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Entrevista:TOM STOPPARD | Dramaturgo, autor de 'La costa de Utopía'

"La libertad es la sombra de lo que fue"

Javier Rodríguez Marcos

Traje impecable, melena ingobernable, Tom Stoppard no aparenta los 74 años que tiene. Ni siquiera cansado como está después de viajar desde Moscú. En la capital rusa asistió a la representación de Rock 'n' Roll, su última obra, de 2006, y a Madrid ha llegado para apoyar el montaje de La costa de Utopía que el Teatro Académico de la Juventud de Rusia, dirigido por Alexei Borodin, pone en escena en el Teatro Valle-Inclán entre hoy y el sábado. La obra, estrenada en Londres en 2002, inaugura la última temporada en el Centro Dramático Nacional de Gerardo Vera, para quien la iniciativa resume bien su ideario europeísta: el texto de un británico representado en España por una compañía rusa.

"La risa del público es en el fondo un síntoma de comprensión" "Ninguna obra funciona si no funciona en el nivel emocional"
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La costa de Utopía es una trilogía de diez horas y 70 personajes que en Estados Unidos, donde ganó en 2007 el premio Tony a la mejor obra, fue celebrada como una pieza con el espíritu de Chéjov y la escala de Tolstói. Sentado en una silla en medio de una sala de triple altura del Valle-Inclán, el dramaturgo y guionista de cine recuerda que la idea de escribir una obra sobre los intelectuales revolucionarios del siglo XIX -Bakunin, Marx, Herzen- nació de la lectura del ensayo de Isaiah Berlin Pensadores rusos: "Vi a Berlin varias veces, pero en actos sociales. Tenía pendiente una charla con él. No quise molestar, murió y ahora me arrepiento".

Stoppard explica que nunca pensó componer una trilogía: "Leí sin parar durante dos años. Me obsesioné y, llegado a un punto, me obligué a escribir porque había comprometido el texto. Terminaron siendo tres obras. La primera la redacté en nueve meses, la segunda en tres y la tercera, ni sé, como si tuviera que entregar una crónica al periódico. Cuando pasó a estrenarse en Nueva York pude retocarla".

Si el primer paso fue Isaiah Berlin, el segundo fue "dar con una idea de partida". Esa idea terminó siendo una paradoja: "La noción de que en un régimen autoritario los escritores son reprimidos pero tienen una importancia enorme. En Rusia la gente se pasaba los manuscritos de mano en mano". Así las cosas, la pregunta tópica cae por su peso: ¿cuál sería hoy el papel del intelectual? "El tópico sigue valiendo: ser la conciencia de la sociedad. E ir más allá de la apariencia de las cosas, porque tendemos a vivir aceptando lo que dice la etiqueta del paquete: democracia, por ejemplo. Nosotros no escribimos ensayos sino teatro, pero hay que recordar continuamente la diferencia entre teoría y práctica".

Tom Stoppard ganó en 1998 el Oscar al mejor guion por Shakespeare in Love y ha firmado también los de películas tan populares como El factor humano, de Otto Preminger o El imperio de sol, de Steven Spielberg. Se dice incluso que retocó alguna entrega de Indiana Jones y La guerra de las galaxias. En el teatro, sin embargo, le precede la fama de dramaturgo intelectual: "Si repaso mi trayectoria veo que he tratado de descender a las emociones. Utopía es en cierto sentido una obra histórica y mucha gente habla de ella como de un viaje intelectual, y es cierto, pero también habla de la familia, de enamorarse de la mujer equivocada, de luchar y tener hijos... Ninguna obra funciona si no funciona en el nivel emocional".

Con todo, no le molesta el adjetivo intelectual: "Para mí el teatro es una recreación de la vida. No es la escuela, pero hay en él un elemento de reflexión". Además, muchas de sus obras despliegan un humor subterráneo. "Mis obras, que en principio no están orientadas a la comedia, funcionan también cómicamente", explica. "En el fondo, la risa del público es un síntoma de comprensión. Por eso cuando esperas que la gente se ría y no lo hace es imposible no preguntarse: ¿lo entendieron?".

Gigantes en miniatura pero de carne y hueso, los personajes de La costa... quieren salvar el mundo pero son incapaces de hacer felices a los que les rodean -"en eso no hemos cambiado"-, por eso, en la obra brilla la figura del moderado Alexander Herzen, que llega a zanjar un debate con un rotundo: "La libertad es poder tener un pasaporte". Su propio autor no recuerda si la frase es del revolucionario o suya: "Pero ilustra bien la tensión entre teoría y práctica. Puedes hablar horas sobre la libertad, idealizarla, pero ¿puedes cruzar la frontera? Es bueno recordar de dónde vienen las palabras, no solo a dónde nos llevan. La libertad te puede llevar a la estratosfera, pero viene del simple hecho de poder hacer lo que deseas".

El exilio es otro de los temas que atraviesa La costa... pero Stoppard, que nació en Checoslovaquia en 1937 y salió del país junto a sus padres dos años más tarde, cuando los nazis invadían el país, matiza su destierro: "Tuve suerte a pesar de que mataron a mi padre checo. Mi madre se casó con un inglés. Si no, hubiéramos vuelto a Checoslovaquia justo a tiempo para 1948". El año en que los comunistas llegaron al poder.

Para Tom Stoppard, que primero fue Tomas Straussler, Inglaterra era el ideal, pero algo ha cambiado: "Eso fue a los 20 o 30 años, ahora, con 74, tengo un sentimiento de pérdida. Aquello que inventamos en los años setenta, la libertad personal, es una sombra de lo que fue. Nuestra sociedad todavía no se ha dado cuenta del nivel de vigilancia bajo el que vive". Para él, sin embargo, la utopía no está en el pasado sino en el futuro. Es algo positivo que se escribe en mayúsculas.

El autor británico Tom Stoppard, ayer en Madrid.
El autor británico Tom Stoppard, ayer en Madrid.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.
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