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Draghi pasa la pelota a Rajoy y Merkel

El presidente del BCE alaba las reformas españolas, pero evita pronunciarse sobre la ayuda. “Son los Gobiernos los que deben decidir lo que quieren hacer”, destaca

Claudi Pérez

Debería estar penado arrancar una crónica con una frase de Casablanca, pero ahí va: “Aquí se está jugando”. El repentino descubrimiento en el Rick’s Café vale en ocasiones para los mercados, acostumbrados a apostar basándose en información de primera mano, o en meras especulaciones, a menudo en esa extraña combinación de análisis e intuición que son las profecías autocumplidas. Esta vez la jugada puede hacer saltar la banca: la agencia Reuters ha anunciado ya el rescate a España para este fin de semana; el Gobierno niega esa inminencia a su manera, y los socios del euro se dividen entre quienes empujan a Rajoy para que suba esa escalera y quienes prefieren que siga en tierra de nadie. En fin, “aquí se está jugando”: en mitad de ese guion, el banquero central europeo, Mario Draghi, ejerció este jueves de croupier y dejó la decisión en manos de Rajoy y de la canciller Angela Merkel, que están en plena negociación. Con los mercados pendientes de cada uno de sus movimientos, Draghi se hartó de echar balones fuera en todos los asuntos espinosos que están sobre la mesa en Europa, que son muchos. El fundamental es España. Y ahí eligió ser florentino: Madrid no quiere un rescate con duras condiciones, Berlín no quiere que España sirva de ejemplo para que otros países vayan detrás reclamando el mismo trato, y Fráncfort opta por esperar y ver.

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Así están las cosas, aunque Draghi pudo haber precipitado los acontecimientos. Prefirió mostrarse conciliador y hasta un punto benévolo con España en la rueda de prensa posterior al Consejo del BCE, reunido en un enclave cercano a Ljubiana, la capital de Eslovenia. “Vemos progresos significativos en la consolidación fiscal, y un programa de reformas —entre las que destacó la bancaria— muy amplio”. Desveló que la apelación de las entidades españolas al BCE ha bajado, fruto de las menores tensiones, algo que no ocurría desde hace un año. “España tiene aún retos importantes por delante, pero la agenda de medidas anunciadas, legisladas y aprobadas es remarcable”, dijo. Incluso echó un capote al Gobierno al asegurar que Madrid ha cubierto ya “casi el 90% de los vencimientos de su deuda”, obviando que ese porcentaje se basa en los datos presupuestados; no en los definitivos, que serán superiores. Y se limitó a decir que está “listo para actuar”, que su programa de compra de bonos podría activarse en cualquier momento si un país (España, pero también Italia) solicitara el rescate y aceptara las condiciones asociadas. En todo caso, “son los Gobiernos los que deben decidir lo que quieren hacer”, afirmó una y otra vez en la rueda de prensa.

No contestó a la pregunta de si España puede salir de esta sin rescate, ni dio una sola pista acerca de si le molesta o no que la negociación se prolongue. Pero al acabar la comparecencia ante los medios explicó brevemente a este diario las razones de ese estudiado silencio: “Pongo distancia. Tengo que ser distante porque el riesgo de que el BCE se inmiscuya demasiado en una toma de decisiones que es claramente política es elevado”. “La petición del rescate está en manos de los Gobiernos”, reiteró.

Draghi, en un momento de su intervención.
Draghi, en un momento de su intervención.SRDJAN ZIVULOVIC (REUTERS)

De los Gobiernos: es decir, no solo de Rajoy. El gobernador de uno de los grandes bancos centrales del continente aclaró esa posición a EL PAÍS: “España es renuente a pedir el rescate; Rajoy tiene sus razones. Y también Alemania es reacia, como ha dejado claro [el ministro de Finanzas Wolfgang] Schäuble, por otras razones y porque debería pasar por el Bundestag”.

Esa negociación, pues, marcará la política española y europea en los próximos días, puede que semanas: básicamente, según varias fuentes, España quiere asegurarse que las reformas y recortes ya aprobados —y elogiados por Draghi— son una especie de salvoconducto para evitar una nueva dosis de tijera que sería devastadora para la maltrecha economía española, algo que en principio apoya la Comisión Europea. Pero Alemania y sus aliados no quieren oír hablar de condiciones suaves para evitar que otros países sigan esa senda. La solución no acaba de aparecer. Se trata también de números: para España, el rescate debería garantizar una rebaja sustantiva de la prima de riesgo, mientras que ni Draghi ni Schäuble quieren oír hablar de poner un listón. Algunas fuentes aseguran que el Ejecutivo quiere garantías de que el riesgo país bajará hasta unos 200 puntos (eso supondría unos tipos de interés en torno al 3,5% para el bono a 10 años), mientras que Berlín cree que bastaría con asegurar los 400 puntos. La diferencia es abismal en términos de coste de financiación.

La comparecencia daba para más, pero el eurogobernador prefirió guardarse balas en la recámara: en menos de un año ha dado ya un buen puñado de sorpresas agradables, y puede que tenga que volver a mojarse si el panorama empeora. Bajó los tipos en su primera reunión, y volvió a bajarlos hasta el 0,75% en los que se mantienen desde julio: el BCE no tocó este jueves el precio del dinero, pero tampoco se cerró ninguna puerta. Evitó un accidente financiero hace ya casi un año con un movimiento audaz, la barra libre de liquidez de un billón de euros, y en agosto avanzó las compras “ilimitadas” de bonos siempre que un país pida un rescate con condiciones: este jueves dijo que todo está listo para apretar ese botón nuclear —una especie de anatema en Alemania—, pero descartó nuevas medidas excepcionales por el momento, a la espera de ver cómo funciona el arsenal que tiene entre manos si realmente España escoge esa jugada. El próximo movimiento está en manos de Rajoy; también de Merkel. “Aquí se está jugando”.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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