¡Viva la monarquía inglesa!
Ser normal se está poniendo por las nubes. Implica aceptar, por ejemplo, que las primeras páginas de los periódicos más serios del universo mundo saquen a tres o cuatro columnas, cuando no a cinco, la fotografía del acto más necio de la historia, que fue la boda de un miembro de la realeza británica (parece que ella, al no ser noble, se casaba menos que él). Ser normal significa que has de aprobar que los medios de comunicación den lo mejor de sí mismos para cubrir un acontecimiento oligofrénico justo el mismo día en el que aquí rozábamos los cinco millones de parados y el Gobierno confiaba la recuperación económica al azar. Ser normal quiere decir que aunque apreciaras a tu alrededor una indiferencia absoluta por la boda, debías hablar de ella, en efecto, como si nos concerniera. ¿Cómo no nos va a parecer lógico entonces que las declaraciones de Mourinho respecto a la UEFA produzcan más escándalo mediático que las de Cospedal acerca de la neutralidad informativa o las del PP sobre ETA? Ahora bien, si la noticia del día, para todos los medios, fue la representada por esta foto de contenido hortera, ¿acertarán esos medios cuando nos recomiendan una película, una ópera, un libro, un restaurante, un programa de televisión? ¿Sabrán de qué hablan cuando nos explican la crisis económica? ¿Nos podemos fiar de sus sesudos editoriales acerca de lo humano y lo divino? ¿Debemos tomarnos en serio sus horóscopos? En fin, que nunca ser normal (o parecerlo) había resultado tan arduo. Pero por buena voluntad que no sea: ¡Viva la monarquía inglesa!
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