Portugal se reconcilia con su Nobel
El adiós a José Saramago se asemeja a un funeral de Estado al que no asistió Aníbal Cavaco Silva - Las cenizas del escritor se quedarán en Lisboa
La reconciliación definitiva de Portugal con José Saramago culminó ayer con los actos fúnebres celebrados en el Ayuntamiento de Lisboa, que contaron con la presencia de una nutrida representación del poder político y del mundo cultural luso. Desde España acudió la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, en nombre del Gobierno, y numerosos intelectuales y amigos del escritor. La unión ibérica, que pregonaba el Nobel, se fundió durante unas horas en el Salón Noble del Ayuntamiento de Lisboa, donde estaba instalada la capilla ardiente.
Poco después de las dos de la tarde, los restos del escritor fueron incinerados en el cementerio de Alto de São João, al que acudieron cientos de personas que corearon "Saramago, el pueblo está contigo", "Saramago, la lucha continúa", "Saramago, obrigado (gracias)". Las cenizas descansarán en Lisboa, según el alcalde, António Costa. La sevillana Pilar del Río, su viuda, dirigió unas breves palabras a los presentes, que agitaban libros del autor: "Somos felices por haberle conocido y somos privilegiados por haber compartido con él nuestro tiempo".
"Somos privilegiados por haberle conocido", dice Pilar del Río
Jerónimo de Sousa: "Encontró en el PCP su ideal más avanzado"
La ceremonia de cuerpo presente en el palacio municipal fue seguida en la calle por miles de personas que escucharon con emoción contenida las palabras de los distintos oradores. "Soñó con un mundo que los fuertes eran más justos y los justos eran más fuertes", dijo la vicepresidenta Fernández de la Vega, que transmitió "el hondo pesar del Gobierno y del pueblo de España".
La sencillez y el compromiso, añadió, cristalizaron en Saramago, a quien describió como "una de las pocas personas que saben hacer sonar las cuerdas del alma". Las palabras de la vicepresidenta arrancaron los aplausos de los ciudadanos congregados en la plaza, como cuando dijo que el 18 de junio de 2010 "se nos ensom-breció la mirada y el corazón, nos sentimos huérfanos de su figura y sus palabras".
Entre los presentes estaba el primer ministro portugués, José Sócrates, que no hizo uso de la palabra, dos ex presidentes de la República, Mário Soares y Antó-nio Ramalho Eanes; el vicepresidente de la Asamblea de la República, Guilherme Silva, y el presidente del Tribunal de Cuentas, Guilherme d'Oliveira Martins, varios ministros, el equipo de gobierno municipal y dirigentes del Partido Comunista.
La representación de los partidos de la oposición conservadora se redujo al dirigente del Partido Social Demócrata Miguel Relvas. Numerosos escritores y editores acudieron también a rendirle homenaje, pero fue prácticamente nula la presencia empresarial. Tampoco asistió el actual presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, cuyo Gobierno en su día vetó El Evangelio según Jesucristo para optar a un premio literario europeo por su visión anticlerical. Esta decisión política provocó el autoexilio de Saramago en Lanzarote en 1993. Cavaco Silva, de vacaciones con su familia en las islas Azores, defendió ayer su ausencia del funeral ("es una polémica estéril", comentó) y aseguró que hizo lo que le correspondía a un jefe del Estado -envió una carta de condolencias a la viuda- pero que nunca había tenido el "privilegio" de conocer al escritor.
El alcalde Costa habló del tiempo en que Saramago presidió, brevemente, la Asamblea Municipal de Lisboa, y recordó que la Fundación José Saramago se trasladará en un futuro a la Casa dos Bicos. El emblemático edificio del centro histórico lisboeta albergará el legado del Nobel. Un legado, en palabras del escritor Carlos Reis, "inestimable y precioso".
Jerónimo de Sousa, máximo líder del Partido Comunista Portugués (PCP), habló de "la indignación que nace de su compromiso ético y político al lado de los oprimidos". "Encontró en el PCP su ideal más avanzado". Saramago fue militante comunista hasta el último de sus días, a pesar de sus numerosas discrepancias con el monolitismo del partido. "Un comunista hormonal", abundó la ministra de Cultura, Gabriela Canavilhas. "Una voz lúcida, inconformista por la igualdad de los hombres", agregó, "que recibió el Premio Nobel por su capacidad de volver comprensible una realidad fugitiva". Una referencia de la ministra al anticlericalismo del autor -"No tenía fe en Dios, pero si existe, ciertamente Dios tiene fe en él"-, levantó de nuevo los aplausos de la plaza.
Las notas del Cant dels ocells, canción popular catalana que popularizó el violonchelista Pau Casals, pusieron punto final a la ceremonia. Pilar del Río y Violante, la hija del escritor, saludaron desde el balcón a la multitud en la calle que prorrumpió en un prolongado aplauso. "Portugal ha estado por primera vez a la altura de Saramago", comentaba con emoción, Fernando Gómez Aguilera, biógrafo del escritor y director de la Fundación César Manrique.
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