El 'fuego amigo' de la OTAN golpea otra vez a los alzados
Los rebeldes culpan a la Alianza de la muerte de cuatro milicianos en un ataque que pone en entredicho su eficacia
El despliegue del enorme poder de disuasión militar de la OTAN no basta para que Muamar el Gadafi dé su brazo a torcer. Y empleado con sumo comedimiento, el efecto es el opuesto. Sus tropas ganan terreno en los desérticos parajes a 200 kilómetros de Bengasi, han atacado el principal yacimiento petrolífero de Libia, y su táctica en el campo de batalla está generando confusión extrema. De momento, sale ganador. Nadie duda de su habilidad para explotar las circunstancias cambiantes, sobre todo en el bando de los sublevados, entregado al caos.
Al menos cuatro rebeldes perecieron ayer tras un ataque aéreo. Los rebeldes aseguraron primero que se trataba de fuego de cazas de la OTAN, y por la tarde, el portavoz militar de los insurgentes afirmó que pequeños aviones de Gadafi transportados a Brega habían ejecutado el bombardeo, a pesar de la vigencia de la zona de exclusión aérea. Y anoche, el jefe del Estado Mayor rebelde, Abdelfatah Yunes, declaró: "Entendemos que ha sido un error de la OTAN, fuego amigo". Dijo que el ataque había causado cuatro muertos y seis desaparecidos.
"Un punto muerto emerge en la guerra", advierte un mando de EE UU
Turquía y la ONU proponen que se abran corredores humanitarios
La Alianza ha confirmado hoy que el "fuego amigo" es el responsable de las últimas bajas rebeldes. El almirante británico Russell Harding, vicecomandante de las operación de la OTAN en Libia, ha señalado en un comunicado que: "Parece que dos de nuestros ataques podrían haber causado las muertes de fuerzas (rebeldes), El incidente sucedió al este de Brega, donde los enfrentamientos han avanzado y retrocedido en la carretera a Ajdabiya", según informa Reuters.
En plena refriega entre los dirigentes políticos de la revuelta y la OTAN, a la que acusan de excesiva tibieza, de nuevo ayer, cerca de donde el sábado pasado perecieron 15 personas por fuego amigo, cerca de las instalaciones petroleras de Brega, los pilotos de la Alianza erraron el tiro y mataron a cuatro insurrectos, o fracasaron a la hora de hacer cumplir la prohibición de volar a los aviadores a las órdenes del tirano. La cadena BBC informaba de 13 víctimas mortales, y Al Arabiya, de 50. Sea como fuere, no faltan rebeldes que acusan a la OTAN de apoyar a Gadafi.
Los bengasíes, mientras, comienzan a organizarse en su capital. Pelotones de voluntarios limpian algunas avenidas -en otras, los desperdicios inundan aceras-, algunos policías de uniforme azul comienzan a trabajar, los hombres apenas disparan ya al aire a su antojo. Incluso muchos se alegran porque la telefonía móvil local es gratuita, y no se paga por la gasolina en gran parte de Cirenaica. Pero les embarga la inquietud. Están convencidos de que el déspota que les ha gobernado y humillado casi 42 años caerá finalmente. Pero ya nadie dice lo que auguraban en los primeros días de la revuelta, a finales de febrero, cuando muchos garantizaban que al coronel le quedaban días. "Un punto muerto emerge en la guerra de Libia", comentó en el Senado de EE UU el general Carter Ham, encargado de las operaciones militares antes de traspasar, el 31 de marzo, el mando a la OTAN.
El clamor es unánime. El Consejo Nacional -Gobierno de los alzados contra el dictador-, los directivos de la compañía petrolera Agoco, la principal del país, y los libios de Cirenaica quieren muchos más bombardeos de la OTAN. O, cuando menos, urgentes suministros de armamento. "No debemos armarles mientras no sepamos mejor quiénes son [los rebeldes y sus dirigentes]", añadió Ham. Solo cuando se han aproximado a las ciudades de Ajdabiya o Bengasi los aviones aliados se han mostrado contundentes con los tanques de Gadafi. No es el caso desde hace un par de semanas.
Mientras, sus soldados, infinitamente mejor armados y entrenados, asedian Zintan y Misrata, en el oeste. Gadafi resiste. Sabedor de la cautela de la coalición internacional, sus militares y francotiradores continúan perpetrando atrocidades. Vecinos de Misrata -200 kilómetros al oeste de Trípoli, y la única población del occidente libio que no se ha rendido a las tropas del dictador- aseguraban ayer lo que otros residentes heridos destacaban el domingo cuando hicieron escala en Bengasi rumbo a Turquía.
Los militares libios disparan cohetes contra las viviendas de los suburbios, forzando a sus moradores a refugiarse en el centro de la ciudad, hacinadas familias enteras en una sola vivienda. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció que prepara un plan para lograr un alto el fuego y la retirada del Ejército libio a los cuarteles, y junto a Naciones Unidas exigió corredores humanitarios, otro indicio de que no se está por la labor de ahogar militarmente al régimen. Más bien, se persigue su asfixia financiera y se alientan las deserciones en el entorno de Gadafi.
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