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“Europa tiene menos problemas que los pobres”

ALICIA GONZÁLEZ
Banerjee y Duflo en las oficinas del laboratorio J-PAL de Acción contra la Pobreza en el MIT
Banerjee y Duflo en las oficinas del laboratorio J-PAL de Acción contra la Pobreza en el MITGetty

Despojar la lucha contra la pobreza de los prejuicios propios del mundo rico y de condicionantes ideológicos no es sencillo. Pero resulta tremendamente efectivo cuando se acompaña de experiencias de campo. Esther Duflo (París, 1972) y Abhijit Banerjee (Calcuta, 1961) forman parte de los randomistas —una corriente dentro de la economía del desarrollo que apuesta por trabajar sobre el terreno con pruebas aleatorias para identificar las medidas más efectivas— y aplican sus tesis desde el Laboratorio J-PAL de acción contra la pobreza, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). A ese proyecto destinan buena parte de los numerosos premios que han recibido en su carrera, como el John Bates Clark para Duflo al mejor economista menor de 40 años. La conversación es vía telefónica.

Pregunta. ¿Se consideran unos revolucionarios?

Abhijit Banerjee. No, en absoluto. Creo que más bien hemos cristalizado algo que estaba ahí.

Esther Duflo. Yo diría que en muchos sentidos nuestra postura es justo lo contrario a una revolución. Hay mucha gente en la lucha contra la pobreza que quiere ser revolucionaria, lograr un objetivo que resuelva todo el problema. Y nuestra aproximación es más gradual.

P. ¿En qué se diferencia la lucha contra la pobreza del siglo XXI?

E. D. Aunque parezca increíble, en que hay más dinero, tenemos acceso a una mejor tecnología y sabemos más que hace 100 o 50 años sobre cómo manejar la ayuda. Eso ha hecho el problema más sencillo porque ahora es una cuestión de cómo distribuir esos recursos, de voluntad y de acción. Eso es más fácil que lidiar con un mundo de escaseces.

A. B. Ahora, especialmente en Europa, la gente se siente pobre dadas las dificultades económicas. Pero visto en perspectiva, son tremendamente ricos, como nunca antes en la historia y lo mismo pasa con España. Y no debemos olvidarlo. Con el tiempo nos daremos cuenta de que los problemas en Europa son muchísimo más pequeños que los que tenga cualquier país pobre.

P. ¿La crisis financiera ha restado atención a la pobreza?

E. D. Cuando estalló la crisis muchos temíamos que la ayuda se frenara en seco. Pero por el momento se ha mantenido. Mi percepción es que el interés de la gente se ha reducido pero tampoco se opone a las ayudas. Algo es algo.

P. ¿Es realmente el comercio la solución a la pobreza?

A. B. Creo que el comercio ha sido una fuerza de desarrollo muy importante en el mundo. Miremos el caso de China. Ahora bien, ¿es la solución para todos los países? no es tan claro. Parte del problema es la propia China, que es muy eficiente, muy productiva y competitiva y hace difícil que otros países en desarrollo, como Egipto, puedan colocar sus productos. Los beneficios del comercio se reparten de forma desigual en el mundo.

E. D. Muchos países tienen primero que hacer frente a la pobreza para poder plantearse vender sus productos al exterior. Si eres un país como Senegal y crees que ese es tu camino para salir de la pobreza, primero tienes que tener una fuerza laboral formada y nutrida, necesitas capital y luego lleva bastante tiempo crear una reputación. No es tan sencillo.

P. ¿Los microcréditos suponen realmente un salto cualitativo?

E. D. Es un tema controvertido al que dedicamos un capítulo entero del libro [“Repensar la pobreza”] y no estamos en ninguno de los dos extremos. Creo que es una herramienta útil para las empresas muy pequeñas y para familias del mundo pobre, sin contacto previo con el sistema financiero, no solo los créditos, sino con el ahorro y el pago de facturas... pero no cambia dramáticamente sus perspectivas de salir de la pobreza. Mejora su vida, algo que ya está bien, no pedimos más, pero no supone un cambio radical. Otro factor positivo es su gran alcance, llega a cientos de miles de personas y eso, si miramos pros y contras, es positivo.

P. ¿Por qué muchas veces la ayuda oficial resulta ineficiente?

A. B. Parte del problema es que pensamos que la gente pobre lo es porque no tiene dinero y que con darles dinero eso cambia. No es así y muchas veces desistimos porque ese giro radical no se produce, sin analizar qué hicimos bien o mal. Parte del dinero, además, se asigna por razones ideológicas y no por su efectividad.

P. ¿El enorme crecimiento de los emergentes de los últimos años ha llegado a los más pobres?

A. B. En países grandes, con fuerte crecimiento durante varios años, como Ghana o Bangladesh, la reducción de la pobreza ha sido notable. Pero han sido pocos, hay muchos países que han mantenido solo un crecimiento modesto. En todo caso, no hay una consecuencia automática entre crecimiento y pobreza, aunque estén relacionados. Debe haber voluntad política y los Gobiernos deben adoptar medidas dirigidas a ese objetivo y no siempre se hace de forma efectiva.

P. ¿Apoyan la llamada tasa Robin Hood para financiar la lucha contra la pobreza?

A. B. Yo pienso que hay muchos países, como Estados Unidos o India, que podrían fácilmente hacer que los ricos pagaran más. Esa es, sin duda, una de las principales razones por las que está creciendo la desigualdad.

E. D. No sé por qué tenemos que llamarlo tasa Robin Hood. Tenemos que avanzar hacia un sistema fiscal más progresivo, redistributivo y que genere ingresos suficientes para prestar los servicios que quieren sus ciudadanos. Tanto los países ricos como los pobres tienen que revisar sus sistemas tributarios, demasiado complicados y con muchas vías de escape que lo hacen menos progresivo de lo que nos creemos. En los países pobres, en particular, la tributación no está muchas veces planteada de forma eficiente y provoca un aumento de la inflación, por ejemplo. Es un tema que ambos deben replantear.

P. ¿Cuál es el mayor error sobre las políticas de desarrollo?

A. B. Es difícil porque hay unas cuantas. Pero diría que es la impaciencia. Ese convencimiento generalizado de que si no logramos eliminar la pobreza en, digamos, cinco años hemos fracasado. No es así. Nada cambia en un día.

E. D. Yo lo combinaría con la creencia de que una sola cosa lo conseguirá. Ninguna solución sirve para todos los problemas. 

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Sobre la firma

ALICIA GONZÁLEZ
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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