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Huelga del metro | Las consecuencias

Una ratonera con más de dos millones de víctimas

Autobuses, trenes y taxis no lograron suplir la carencia del suburbano

Los ciudadanos, rehenes de la huelga total, salieron ayer a la calle para tener un día duro en una ciudad correosa de por sí, donde el tiempo suele correr en contra de la gente y el espacio se encuentra con los codos. Sin metro, la experiencia se complica. Los 2,2 millones de pasajeros del suburbano buscaron una salida al problema y se dieron de frente con autobuses a tope, taxis llenos y trenes con menos paradas de las deseadas.

El purgatorio de los viajeros se decidió el lunes por la noche en una asamblea de trabajadores de Metro y tomó cuerpo ayer por la mañana, a las seis, cuando los piquetes de empleados confirmaron que el paro era un éxito. "Compañeros, no ha salido ningún tren. Nos podemos retirar", dijo un líder sindical en las cocheras de Cuatro Caminos. Unos 40 piqueteros se fueron de allí y se evitó la ley de la porra, que asomó minutos antes cuando la policía tuvo que abrir paso entre los huelguistas a algunos de los empleados que fueron a trabajar. "Esquiroles", les decían.Una vez se comprobó que no se movería ni un tren empezaron a tomar protagonismo las vías de escape. Pese a que los viajeros seguían entrando a los vestíbulos del metro con la contumacia que da la costumbre (la seguridad tuvo que desalojar estaciones a primera hora), en una hora todo el mundo estaba intentando arreglarse con otros transportes.

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El autobús fue la salida natural. Enseguida se crearon colas de hasta 200 personas en torno a estaciones muy concurridas, como Avenida de América y Nuevos Ministerios. La EMT sacó el 100% de sus vehículos a la calle para aumentar el servicio un 15%. Sumaron a su millón y medio de viajeros diarios buena parte de los dos millones del metro. Su web estuvo colapsada desde la noche del lunes, cuando se supo de la huelga total. "Los técnicos dicen que hubo 25 intentos por segundo de entrar en la página", explicó un portavoz de la compañía.

Con más prisa o más dinero, la opción más apreciada era el taxi, pero era improbable dar con uno libre. "É mala sorte", decía en la Gran Vía un funcionario del Gobierno de Brasil, con una cita perdida a las nueve y media de la mañana para firmar un "acuerdo social" con España. Los taxistas tuvieron negocio -"la productividad del taxi aumentó un 40% a primera hora de la mañana", afirmó a la

cadena SER el presidente de la Asociación Gremial de Autotaxi, Juan Luis Funes-, pero no se cubrieron de oro, como se podría pensar. La congestión de coches lo impidió. "En el taxi solo se hace dinero cuando el tráfico fluye", razonaba un taxista parado junto a la estación de Méndez Álvaro. El trasiego de coches aumentó un 25% por la mañana en la M-30 y un 20% en el centro de Madrid, aunque bajó hacia la tarde a poco más de un 5%.

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Los trenes de Cercanías fueron, con los autobuses, el sostén del caos. Hubo 30 trenes a mayores; 83.000 viajeros más habían viajado en tren a mediodía, durante las horas más ajetreadas. Las frecuencias de paso eran lentas y solo había tres puntos de referencia en el centro (Atocha, Sol y Nuevos Ministerios), pero sirvieron de almohada al castañazo del metro.

Información de M. Martín, J. Abdelrahim, P. Álvarez y P. de Llano.

Pasajeras, en un autobús repleto
Pasajeras, en un autobús repletoREUTERS

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