_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuando desear todavía era útil

Marcos Ordóñez

El 25 de junio de 2002, mi mujer y yo estábamos en Londres, tumbados en las hamacas de Hyde Park, con tres libros sobre la hierba y todo el día por delante. La costa de Utopía, de Tom Stoppard, se estrenaba esa noche en el Olivier, dirigida por Trevor Nunn, y no había mayor urgencia ni mayor placer que zambullirnos en su lectura. Comenzamos a leer a las diez de la mañana. Solo teníamos un juego de ejemplares, de modo que leíamos arrancando y pasándonos las páginas, con la urgencia de una novela por entregas. A las pocas horas, el paisaje cambió. El sol de aquella londinense mañana de verano se convirtió en un sol ruso, el sol que bañaba la hacienda del conde Bakunin, y los árboles que nos rodeaban eran los olmos de las Tullerías en las vísperas de la revolución del 48, y los gritos lejanos de los niños junto al lago eran las voces de Sasha y Kolya en la Riviera francesa. De la mano del mago Stoppard habíamos cruzado a través de la inmensa ventana de la trilogía. De repente cayó una sombra sobre las últimas palabras de Alexander Herzen: estaba anocheciendo y no nos habíamos dado cuenta.

Más información
"La libertad es la sombra de lo que fue"

Aquella noche, en el Olivier, repetimos la zambullida, solo que ahora los personajes tenían cuerpo y voz y eran exactamente como les habíamos imaginado. Solo puede pasar en Londres, pensé entonces, que un espectáculo de nueve horas sobre artistas y revolucionarios rusos desborde un teatro y suscite un apasionado debate público. En eso me equivocaba, porque cinco años más tarde la trilogía fue acogida con el mismo fervor y el mismo éxito en el Lincoln Center de Nueva York.

La costa de Utopía se despliega en tres piezas (Viaje, Naufragio y Rescate) y cubre casi 40 años, desde 1833 hasta 1968, a través de las vidas cruzadas de otros tantos personajes. Es una inmensa lección de historia, de vida y de teatro, en la que te sumerges como en una gran novela, entre la visión coral de Ilusiones perdidas y el desencanto de La educación sentimental, aunque a ratos también recuerde el espíritu, itinerante y tumultuoso, de La dádiva de Nabokov. Rebasada la sesentena, Stoppard sintió el anhelo casi adolescente de escalar esa triple cumbre y hablarnos de la generación para la que se acuñó el término intelligentsia; de los hombres y mujeres que creyeron en una sociedad más justa y más libre, y pagaron por ello con un exilio permanente: el título inglés juega, fonéticamente, con el doble sentido de costa y precio.

Viendo el espectáculo, que llega ahora al Centro Dramático Nacional y al Teatre Lliure a cargo de Aleksei Borodin y el RAMT de Moscú, no dejé de pensar en los ilustrados españoles luchando contra el absolutismo de Fernando VII, y en los regeneracionistas del 98 en su búsqueda conjunta de libertad y conocimiento, o en todos aquellos que creyeron que la Segunda República iba a modernizar, al fin y para siempre, una España medieval y agraria. No teman un sermón didáctico: el mago Stoppard ha desplegado su carpa y va a hablarles de cuando la izquierda no era triste ni inerme, de cuando desear todavía era útil. Con extraordinaria fluidez narrativa, con humor y con emoción. Entren en su circo de tres pistas y caliéntense en su fuego, que buena falta nos hace.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_