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Reportaje:EL NEGOCIO DEL TIRANO

Derroche, lujuria y, sobre todo, incompetencia

Los escándalos y la corrupción son moneda común entre los 'retoños' del autócrata libio. Wikileaks refleja en sus cables un panorama familiar entre el culebrón y la tragedia shakesperiana

Francisco Peregil

El dictador Libio Muamar el Gadafi tiene siete hijos varones y una hija. De ellos, dos han mantenido una lucha indisimulada por suceder al padre y el resto son simplemente unos "incompetentes", solo interesados en llevar una vida de "derroche y despilfarro". Las peleas por el poder y el dinero dentro de la familia eran conocidas en Libia, pero poca gente pudo seguirlas más de cerca que los diplomáticos estadounidenses asignados en Trípoli. Los cables filtrados por Wikileaks reflejan un panorama de codicia a medio camino entre los culebrones y las tragedias de Shakespeare.

El "reformista" era Saif el Islam, el hijo mayor de Muamar el Gadafi, de 38 años, arquitecto y estudiante de la London School of Economics. Es el que, vestido con traje y corbata, amenazaba recientemente a su pueblo con el dedo índice y advertía que estaba dispuesto a provocar una guerra civil si no cesaban las revueltas.

"Libia es una cleptocracia, donde el régimen saca tajada de todo lo que merezca la pena comprar, vender o apropiarse"
Mutasim Gadafi, teniente coronel de 36 años, era visto como un tipo "pendenciero y sediento de sangre"
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Su hermano Mutasim, médico de formación y teniente coronel del Ejército, de 36 años, era visto como un tipo "pendenciero y sediento de sangre". Cuando uno pedía en público reformas, los secuaces del pendenciero golpeaban en la calle duramente a Dhaw al Mansuri, un conocido crítico del régimen, como advertencia a Saif. O bien, arrestaban a sus socios y amigos. Uno de los casos más ilustrativos fue el de Abdulrahman Karfakh, socio y asesor financiero de Saif al Islam. Karfakh fue arrestado en la primavera de 2008 por corrupción y solo fue puesto en libertad después de que Saif le dijera a su padre que si insistían en mantenerle en la cárcel, podrían meterlo a él mismo también, según comentó una fuente de la Embajada de Estados Unidos. Karfakh fue liberado, pero entre diciembre de 2008 y enero de 2009 el hijo más violento de Gadafi se le acercó y le dijo que si seguía interfiriendo en sus negocios e intereses lo mataría. Saif el Islam debía saber que su hermano no bromeaba porque le pidió al amigo que se fuera discretamente al extranjero por un tiempo indeterminado. Y Karfakh se marchó a Australia.

Pero la batalla entre los dos no iba a terminar ahí. Si Saif viajaba a finales de 2008 a Estados Unidos, Mustasim organizaba otro viaje después, para no quedarse relegado ante la comunidad internacional. Si en 2009 Muamar el Gadafi viajaba a Moscú para firmar un contrato de compras de armas y se llevaba con él a Mustasim, recién nombrado entonces consejero Nacional de Seguridad, el otro se quedaba en Libia rumiando la venganza.

En 2009 ya veían los diplomáticos que Saif se estaba imponiendo en la carrera. Un episodio determinante ocurrió cuando Mustasim ordenó a los residentes expatriados de unas casas pertenecientes a la Empresa Nacional del Petróleo que recogieran sus cosas y las desalojaran "inmediatamente". Al parecer, pretendía demolerlas para que su hermana Aisha, de 34 años, "conocida por sus desacuerdos con Saif", pudiese construirse ahí una residencia, junto a un parque próximo. Saif intervino para ofrecer a los inquilinos más tiempo para la mudanza.

Saif estaba ganando el pulso a su hermano. Pero Mutasim, aunque no se prodigaba en comparecencias públicas, mantenía bastante fuerza en las entretelas del poder. Khamis Gadafi, otro hermano más joven, era el comandante de la brigada 32 Khamis, conocida por ser la mejor entrenada y equipada del Ejército libio. Khamis estaba más próximo a Mutasim que a Saif, según los cables. Como Libia no dispone de Constitución ni de un plan abierto y declarado de sucesión, las zancadillas y los navajazos dentro de la familia eran frecuentes. La hija Aisha, quien formó parte del equipo jurídico que defendió a Sadam Husein frente a Estados Unidos, era "más astuta e inteligente" que sus hermanos, pero no parecía desempeñar ningún papel en la lucha por la sucesión.

Y mientras tanto, Muamar el Gadafi hacía juegos malabares no ya para mantener unida a la familia, que eso parecía imposible, sino para mantener cohesionado a un país con una estructura de tribus bien marcada. "Libia es una cleptocracia donde el régimen saca tajada directa en cualquier cosa que merezca la pena comprar, vender o apropiarse. El magisterio de Gadafi para las maniobras tácticas le ha permitido mantenerse en el poder cerca de cuarenta años; sin embargo, la alianza nefasta entre corrupción y culto a la personalidad política en que se ha basado el sistema, parece tener un límite", escribió un diplomático visionario en enero de 2009. Otro, en 2006, ya había despachado: "Gadafi habla a menudo en público contra la corrupción del Gobierno, pero la élite bien conectada políticamente tiene acceso directo a los contratos lucrativos. Este acceso comercial puede ser fácilmente cortado cuando los individuos se ven privados del favor. La familia Gadafi y otros favoritos del Gobierno tienen fuertes intereses en los sectores del gas y el petróleo, telecomunicaciones, desarrollo de infraestructuras, hoteles, medios de distribución y consumo".

Si Gadafi hubiese pretendido evitar la corrupción tendría que haber hablado seriamente con alguno de sus hijos. En enero de 2009 diversos medios occidentales publicaron que Saif había pagado un millón de dólares a la cantante Mariah Carey por cantar cuatro canciones en la fiesta de fin de año en una isla caribeña. Saif difundió en su periódico Oea que él se encontraba en Tailandia y que fue su hermano Mutasim el que organizó aquella fiesta. Esa fue la verdad, en efecto. [Mutasim también fue filmado con la cantante Beyoncé en las Antillas francesas, a finales de 2010, contratada para una fiesta por una elevada suma].

Gadafi está más que acostumbrado a los escándalos de sus hijos. Aníbal Gadafi, el más alocado de ellos, viajó a Suiza en julio de 2008, fue arrestado por golpear a dos empleados de un hotel en Ginebra y provocó un conflicto diplomático entre Suiza y Libia. Los que pagaron los platos rotos en Trípoli fueron los funcionarios que habían permitido a Aníbal salir del país. En ese caso en concreto, el castigado fue Abdullah Sanussi, antiguo director de espionaje militar, encargado de vigilar estrechamente al hijo.

Gadafi ha alimentado sus viejas manías de viajar a cualquier parte del mundo con su enfermera, una "rubia voluptuosa" de 38 años procedente de Ucrania. Ha exigido siempre alojarse en el primer piso de los hoteles o en cualquier lugar donde pueda instalar su carpa, evita volar más de ocho horas o sobrevolar grandes extensiones de agua, disfruta con el baile flamenco, con los espectáculos de equitación; mientras, sus hijos han seguido con la vieja costumbre de enriquecerse. "Todos los hijos de Gadafi y sus favoritos reciben, supuestamente, importantes ingresos de la Compañía Nacional de Petróleo. (...) Aisha tiene además intereses financieros en la clínica San James, de Trípoli, una de las dos mejores instalaciones privadas de Libia", recoge un telegrama diplomático. El mismo documento de mayo de 2006 indicaba que tres de los hijos (Saadi, Mohamed y Mutasim) competían por hacerse con el control de la licencia de Coca-Cola en Libia.

Saadi planeaba levantar una ciudad en el oeste de Libia y pedía información para ver cómo podía ayudarle Estados Unidos. Su segunda esposa y su hija Aisha se hicieron con la propiedad o participaciones de los nuevos almacenes de ropa abiertos tras la era de las sanciones. "Los rumores dicen que la esposa dijo a las autoridades de la frontera que sólo permitieran la entrada de los cargamentos destinados a sus almacenes", señalaba un cable.

Mohamed, de 41 años, es el primogénito. Controlaba el servicio de teléfonos e Internet, con un objetivo muy claro: (...) "Dado el papel que desempeñaron los teléfonos en los disturbios de Bengazi en 2006, la familia quiere preservar definitivamente su fuerte control sobre el sector de las comunicaciones". Pero el país viajaba ya de forma irremediable hacia su encuentro con el verdulero de Túnez que se iba a prender fuego el 26 de enero de 2011.

Prácticamente ninguno de los hijos de Gadafi ha escapado a algún escándalo. Como Saadi, de 37 años, que se hizo futbolista en Italia hasta que fue suspendido por dopaje.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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