¿Protege a las ballenas regular su caza?
Los países debaten divididos en una cumbre clave si levantan la moratoria impuesta hace 25 años - La Comisión Ballenera pide autorizar la caza comercial de Japón a cambio de un santuario en la Antártida y de controles más estrictos
El lenguaje es lo más importante en diplomacia. Así lo deja claro la lectura de la propuesta del presidente de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), el chileno Christian Maqueira, sobre el futuro de la caza de ballenas y con la que pretende avanzar después de 25 años de parálisis. En el primer punto explica que "la moratoria se mantiene". Pero inmediatamente crea cuotas comerciales para Japón, un país que actualmente caza ballenas, supuestamente, con fines científicos. Así que la CBI debate a partir del lunes en Agadir (Marruecos) algo aparentemente imposible: mantener la moratoria para cazar ballenas y a la vez incluir nueva caza comercial pero con muchos más controles.
Los ecologistas ven la botella medio vacía, pero hay científicos y diplomáticos que la ven medio llena. "Estábamos preparados para una dura contienda. Pero lo hacemos por el bien de la conservación", afirmó en un comunicado Anthony Liverpool, el vicepresidente de la comisión, que tiene 88 países miembros.
El plan evitaría la muerte de 14.000 cetáceos en 10 años, según la comisión
La propuesta necesita el apoyo del 75% de los 88 países miembros
La UE no aclara su postura pero frena la intención danesa de pescar otra especie
Australia afirma que el resultado "puede ser terrible" para estos animales
La presidencia, tras consultar con un grupo de 13 países representativos, y cansada de reunirse año tras año sin dar un paso, presentó en abril lo que define como una decisión de consenso para mejorar la convención. El plan da la puntilla a la caza científica, que Japón realiza sin apenas controles internacionales; impide que nuevos países se sumen a la práctica (nadie más allá de Islandia, Noruega, Dinamarca y Japón); pone bajo control de la CBI la caza de todas las ballenas (actualmente solo controla la llamada caza aborigen), y fija cuotas para todos los países (que en la actualidad establece cada uno).
Además, los barcos deberían tener observadores internacionales, los mercados controles genéticos, se prohíbe la exportación de carne de ballena y se establece el uso de métodos de muerte lo menos dañinos posibles. Finalmente, el acuerdo crearía un santuario antártico, una zona clave para la reproducción y la alimentación de las principales especies balleneras.
La moratoria ha sido, junto con el Protocolo de Montreal contra el agujero de ozono, el mayor tratado internacional a favor del medio ambiente. La población de ballenas, a punto del desastre en los ochenta, se recupera, aunque sigue lejos de los niveles de siglos pasados.
Pero las lagunas del veto han sido evidentes. Islandia y Noruega no se sintieron vinculadas y siguieron cazándolas. Japón, que en principio sí firmó, viendo su ejemplo optó por llevar a cabo un programa científico en el que anualmente captura unos 850 ejemplares de rorcual aliblanco (alega que la población supera los 700.000 ejemplares), y otros 100 de otras dos especies, entre ellas el rorcual común, una de las mayores que existen. Muchas de ellas las caza lejos de sus aguas, cerca de la Antártida. Lo de los fines científicos es mucho decir. Aunque el Ejecutivo japonés insiste en que sin matar ballenas no se puede, por ejemplo, conocer la edad de un cetáceo, la realidad es que buena parte de ellas acaban en el plato o en cosméticos.
Con el plan de la CBI, Japón pasaría a pescar 400 rorcuales aliblancos, la mitad de lo que caza actualmente. La propuesta evitaría la muerte de 14.000 ballenas en 10 años "si se mantuvieran las cuotas de captura del año 2009", según sus impulsores, o 3.200 con la media anual de capturas entre 2005 y 2009. La diferencia radica en que la caza científica no ha hecho más que crecer.
Japón llega a la CBI dispuesta a negociar para romper el statu quo. "Negociaremos tranquilamente con otros Estados miembros para alcanzar un acuerdo aceptable basado en la propuesta del presidente", declaró a Reuters Takashi Mori, un responsable de la agencia pesquera japonesa. Pero a la vez, Tokio ha anunciado que si nada cambia podría dejar la comisión. Es algo con lo que ha amenazado muchas veces pero que, de consumarse, sería un golpe muy duro para el organismo, ya que dejaría de tener bajo su control -por pequeño que sea- a la flota japonesa.
Australia y Nueva Zelanda, mientras, se oponen radicalmente a cualquier caza y mantienen un largo contencioso con Japón. El ministro de Medio Ambiente australiano, Peter Garrett, afirmó ayer que Agadir puede acabar en un "resultado terrible, terrible para las ballenas". Garrett asistirá al tramo decisivo de la cumbre que arranca el lunes. Como en toda negociación internacional, hasta el último momento muchas partes mantienen posturas ambiguas. La UE tuvo ayer una reunión para definir su postura.
El resultado fue que, oficialmente, no hay todavía nada decidido y que los representantes allí pueden negociar. España, aún presidente de turno de la UE, ha enviado a una alta funcionaria como cabeza de la delegación y al final irá un subdirector general.
Aunque la UE no está representada en la comisión, sus miembros han decidido actuar con una voz y la recomendación es de que se abstengan todos en caso de discrepancia. Esto es relevante porque la CBI tiene que aprobar sus votaciones con el 75% de los votos (algo que ayuda a explicar la parálisis). Los países europeos sí se han dado un decálogo de negociación que no impide que pueda aceptar el texto del presidente. Entre esos puntos está rechazar la pesca de nuevos tipos de ballenas, limitar las capturas en el norte y en el hemisferio sur pide un "calendario de reducción-eliminación de capturas manteniendo reconocimiento y control de santuarios reconocidos".
La UE reproduce la polarización mundial. Mientras países como Reino Unido o Francia se oponen radicalmente a la caza, Dinamarca ha pedido autorizar la captura de una nueva especie -la ballena jorobada- en Groenlandia. Por eso Dinamarca advirtió ayer de que no puede apoyar la postura europea y que se reserva el derecho a votar por su cuenta.
La indefinición se explica en buena parte por el temor a la opinión pública, que en los ochenta se movilizó por primera vez por un tema ambiental a favor de las ballenas. Celia Ojeda, responsable de la campaña de océanos de Greenpeace, critica la propuesta: "Es un engaño decir que la moratoria se mantiene y que a la vez se cerraría la caza científica. No tienes una moratoria si abres la caza comercial de Japón. Es una manera de dar pie a que en el futuro se cacen más ballenas de una manera legal". Ojeda critica que "Japón lleva dos décadas pescando en el santuario de la Antártida con fines científicos" y lamenta que Europa no presione contra la propuesta. WWF resaltó ayer que "tras la muerte de 725.000 rorcuales a manos de los buques balleneros, hoy el rorcual aliblanco está considerado como amenazado".
Pero hay científicos que optan por una visión más realista, como Àlex Aguilar, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en cetáceos: "Es mejor la pesca regulada que la situación actual, ya que en la práctica es imposible controlar a nadie. La población del rorcual aliblanco antártico, el que caza Japón, permite perfectamente una gestión con capturas y, si se pone en marcha, lo más probable es que las capturas bajen. La moratoria era transitoria y ya lleva demasiados años".
La negociación es subterránea. Y a menudo turbia, con denuncias de compraventa de votos de los Estados más pequeños y que se juegan poco o nada en la contienda. Según el diario británico The Sunday Times, los Gobiernos de Costa de Marfil, las islas Marshall, Granada o Saint Kitts and Nevis negociaron con Japón la venta de sus votos a cambio de ayuda y prebendas como dinero en efectivo para sus delegados en Agadir. La información fue desmentida por todos estos países, aunque el presidente de Palau sí admitió a una radio australiana que el viaje de sus dos delegados a Marruecos corre de parte de Tokio. Las denuncias se dan cada año. Y ahora más porque, por primera vez en años, hay algo en juego.
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