y la incipiente recuperación Reclama recortes “considerables” en 2015 y 2016 para cumplir las metas de déficit Pone en duda la eficacia de la tarifa plana para crear empleo
La recuperación se afianza, mejora la banca, el paro empieza a bajar tímidamente desde las alturas, el rescate europeo ha funcionado, las finanzas públicas se estabilizan. Ese es el aire primaveral que desprenden los informes de Bruselas y el optimismo declarativo del Gobierno en Madrid, pero aun así la Comisión Europea quiere una dosis adicional de la misma medicina: España cumplirá sin problemas los objetivos de déficit público para 2014, pero las metas de 2015 —año electoral— y 2016 están en peligro. Bruselas reclama, una vez más, “esfuerzos discrecionales adicionales considerables”, un latigazo sintáctico de sencilla traducción: más recortes, según el primer informe presentado tras la salida limpia del rescate bancario, que publicó este miércoles la Comisión tras una visita relámpago de los inspectores a finales de marzo. El Gobierno prepara una reforma fiscal con la mil veces prometida bajada de impuestos, pero Bruselas quiere evitar precisamente eso a la vista de que, a pesar de los esfuerzos, el déficit público sigue por encima del 7% del PIB y la deuda pública se encarama al 100% del PIB.
“España debe continuar por la vía de los ajustes”, subraya el texto con el habitual discurso ortodoxo y el inevitable lenguaje sedante de estas ocasiones. No cifra esos esfuerzos, aunque entre la previsión de ingresos del Gobierno para 2015 y la de la Comisión hay distancias oceánicas: 20.000 millones de euros.
Bruselas aconseja y advierte, pero carece del poderío de antaño. Madrid no está ya bajo tutela de la troika, y la Comisión es una suerte de pato cojo, una institución que ha perdido fortaleza política, pendiente del desenlace de las elecciones europeas del 25-M; a la espera de nuevas caras y quizá nuevas ideas. Además, en Bruselas hay menos preocupación por España que por Francia e Italia, cuyos Gobiernos han sacado las garras en busca de algo de manga ancha en la aplicación de las reglas fiscales. España se sumó este miércoles tácitamente a ese frente en lo que podría ser un primer paso para formar un improbable eje París-Roma-Madrid que contrarreste el férreo liderazgo de Berlín. Lejos de seguir los consejos de Bruselas acerca de la necesidad de hacer más esfuerzos, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría anticipó que los planes del Ejecutivo son muy distintos: aseguró que “ahora tocan medidas para el crecimiento”, tras dos años y medio de recortes.
Está por ver si ese viraje es un cascarón vacío —pura retórica— o algo más. Pero nada de eso, ni por asomo, aparece en el examen a la economía española efectuado por la Comisión, que a lo sumo apuesta por una reforma fiscal que “favorezca el crecimiento”. Sin embargo, tanto Bruselas como Madrid hablan en el fondo de lo mismo: de la necesidad de un nuevo modelo impositivo que cuadre el círculo y permita, de una tacada, crecer y recaudar más. El problema de España es que está a la cola de Europa en ingresos fiscales (37% del PIB, menos que Grecia), y con eso no le alcanza para su gasto público (44% del PIB, inferior a la media europea). Ese es el meollo de la cuestión. Y eso solo se puede resolver con una reforma fiscal que será clave en las próximas elecciones generales.
Frente a los deseos del Gobierno, Bruselas pretende eliminar cualquier tentación de bajar impuestos. La Comisión martilleó este miércoles de nuevo con una “subida de los impuestos indirectos” que permita bajar los directos (particularmente sobre el trabajo). El FMI y la OCDE llevan 40 años con la misma cantinela: subir el IVA y bajar las cotizaciones sociales. El Ejecutivo hizo lo contrario en diciembre (subió las cotizaciones), y se resiste como gato panza arriba a un nuevo aumento del IVA.
Tras varias oleadas de austeridad y reformas con resultados cuando menos discutibles, tanto la Comisión como el Ejecutivo se enfrentan a un panorama delicado, lleno de luces y sombras en Europa y en España, con una situación llena de aristas en la que un exceso de optimismo puede provocar el malestar de millones de parados, pero en la que persiguen que cale un mensaje de confianza para apuntalar la frágil recuperación. Una dosis más de recortes puede ser contraproducente en un país endeudado hasta las cejas y un largo invierno del descontento aún por delante en el mercado laboral. Tal vez por ello el informe de Bruselas está tan cargado de alabanzas como de desafíos. “Los altos niveles de deuda privada y pública continúan poniendo en riesgo la recuperación y la estabilidad financiera”, avisa el informe. “Los resultados de la banca están bajo presión por la morosidad, el deterioro de la calidad de los activos y el impacto de la desaceleración en Latinoamérica”, prosigue. “Hay retrasos en algunas reformas” como la de las cajas, critica, y dentro del sistema financiero, el banco malo (Sareb) “se enfrenta a desafíos considerables” ante la caída de los precios inmobiliarios, que no se detendrá en 2014. La estabilización después de la grave crisis que arrastra “tardará años”, vaticinan los augures de la dirección de Asuntos Económicos, que como guinda cuestionan la efectividad de la tarifa plana de 100 euros de cotización a la Seguridad Social. “No está claro cuántos empleos se pueden crear” con una medida que, según el informe, tendrá coste para las arcas públicas.
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