Los rebeldes llegan a las puertas de Trípoli
La caída de Zauiya marca un hito en el avance de las fuerzas insurgentes hacia la toma de la capital - ACNUR dice que 100.000 personas han abandonado el país
La antigua bandera tricolor del reino de Libia -roja, verde y negra- ondea sobre la ciudad de Zauiya, controlada ya por las tropas rebeldes, una mezcla de comités ciudadanos y de militares contrarios al régimen de Gadafi. Las batallas de los últimos días se han decantado finalmente del lado de los opositores y ni la artillería pesada ni las incursiones esporádicas de los mercenarios africanos pagados por el dictador han logrado someter a los ciudadanos. Su resistencia a esos ataques les ha dado ventaja en su afán por acercarse a las puertas de Trípoli. Los rebeldes ya están a las puertas de la capital y último bastión del régimen que ha dominado el país magrebí durante los últimos 42 años.
En algunas paredes de Trípoli se tilda al dictador de "chupasangre"
El fin del régimen es "inevitable", según el ministro de Exteriores italiano
La localidad de la costa oeste de Libia, a 50 kilómetros de la capital, se convierte en un punto estratégico para derrocar al dictador. No solo por poseer refinerías de petróleo y un puerto, sino por sus éxitos a la hora de repeler con escopetas los embates de las fuerzas leales a Gadafi. Los testimonios que venían de la ciudad, de 200.000 habitantes, hablaban de los castigos del régimen por haberse rebelado. La sangre corrió allí el miércoles y el jueves, pero los ciudadanos, apoyados por los soldados, resistieron la munición del calibre 14,5 disparada desde ametralladoras antiaéreas, según la información obtenida esta semana por este periódico.
Ayer ya no eran solo las voces de la red social Twitter y las llamadas telefónicas las que hablaban de la conquista de Zauiya, sino las noticias enviadas por periodistas desde la misma ciudad. El grupo de reporteros invitados por el Gobierno libio el viernes a un tour por Trípoli ha tenido suerte. Lo que se preveía como el paseo por un escenario teatral, en el que se iba a eliminar toda prueba de disidencia, ha acabado siendo contra el régimen.
Según las crónicas del periódico The New York Times o la agencia Reuters, en Trípoli hay imágenes de Gadafi en las paredes en las que se puede leer "chupasangre". Los periodistas han conseguido hablar con gente que ha manifestado su repulsa a la represión y ayer, inexplicablemente, visitaron Zauiya para confirmar que estaba bajo el control total de la oposición. "La gente quiere la caída del régimen", gritaba la multitud, aseguró la periodista de Reuters.
El hijo de Gadafi, Saif el Islam, la cara más visible del Gobierno durante todo el conflicto, había llegado a decir que había un abismo entre la realidad y lo que estaban contando los medios internaciones. "Todo el sur está tranquilo, el oeste también, el centro también, incluso parte del este", dijo Saif a la cadena ABC. Sin embargo, en las calles de Zauiya había agujeros de bala en las casas y coches quemados. La plaza central ha sido el lugar elegido para el funeral por las 11 víctimas que cayeron en el duro combate del jueves. "Necesitamos justicia. La gente está siendo asesinada. La gente de Gadafi ha matado a mi sobrino", explicó un hombre llamado Chawki a los periodistas. "Necesitamos ayuda del exterior. Nunca usaremos la fuerza ni haremos daño a nadie, solo queremos nuestros derechos civiles. Gadafi tiene que irse. No hay otra posibilidad".
Gadafi sigue acorralado en la capital, obcecado con la idea de mostrarse ante su pueblo como un rey aclamado por quienes aún le siguen y amenazado por ambos lados del país, este y oeste. Incluso una eventual huida de la capital hacia su provincia natal, Sirte, a medio camino entre Trípoli y Bengasi, le supondría tener que vencer primero en Misrata, la tercera ciudad más grande del país y una de las que se ha rebelado por el este.
El aislamiento de Muamar el Gadafi es tal que Franco Frattini, ministro de Exteriores de Italia -antigua potencia colonial-, aseguró en declaraciones a la cadena Sky Italia que su final puede estar próximo. "Hemos llegado, creo yo, a un punto de no retorno. (...) Es inevitable que [Gadafi] acabe abandonando el poder".
El conflicto en Libia se ha convertido ya en una crisis humana. Varios miles de trabajadores egipcios colapsaban anoche la frontera de Libia con Túnez. Los refugiados se concentraron en la verja azul que separa ambos países y trataron de entrar en masa. Lanzaron sus maletas al aire e intentaron colarse por la cancela. Los militares tunecinos les contuvieron a palos. Pero la desesperación parecía más fuerte que los golpes y los refugiados insistieron en entrar a toda costa. Un grupo de jóvenes tunecinos al otro lado de la tapia les provocaban y ayudaban a los militares a que ninguno entrara.
La frontera de Ras el Ajdir ha cambiado mucho en las últimas horas. La organización de los primeros días y la hospitalidad de los tunecinos se ha vuelto un caos ante la avalancha de personas. El ritmo de llegada de refugiados se ha acelerado y ha desbordado a los tunecinos.
Algunos llevan horas viajando para recorrer los 200 kilómetros de carretera que unen la capital libia con Túnez. Los refugiados egipcios tienen que esperar durante horas para que les lleven en autobuses a pabellones y centros escolares en la ciudad tunecina de Ben Gardan. Se quejan de que ninguna autoridad egipcia se ha acercado hasta allí para darles información.
Los últimos datos facilitados por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cifraban en unas 100.000 las personas que habían abandonado Libia por ambas fronteras, este y oeste. El número es anterior a la llegada de los egipcios anoche.
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