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PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Columna
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Libros del silencio

Algo muy desazonante ocurre a mi alrededor cuando, en un paseo por mi barrio del Eixample barcelonés, pongamos seis por seis o siete illes o bloques o manzanas, los únicos negocios florecientes con que tropiezo -en el sentido de que brotan como hongos- son las tiendas de estética. Ya saben, depilaciones de la A a la Z; pongan ustedes la Z donde quieran, moreneces falsas, uñas de porcelana, masajes, lectura de sobacos, maquillaje de pies… Yo qué sé. Y los anuncios: Ven al glamouroso mundo de la estética. Sé alguien hoy en día. Cursos de depilación, en extensiones…

Pero hay días en que las cosas no pintan tan mal. Alguien es capaz de abrir una pequeña -aunque ambiciosa- editorial y ponerse, como su propio enunciado indica, a editar literatura. Observen que no he escrito libros, sino literatura.

"Una ofrenda para quienes gozan de los libros, de su tacto, su aroma, sus formatos"

Gonzalo Canedo -supe de él y de su aventura por nuestro mutuo amigo, el maestro del teatro Lluís Pasqual- llevaba muchos años trabajando en el sector editorial como director de redes comerciales cuando, en sus propias palabras, "decidí dar un vuelco a mi vida". Lo dio. La suya es una editorial en la que caben tanto grandes obras olvidadas o inéditas en España como las propuestas de nuevos talentos españoles y extranjeros.

Me he guardado hasta ahora el nombre bajo el que se publican los libros elegidos con delicadeza y cuidado: Libros del Silencio. Me parece un nombre precioso, amén de muy adecuado para cuanto les he contado antes. Rescatados del silencio, pues, los libros hablan ya.

Quizá lo más llamativo que ha sacado a la luz hasta ahora, por la índole de la historia, sea Elisa y Marcela. Más allá de los hombres, la investigación de Narciso de Gabriel que narra la aventura de dos mujeres que se amaron -Una de las más extraordinarias historias de amor de todos los tiempos", según Manuel Rivas-, y que se las arreglaron para casarse después de que Elisa se hiciera pasar por hombre, en los difíciles y casposos tiempos de la Restauración, en aquella Galicia…

Sin embargo, lo más atractivo de Libros del Silencio es, en mi opinión, que con cada publicación sorprende y estimula. Recuperaciones, descubrimientos, reediciones. Por ejemplo: "La ignorancia mortal que se alimenta / de bárbara ambición y se presume / potente, firme, estable, altiva, osada / baje la rueda, reconozca y sienta / que en un punto la muerte la resume / en humo, en polvo, en viento, en sombra, en nada". Este hermoso verso pertenece a un soneto, y el soneto pertenece al volumen con una pequeña parte de la poesía inédita de Quevedo, que Libros del Silencio salva de la amnesia literaria. Hermoso verso y muy actual, como puede apreciarse.

Otro volumen delicioso: Criptonita en el bolso, del escritor y guionista napolitano Ivan Coltroneo. Es una historia familiar muy especial en la que un niño, Peppino, tiene un amigo, Genaro, que se pasea con capa de supermán y cree que las mujeres llevan criptonita en el bolso y tratan de detener sus superpoderes. Y si quieren adentrarse en las dulzuras y acideces de un primer amor, lean Función en el colegio, de Orio Vergani, a quien se tiene por uno de los fundadores del fotoperiodismo europeo, y que poseía también enorme talento para la narrativa.

Les recomendaría más títulos, les hablaría de lo bien diseñadas que están las cubiertas, del placer que produce palpar su mate y armoniosa invitación a la lectura. Pero vayan por ustedes mismos a su librería predilecta -ahora que, gracias al cielo, vuelven a abrir tras la estación de secano-, e indaguen.

No puedo despedirme, sin embargo, sin glosar un volumen tan pequeño como excitante: Libropesía y otras adicciones, con prólogo de Alberto Manguel. Es una antología de textos de diversos autores -entre otros, Flaubert, Woolf y el propio Quevedo-, compilada "como una ofrenda para quienes gozan de los libros, de su tacto, de su aroma y de sus formatos. Un canto a la rareza del mundo de los libros".

Me ven entusiasmada. Lo estoy. Tanto que soy capaz de ir a que me depilen al cero mientras escucho cualquiera de las voces que surgen de Libros del Silencio. 

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