Polémica en Italia por unos dudosos diarios de Mussolini
Marcello Dell'Utri, senador del Pueblo de la Libertad y cofundador de Forza Italia, vivió el lunes una amarga experiencia en Como, ciudad cercana a Milán. Parolario, un evento cultural local, había invitado al senador, notorio bibliófilo y recientemente condenado en Palermo a siete años de cárcel por asociación mafiosa, a un debate sobre los (presuntos) diarios de Benito Mussolini.
La historia de los diarios del militar que gobernó Italia entre 1922 y 1945 está llena de misterios y mentiras; desde los años noventa, han aparecido y desaparecido del mapa varias veces, y siguen mortificando a su familia y al propio Dell'Utri, que es un declarado amante del Duce pero también de Pier Paolo Pasolini.
Aunque los primeros expertos e historiadores consideran falsos los manuscritos que Dell'Utri habría presuntamente adquirido nadie sabe dónde ni cómo, la prestigiosa editorial Bompiani ha decidido publicarlos este otoño, y anuncia un gran lanzamiento con diversas pruebas científicas y un alud de ejemplares.
Dell'Utri insiste en la autenticidad de los manuscritos que teóricamente tiene en su poder y llegó el lunes a Como dispuesto a leer algunos fragmentos de la agenda que el dictador anotó en 1942. El acto se celebraba en una carpa situado en la plaza Cavour, en pleno centro de la ciudad. La sala estaba repleta. El senador subió al escenario luciendo su bronceado, ataviado con una alusiva camisa negra. Bajo el brazo portaba una gruesa carpeta azul. Se sentó en una silla y se dispuso a escuchar la presentación del moderador.
Gritos contra Dell'Utri
Enseguida, un hombre sentado en las primeras filas se levantó y preguntó a voz en grito: "¿Pero os parece normal invitar a hablar a un condenado por mafia? ¡Qué vergüenza!". Un centenar de personas secundó la protesta, con gritos de este tenor: "¡A la cárcel, a la cárcel! ¡A la cárcel no, deberían colgarte por los pies!".
Dell'Utri no está en la cárcel porque el Tribunal Supremo debe todavía revisar los aspectos formales de su condena por mantener estrechas relaciones con la mafia al menos hasta la sangrienta temporada de atentados iniciada en 1992.
Tras 15 minutos de bronca, el senador abandonó el escenario. El acto no pudo celebrarse aunque algunos asistentes defendían al senador, mientras el desbordado moderador apelaba a respetar el artículo 21 de la Constitución, que tutela la libertad de expresión.
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