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Reportaje:HISTORIA

El kilómetro cero de la modernidad

Fue donde los Beatles, los Rolling Stones y los Who definieron su estilo. Hoy pocos vestigios quedan de todo aquello en Carnaby Street. Apenas una tienda, Pretty Green, abierta este verano por Liam Gallagher. No necesariamente un buen indicio. El resto está tomado por grandes marcas. Sin embargo, la eminente vía londinense preserva un aura que sigue atrayendo a los turistas. El London College of Fashion celebra sus cincuenta años como destino de estilo con la edición del libro Carnaby Street 1960-2010.

¿Qué sucedió entonces para que el mundo fijara sus ojos en apenas 200 metros de calle? Por mucho que las revistas exportaran toda aquella singularidad a principos de los sesenta como salida de un moderno big bang, Carnaby venía fraguándose como refugio de individuos marginales desde hacía mucho tiempo. En 1665, el año de la gran plaga, se construyó aquí la primera casa de enfermos de peste de la ciudad. A finales del siglo XVII, los hugonotes se asentaron en Carnaby huyendo del exterminio del Rey Sol y abriendo la brecha para la posterior llegada de otros inmigrantes perseguidos por sus ideas o religión. A la vuelta de la esquina, en Broadwick Street, nació y murió William Blake, que desarrolló sus alucinadas pinturas y poemas contemplando los infortunios que le rodeaban. Dickens la convirtió, junto con otras calles del Soho, en una de sus máximas inspiraciones para denunciar las desigualdades sociales y el abandono sanitario de las autoridades.

"Aquí se abrió la primera tienda abiertamente gay y el primer restaurante vegetariano de Londres"
"Los Stones se codeaban con las 'teddy girls'. El mundo quería fotos de lo que estaba pasando, y estaba todo en Carnaby"

Mientras la paralela Regent Street contemplaba la proliferación de mansiones señoriales y los primeros centros comerciales, Carnaby parecía condenada a hundirse en su miseria. Pero su situación privilegiada en el mapa de la ciudad y la inevitable riqueza cultural aportada por habitantes de orígenes dispares acabó por convertirla en un foco de vida bohemia. Entre 1930 y 1950 surgieron clubes donde escuchar el jazz que desembarcaba de EE UU. En el Tatty Bogle, aún abierto hoy, actuaban grandes como Duke Ellington; se dejaban ver las estrellas de cine de la época como Ronald Colman, Robert Donat o Jessie Matthews, y, si atendemos a la leyenda, aprendía a bailar el black bottom el galán Louis Jourdan. La diversificación de su propuesta nocturna derivó en clubes como La Discothèque, abierto en 1960, el primero que sustituyó la música en vivo por sesiones de pinchadiscos, o The Roaring Twenties, en 1961, que introdujo la música ska en Londres.

PRONTO TODOS LOS ESTRATOS incomprendidos unieron fuerzas. "Aquí se abrió la primera tienda de moda abiertamente gay, Vince Man's Shop, en 1953, cuando la homosexualidad aún era ilegal en Inglaterra. También el primer restaurante vegetariano, Cranks Health Foods, en 1961", recuerdan las historiadoras de moda Judith Clark y Amy de la Haye, que han colaborado en el libro conmemorativo.

Convertida en epicentro de las subculturas juveniles, Carnaby sirvió a principios de los sesenta como base de operaciones para toda una generación de creadores salida de la nada. Tal y como recuerda el fotógrafo Philip Townsend, "habían pasado 15 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y no teníamos dinero para nada. Las grandes casas del centro de Londres se habían transformado en edificios de apartamentos baratos. Era todo bastante triste. Nadie conocía a nadie, una persona te llevaba a otra, pero no existía una escena cultural. Alguien tenía que hacer algo, y nosotros lo hicimos, pero no teníamos ni idea de qué estábamos construyendo. Apenas había un par de escuelas de moda en la ciudad y muy pocos fotógrafos. Los primeros diseñadores que surgieron no eran nada codiciosos. Todos queríamos contribuir a ese algo".

CURIOSAMENTE, LA REVOLUCIÓN vino de la mano de la moda masculina. John Stephen, un ex asistente de Vince Man's Shop, reconoció el potencial del consumidor adolescente y se lanzó en solitario, con apenas 300 libras en el bolsillo, a abrir su primera tienda en 1959. Su alternativa bohemia, que abarcaba desde extravagantes chaquetas de lamé dorado hasta ajustados trajes para mods y codiciados Levi's de importación, le trajo un éxito fulminante. En sus probadores convivían jóvenes de la clase trabajadora con Jimi Hendrix, los Beatles, los Rolling Stones, los Kinks, el duque de Bedford, Brigitte Bardot, Marlene Dietrich y Elizabeth Taylor. Introdujo conceptos rupturistas como el unisex, y llegó a tener 10 tiendas en el Soho londinense y a exportar su cadena (bajo el nombre Carnaby Street, claro) a Europa y EE UU.

Y nació el Swinging London. Al menos, para las revistas. El bautismo vino desde la portada de Time, en su edición del 15 de abril de 1966. La afluencia de potenciales compradores en Carnaby y la feroz competencia se saldaron con inventivas fórmulas para vender. Un buen escándalo a tiempo podía traer un impacto publicitario mayor que el más caro de los anuncios. Henry Moss abrió Lady Jane ese mismo año exponiendo en su escaparate durante tres días seguidos a chicas vistiéndose y desvistiéndose. De inmediato fue arrestado. "Pensé que por escándalo público", explica. "Pero no. ¡Tuve que pagar una multa de dos libras por obstrucción de la vía pública!".

Las dolly birds (chicas a la moda) replantearon los códigos de vestimenta. La más corta de las minifaldas se aceptaba ya socialmente, pero no el pantalón. Henry Moss repitió el ardid llevando a una modelo a cenar al lujoso hotel Claridge's vestida con traje de corte masculino. "Cuando me ofrecieron una mesa escondida en lugar de la mía habitual, pregunté que si era porque mi acompañante llevaba pantalones. Cuando me dijeron que sí, le pedí que se los quitara, y nos sentamos a cenar. Me traje a la prensa para asegurarme de que capturara el momento".

LA CONVIVENCIA ENTRE MODA, medios de comunicación y estrellas de la música se volvió cada vez más fluida. Si Jimmy Saville, mítico presentador del Top of the Pops, compraba una chaqueta de cuero en Lord John y se la llevaba puesta a casa, ahí estaba un fotógrafo esperando a la puerta de la tienda y se podía ver la instantánea en la portada del New Musical Express de la semana siguiente.

Philip Townsend (que, para evitar confusiones, no tiene parentesco con Pete Townshend, guitarrista de los Who) vivió la explosión en primera persona. A los 18 años logró un trabajo en la revista de sociedad Tatler, que le enviaba cada verano a la Costa Azul a ejercer de paparazzo. Un día, a la entrada del casino de Montecarlo, conoció a Andrew Loog Oldham, un jovencísimo vividor que pasaba sus días en la Riviera timando a turistas. "Conectamos enseguida", recuerda Townsend. "Me dijo: 'El negocio hoy está en la música. Me vuelvo a Londres, voy a descubrir a la mejor banda de rock del planeta".

ESA BANDA FUE THE ROLLING STONES. Townsend sacó las primeras fotos de Mick Jagger y compañía. "Tuve la suerte de estar en el lugar y el momento adecuados. En 1963, antes de que se hicieran conocidos, les retraté junto a teddy girls [la versión femenina de los teddy boys, movimiento juvenil de los años cincuenta derivado del rockabilly]. Eran chicas con pantalones ajustados, enormes flequillos despeinados y que podían perfectamente pegarte una paliza. Los Stones se codeaban mucho con ellas. Y a mí me descubrieron un mundo nuevo".

Loog Oldham le presentó también a Peter Meaden, conocido como el "rey de los mods". "Posiblemente fuera el primero. Después fue mánager de los Who, quien los transformó en mods". De repente, todo un universo tribal se dibujaba en unos pocos metros cuadrados. "Mis mayores clientes eran las revistas extranjeras. No paraban de reclamar fotos de lo que estaba pasando, y podías encontrarlo todo en Carnaby. Los Stones tenían la oficina en Regent Street, y los Beatles vivían en Marylebone. Recuerdo la primera vez que bajaron en su limusina Austin Princess al Soho. Una horda de gente se les echó encima y tuvieron que huir. George Harrison se quedó rezagado, y Loog Oldham y yo logramos meterle en nuestro coche. Le salvamos la vida [risas]. Yo no sabía lo que era el fenómeno fan hasta que vi eso: parecía que querían comérselo".

En 1973, la calle se hizo peatonal. Casualidad o no, el nuevo pavimento marcó el punto de declive. Los mods dieron el relevo a los punkis, y los creadores alternativos se mudaron gradualmente. En las tiendas de baratijas que conviven con los emporios de la globalización aún se pueden encontrar postales que sueñan con tiempos más revolucionarios.

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