PROYECTO DE MEDIACIÓN ENTRE EXETARRAS Y FAMILIARES DE ASESINADOS
El 25 de mayo de 2011 sucedió algo insólito en una sala de oficina de Vitoria. Tras medio siglo de violencia terrorista, de 829 asesinatos perpetrados por ETA, de varias generaciones que han crecido en Euskadi entre el miedo y la falta de libertad, dos desconocidos se sentaban cara a cara.
M. CEBERIO BELAZA | Madrid
Un cambio en la dirección del colectivo de presos de ETA, en línea con las tesis de Arnaldo Otegi, ha propiciado que, por vez primera, la mayoría de los reclusos de la banda terrorista asuman una petición de cese de la violencia, que es la clave de la declaración de Gernika, que el viernes suscribieron públicamente.
Varios miles de personas tomaron parte ayer en la manifestación que recorrió el centro de Bilbao en protesta por la condena impuesta al exportavoz de Batasuna Arnaldo Otegi y al resto de los procesados en el caso Bateragune. Tras una pancarta que en euskera demandaba "soluciones democráticas" en vez de juicios y condenas.
Reunir a 20.000 delegados sindicales a menos de dos meses de las elecciones, cuando parece claro que el Gobierno que salga de las urnas tendrá que dar otra vuelta de tuerca a los ajustes fiscales, es un aviso a navegantes. Y eso hizo ayer CC OO en el Palacio de Vistalegre, en Madrid.
"Esto hay que decirlo, sobre todo en la izquierda, para romper este pesimismo, esta especie de nube negra(...) Otra cosa es que vivamos un momento difícil y que tengamos que hacer cosas difíciles. Pero, en perspectiva, viendo lo que ha sido la izquierda en el mundo, estamos ante una oportunidad de oro".
La posición española sobre las aspiraciones de Palestina ya está clara. Trinidad Jiménez aseguró la pasada madrugada ante las Naciones Unidas que la solicitud para ser Estado miembro de pleno derecho es "legítima".
"Pensábamos que no se irían nunca", confesaba ayer a EL PAÍS el capitán del Mattheos I. Luis Alberto Chamochumbi, apenas unas horas después de que los piratas los dejaran en libertad tras 11 días de secuestro.
RAÚL LIMÓN | Sevilla
José Barajas, de 95 años, recuerda el hambre y las torturas que sufrieron los prisioneros republicanos en los batallones de trabajo tras la Guerra Civil