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Entrevista:PERSONAJE

La prehistoria hecha Best-Seller

Jacinto Antón

Es la mujer que oyó trotar a los mamuts, arrojó su lanza contra los leones de las cavernas, espió el sexo de nuestros ancestros en los albores de la humanidad moderna y describió la ternura de los neandertales. Jean Auel (Chicago, 1936), la célebre autora de El clan del oso cavernario y del resto de las novelas que componen su mundialmente famosa saga sobre la prehistoria Los hijos de la Tierra (45 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, tres de ellos en España y Latinoamérica), está esperando en la zona de llegadas del aeropuerto de Portland (Oregón), la ciudad donde vive, al noroeste de Estados Unidos.

Es una sorpresa y un honor que te reciba. Auel se acerca y coloca las manos sobre mis hombros en un extraño saludo afectuoso que tiene algo de ceremonia ancestral. Es una mujer rolliza, con unos hermosos ojos azules de mirada perturbadoramente inteligente -no en balde, su coeficiente intelectual la coloca en la categoría de los superdotados- que te escrutan tras las gafas con la minuciosidad de un escáner, aunque con muchísima más calidez. Se acuerda perfectamente de haberme visto en 2002 en el Périgord -y mira que había cosas interesantes para ver-, en la presentación mundial de su última novela, Los refugios de piedra. Bueno, ya penúltima, porque Jean Auel está a punto de lanzar (el próximo 29 de marzo), cuando se cumplen 30 años de El clan del oso cavernario, el esperadísimo final de la serie, La tierra de las cuevas pintadas, que en España publicará, como las otras cinco, la editorial Maeva.

"La gente de la edad de hielo estaba más cerca de nosotros de lo que creemos. Básicamente somos cromañones"
Sabe encender fuego sin cerillas, desolla a cualquier mamífero y blanquear la piel de ciervo con orina agria

La sexta novela, que ha provocado enorme expectación (y a Auel, ponerse a llorar al acabarla), se abre con una escena de acción de aquí te espero. El grupo de cromañones en el que viajan la gran protagonista Ayla (criada por los neandertales, ¿recuerdan?; tenía entonces 5 años cuando la recogieron; ahora, unos 25), su pareja, Jondalar, y la bebé de ambos, Jonayla, se enfrenta a una manada de quisquillosos leones cavernarios, casi el doble de grandes que los actuales. Por suerte, nuestros antepasados cuentan con propulsores que imprimen mayor potencia a sus lanzas…

Mientras Ray Auel, el simpático marido de Jean Auel (nacida Jean Marie Untinen), nos guía hacia el parking, la novelista, que se queja de dolor en las articulaciones y lamenta que ya no es tan buena arrojando venablos como antes (los lanzaba con envidiable puntería), habla de la ocasión en que contempló leones reales en Kenia. "Entiendes lo que era para nuestros ancestros hace 35.000 años convivir con depredadores como esos. Ir a las grandes reservas africanas es lo más cercano a viajar en el tiempo al mundo prehistórico de mis novelas".

La escritora pasa a recordar su visita a España para documentarse de cara a la nueva novela y pregunta por algunos especialistas amigos suyos. "¿Está bien Eudald Carbonell? ¡Qué gran tipo!". Desgraciadamente, España no aparece en La tierra de las cuevas pintadas, que transcurre en lo que hoy es Francia.

En la novela, Ayla se entrena para devenir una líder espiritual cromañón, visita los lugares más sagrados de la colectividad y trata de compaginar su vida pública y su trabajo con la maternidad, además de mantener a raya el demonio de los celos (una prehistoria muy de ahora, como se ve).

Acudir al día siguiente como invitado de Jean Auel a la ceremonia de gala en la que le entrega uno de sus premios la Oregon Historical Society permite codearse con el todo Portland y conocer a la familia de la escritora. Esto último es algo mucho más relevante para entender sus novelas de lo que parece: Auel es una verdadera matriarca y una figura totémica a cuyo alrededor se agrupa su numerosa familia en una estructura tan sólida (y compleja) como los clanes de los cromañones de sus novelas. Cuando uno la ve hablando apasionadamente de hijos (5), yernos, nueras, nietos (15) y bisnietos (5) -con cuyas identidades desde fuera y con jet lag es difícil aclararse-, entiende el que sus personajes prehistóricos parezcan vivir inmersos en prolijas y a menudo desconcertantes relaciones de parentesco.

Un día después visito a Jean Auel en su cueva, uy, su casa, un gran piso en la parte alta de la ciudad, cerca de Goose Hollow. Auel ha progresado desde que era una empleada de una empresa de electrónica con dificultades para llegar a fin de mes. Es difícil describir la abigarrada colección de obras de arte, antigüedades y chucherías que la escritora acumula en las habitaciones, salones, pasillos y hasta el gimnasio y los baños. A la entrada tiene la escultura de un lobo. Todo un cuarto está lleno de las preciosas ilustraciones originales de las cubiertas de sus novelas. Hay mucho arte nativo -tlingit, haida, inuit- y contemporáneo, máscaras africanas y piezas japonesas. También la casita de un hada y una maqueta de los Picos de Europa, y un billar, y un piano de cola…

El lugar más destacable, el sanctasanctórum de la casa, su Lascaux por así decirlo, es el estudio de Auel, donde trabaja y donde ha escrito sus últimas novelas. La espaciosa habitación posee grandes ventanales con unas vistas fantásticas. En días claros se ve el monte Hood y hasta el inquietante volcán St. Helens. La biblioteca, pulcramente ordenada, contiene todo el material para escribir grandes novelas prehistóricas -ya no le hace falta ir a la pública-. Desde las obras científicas de referencia (Lartet, Trinkaus, Solecki, Leakey, Jean Clottes, buen amigo de Auel) hasta manuales de supervivencia y enciclopedias de animales y plantas. Aquí y allá, desplegado todo un museo del musteriense y el solutrense, incluido el cráneo del viejo neandertal de La Chapelle y varios peluches. "La mayoría de los objetos son copias, regalos de amigos o lectores". Junto a la chimenea hay un maravilloso mamut de bronce. Pero quizá lo más conmovedor es la Barbie cromañón. "Me la regalaron. Es Ayla, mi protagonista. Si te fijas, hasta tiene las cicatrices del ataque del león de las cavernas en el muslo".

Ayla, ese monumento cuaternario que se cree fea entre los neandertales, es la gran creación de Auel. Dice que la inventó para tener un modelo de heroína de aventuras, resolutiva y autosuficiente, que no existía en sus lecturas juveniles y que echaba de menos. Le pregunto por la película que se hizo en 1986 de El clan del oso cavernario, con Daryl Hannah como Ayla. Es sabido que a Auel el filme le desagrada. "Demasiado violenta, da una idea de la prehistoria opuesta a la mía". Pero Hannah "está bien, y la conocí en el rodaje, es encantadora".

"Todo empezó con la idea de una mujer viviendo entre gente significativamente diferente", recuerda Auel del origen de su serie. "No pensaba inicialmente en que transcurriera en la prehistoria; de hecho, entonces leía mucha ciencia-ficción; la trama en esencia es la de una persona como nosotros que vive entre aliens, porque eso son para los cromañones los neandertales".

"Al ambientar mi relato en la edad de hielo", continúa la novelista, "quise mostrar que aquella gente estaba más cerca de nosotros de lo que creemos. Básicamente somos cromañones". Para Auel, la prehistoria no fue en absoluto la época "de colmillo y garra sanguinarios", de crueldad y salvajismo, que a menudo se imagina. "La gente cuidaba de sus semejantes; ahí está el caso del neandertal tullido de Shanidar, que no podría haber sobrevivido sin protección y en el que me inspiré para Creb, el Mog-ur, el chamán del clan; la gente tenía religión, arte, una intensa vida social". Bueno, pero la propia Auel presenta escenas de canibalismo en sus libros: eso sí es socializar, que te coman. "Había razones para practicarlo, rituales, o cuando las cosas iban realmente mal, pero no era corriente, de ninguna manera". Su visión de la prehistoria, en la que los cavernícolas hasta toman el té y ellas han inventado las compresas, ¿no es un poco idílica? En realidad, la vida humana parece más feliz ahora, lejos de los dientes de sable. "¡No, no, es lo mismo! Depende de las circunstancias personales, ser feliz es algo individual, la gente tiene tendencia a serlo o no, y debe haber sido así siempre". ¿Cuál es el secreto? "Querer serlo, feliz, posiblemente, y suerte. Tener hijos sanos, por ejemplo. Personalmente creo que he tenido mucha suerte en general en la vida. Las novelas además me han permitido visitar lugares como Lascaux (¡tres veces!) o Chauvet, y sostener en mis manos la Venus de Willendorf original; ¡sí, soy tan afortunada!". También la ha invitado Barbara Bush a tomar el té y Stephen King a su casa en Bangor, Maine… "muy rara".

Apoyadas contra la pared hay unas lanzas. La novelista extrae una y la blande de tal suerte para enseñármela que casi me saca un ojo. Luego estoy a punto de rebanarme un dedo al probar el asombroso filo de una hoja de sílex. "¡Cuidado, eso corta un mamut fácilmente!". En un prodigio de pragmatismo, Auel ha experimentado a conciencia la vida prehistórica. Ha visitado los yacimientos. Y ha tomado clases de supervivencia en la naturaleza. Sabe encender fuego sin cerillas, desollar a cualquier mamífero y blanquear la piel de ciervo con orina agria, que es todo un arte. "He asistido a clases muy entretenidas en el monte Hood, incluso aprendí a construir un refugio con nieve. Me encanta aplicar esos conocimientos a mis novelas, en la última uso las propiedades de la piel del glotón, el mustélido que llamamos wolverine. Es mi lado aventurero y silvestre, en el fondo soy hija de granjeros. Oregón es muy instructivo: la naturaleza aquí puede ser brutal, como en la edad del hielo".

Auel no deja nunca de investigar y está continuamente en contacto con los especialistas. Sus novelas tocan con mucha habilidad temas que son objeto de debate científico. Por ejemplo, Durc, el hijo perdido -en la sexta novela tampoco lo encuentra- de Ayla y de Broud, el hombre del clan que la violó, es mezcla de neandertal y cromañón: la novelista planteó en 1980 el asunto de la hibridación, que sigue candente. "Creo que sí hubo entrecruzamiento. Probablemente se produjo de las dos maneras, pacífica y violenta, aunque la mayor parte del tiempo de forma pacífica. La gente en general es decente, y los hombres no violan sistemáticamente a las mujeres. No tiene por qué haber sido de otra manera en el pasado". Auel se ensombrece un momento: "Me fue muy difícil describir la violación de Ayla; detesto la violencia". Hay también bastante sexo feliz en sus novelas, digo para animarla. Sonríe. "El sexo es importante en la vida". Asiento vigorosamente.

Se ha dicho que las novelas de Jean Auel son feministas. Ayla, una mujer, difunde conocimientos e innova en todos los campos: medicina, domesticación -lo del lobo no es para nada disparatado: hay evidencias recientes de que se le domesticó mucho antes del neolítico y de que la gente echara raíces-, tecnología, contracepción, armamento, tintorería y hasta sexo oral; en la nueva novela parece incluso idear la semiótica (aunque, claro, no sabe para qué sirve). "Todo el mundo me merece respeto, las mujeres y también los hombres. Pero, sí, soy feminista. ¿Cómo no iba a serlo? He luchado mucho en mi vida personal para demostrar que la eficacia laboral depende de la cualificación y no del género".

En medio del estudio está la espaciosa mesa de Auel con su ordenador. "Escribo con él, pero no uso Internet, distrae mucho, no deja tiempo para escribir. Tampoco tengo Facebook". Ojeo un simpático manuscrito que le ha enviado un especialista francés: Recetas prehistóricas culinarias y medicinales de Ayla.

Auel se ha pasado 30 años en la prehistoria. Ahora cierra una etapa. Pero deja abierta la puerta a regresar. ¿Con las aventuras de Durc, el hijo de Ayla? ¿O quizá con una historia del neolítico, o del antiguo Egipto como ha sugerido alguna vez? "¿Quién sabe?", dice la escritora. Se acerca a los ventanales y mira con súbita melancolía hacia el espectacular otoño de Oregón que se mece afuera. "Sea como sea", resuelve enérgica, "seguiré escribiendo".

La escritora norteamericana sostiene una lanza prehistórica a la entrada de una cueva en la región francesa de Les Eyzies.
La escritora norteamericana sostiene una lanza prehistórica a la entrada de una cueva en la región francesa de Les Eyzies.CARLES RIBAS
Una joven Jean Auel junto a su marido
Una joven Jean Auel junto a su marido
La autora posando con algunas de las traducciones de sus exitosas novelas
La autora posando con algunas de las traducciones de sus exitosas novelas

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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