América Latina, capital humano, productividad y competitividad
La región sufre un problema de “formación y capacitación” de capital humano
América Latina, tiene un problema de “formación y capacitación” de capital humano, que en términos económicos, se refleja en su baja productividad y competitividad empresarial. Este fenómeno explica el hecho de que la región no haya tenido un crecimiento más dinámico durante las últimas décadas, lo cual ha impedido que sus ingresos converjan hacia los niveles alcanzados en los países más desarrollados.
Entre los factores que influyen en la productividad y competitividad de la economía destacan el progreso tecnológico, que crea nuevos bienes y nuevos métodos productivos, así como las mejoras en la gestión y administración de las empresas, al dotarlas de mayores capacidades para afrontar y adaptarse a los mercados y los riesgos asociados.
Este proceso de mejorar la productividad y la competitividad, mediante los procedimientos que elevan el valor añadido de los productos y los servicios, requiere contar con la “formación técnico-productiva” que permita mejorar las capacidades y habilidades de los trabajadores, cuadros medios y otro personal cualificado, así como también para los emprendedores, pues cuanto más alta sea su formación, más posibilidades de éxito tendrán. El emprendedor que es capaz de generar valor y bienestar constituye uno de los pilares del desarrollo de las economías modernas.
Por ello, elevar la productividad y el emprendimiento mediante la formación técnico-productiva en el amplio tejido empresarial latinoamericano, es una condición de la máxima importancia, que tanto los gobiernos, autoridades, organizaciones internacionales e instituciones multilaterales deben, sin más pausas ni dilaciones, acometer de inmediato.
En este sentido, un contraste importante que confirman estas carencias y urgentes necesidades formativas, lo representa el hecho de que entre los países latinoamericanos y las naciones más desarrolladas existe una brecha de formación entre sus emprendedores, así como entre las micro, pequeñas y medianas empresas, que constituyen la gran base del sistema productivo de la región.
En América Latina, el 75% de los empresarios tienen en realidad microempresas (con menos de cinco empleados), que emplean alrededor del 40% de los trabajadores asalariados del sector privado. Además, el 28% de la población ocupada en la región se desempeña como trabajador por cuenta propia. Es decir, muchos de los emprendedores son, en realidad, autoempleados que operan establecimientos de escala reducida, y en gran medida dentro de la informalidad. Por otro lado, la evidencia señala que en la región estos emprendimientos tienen una baja probabilidad de transición hacia unidades productivas más grandes y dinámicas, y que muchas veces son creados por trabajadores que provienen del desempleo, sin una formación acorde al proyecto que llevan a cabo.
Existe consenso sobre el panorama ocupacional de América Latina, que se caracteriza por un exceso de empleo y baja formación en empresas de pequeña escala, en muchos casos unipersonales; por otro lado se da la circunstancia contraria, un déficit de puestos de trabajo cualificados en empresas medianas y grandes, en comparación con lo que sucede en economías más avanzadas como la de Estados Unidos. En virtud de la estrecha conexión entre tamaño, innovación y productividad, la abundancia de empresas y emprendimientos pequeños y unipersonales de baja formación ha sido señalada como una de las razones que explican la baja productividad y en consecuencia competitividad de la región.
De no acortarse esta brecha formativa con los países avanzados, la región puede quedarse rezagada, y se situaría en una especie de trampa de la productividad (muy conectada con la trampa del ingreso medio), que se hace crítica y se acentúa cuando las empresas extranjeras que se instalan en el país demandan trabajadores cualificados en las distintas áreas de actividad. Es necesario fortalecer la calidad y las capacidades ante la renovación y modernización del sistema productivo que demanda la región para provocar el aumento de la productividad y la competitividad. También, debe aumentar considerablemente el número de empresas que ofrezcan formación interna, pues son pocas las que la llevan a cabo, con lo cual están frenando la creación de mayores oportunidades profesionales, y así desincentivar el trabajo y el emprendimiento informal.
Tanto el trabajo como el emprendimiento informal crean el círculo vicioso que penaliza el crecimiento empresarial, y para superarlo se deben poner en marcha planes y acciones sectoriales e integrales de formación técnico-productivo, haciéndolas extensibles a las diferentes funciones gerenciales de las empresas. En América Latina, durante los últimos años, tras un crecimiento vigoroso, se han creado multitud de nuevos emprendimientos en sectores relacionados con las tecnologías de la información y comunicación —y por otro las empresas han incorporado estas tecnologías—, que necesitan con la máxima celeridad dotar a sus trabajadores, en todos los niveles, de la “formación y capacitación” adaptada a estas dinámicas para asegurarse una mayor productividad como un aumento de la productividad, mediante una mejor y más extensa cualificación profesional.
De no ser así, la región perderá además una magnífica oportunidad para elevar la calidad profesional de su capital humano y, consiguientemente, su productividad y competitividad, claves del moderno crecimiento económico y empresarial. Como también perderá una magnífica oportunidad para continuar avanzando en elevar la calidad y el bienestar general de su población.
* Ramon Casilda Bejar es autor del libro América Latina emergente y profesor del Instituto de Estudio Bursátiles (IEB)
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