El ladrillo también, pero de otra forma
No hay que dejar el turismo o la construcción, sino aumentar su competitividad - La clave para el cambio es la educación
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero habló hace medio año de la necesidad de "una renovación profunda del patrón productivo" podía estar pensando perfectamente en Ángel Cano. "A los 18 años me puse a trabajar en un almacén. Con una titulación mínima ganaba 900 euros. Me parecía suficiente, pero el tiempo me ha demostrado que no es así", dice este tarraconense. Como él, una multitud de jóvenes abandonaron los estudios en busca de un dinero fácil con el que pagarse el coche. Un capital humano que España ha perdido y nunca recuperará. Ese día que compareció en el Congreso, el presidente del Gobierno también tendría en la cabeza las estadísticas que muestran cómo el país que gobierna desaprovechó la época de bonanza al mantener prácticamente intacta la productividad. Dos asuntos que no parecían importar demasiado cuando la economía y el empleo crecían más que en el resto de Europa, pero que ahora aparecen como vitales. Y que hacen pensar que España ha perdido unos años fundamentales para asegurarse un futuro próspero.
Con un esquema más avanzado, se habría creado la mitad de empleo
"La duda no era cambio de patrón o reforma laboral. Los dos son necesarios"
España se especializó en el ladrillo por la abundancia de mano de obra sin formar
"La rebaja lineal de sueldos desincentiva a los profesores más formados"
El problema es que el nuevo modelo ahora tan deseado no aseguraba el alud de trabajo que creó el boom. Según el estudio Cambio en el modelo productivo y reformas laborales, escrito por cuatro profesores de la Universidad de Valencia, si la productividad por ocupado hubiera crecido al mismo ritmo que en la UE-10, España habría generado 3,5 millones de empleos frente a los siete millones creados entre 1994 y 2007. Es decir, la bajísima competitividad en sectores como la construcción o los servicios sirvió como motor para llegar en 2007 a la tasa de paro más baja que se recuerda, del 8%.
"El momento idóneo para dar el salto era entonces. Algunos se plantean la disyuntiva entre cambiar el modelo productivo o el mercado de trabajo. Es un falso debate, porque ambos son imprescindibles y no se entiende el uno sin el otro", señala uno de los autores del estudio, Javier Andrés.
A falta de conocer los detalles de la reforma que el Gobierno aprobará este miércoles, algunos expertos desconfían de su contenido. "Si se aprueba lo que conocemos, va a ser bastante decepcionante y nuestros acreedores volverán a atacar. El problema es que aquí los indefinidos y los funcionarios (yo mismo) tenemos una protección como si estuviéramos en la antigua URSS, mientras que los eventuales habitan en el Hong Kong moderno. La nueva norma no parece que vaya a solucionar esta perniciosa dualidad que impide la especialización en productos de alto valor añadido. Las empresas punteras de Silicon Valley se basan en la prueba y error, algo incompatible con nuestros contratos muy rígidos. Y los muy precarios incentivan la baja formación, de ahí que nuestro modelo se base en sol y ladrillo", sostiene Juan José Dolado, de la Universidad Carlos III.
Además de la reforma laboral, este profesor de Economía añade la educativa como requisito sine qua non para saltar al nuevo patrón de crecimiento. "¿Por qué en los años noventa Finlandia se especializa en innovación y España en ladrillo? Porque aquí el factor productivo más abundante era la mano de obra poco cualificada, y allí habían emprendido una reforma educativa ejemplar", responde. "Ni trabajamos pocas horas ni por salarios muy altos, nuestra productividad es baja porque la escuela y la universidad no proporcionan la formación adecuada", añade Dolado para sintetizar los problemas de un sistema educativo que, pese a recibir una proporción cada vez mayor de dinero público (casi el 5% del PIB en 2009), no ha solucionado el alto fracaso escolar. El gasto en I+D español, pese a haberse disparado en los últimos años, todavía se quedó en 2008 en el 1,3% del PIB, por debajo de la media europea.
Pero el debate sobre el cambio de modelo que muchos economistas llevaban años reclamando y que el Gobierno puso sobre la mesa el año pasado no se agota en las reformas estructurales necesarias para impulsarlo. Desde algunos sectores se interpretó que el nuevo patrón de crecimiento suponía dar la espalda a los motores que hasta ahora habían tirado del carro -la construcción y los servicios- en favor de las nuevas tecnologías, las energías renovables, la biotecnología, etcétera. Y no es eso.
Se trata de aumentar la productividad y el valor añadido tanto en las actividades tradicionales como en las más avanzadas, como insistía esta semana el Servicio de Estudios de La Caixa. "No es tan importante especializarse en sectores punteros como contar con empresas competitivas en cada sector. Para ello es necesario un marco flexible, que favorezca la innovación y premie el talento", asegura el informe. "Discrepo del discurso del Gobierno que pide menos ladrillos y más ordenadores. Necesitamos más ladrillos con ordenadores. Hay que introducir talento en lo que sabemos hacer para hacerlo de manera distinta", insiste Jordi Sevilla, ex ministro socialista y ahora asesor de PwC. Aunque la construcción ha perdido un millón de empleos en los dos últimos años, todavía ocupa a 1,6 millones de personas. "Para mantener y crear empleo hace falta dualizar la producción: por ejemplo, aguantar en el tejido tradicional e incentivar los nuevos tejidos ignífugos y artificiales; en el mercado alimentario, apostar por la marca blanca y las delicatessen; en el turismo, por el tradicional y el temático. No te lo puedes jugar todo a un segmento nuevo, sino apoyar la transformación gradual del viejo", añade Guillem López-Casasnovas, catedrático de la Pompeu Fabra.
Es cierto que ningún sector sobra en el nuevo modelo. Pero también lo es que la hipertrofia inmobiliaria no fue perjudicial solo por inflar una burbuja que ha terminado por estallar salpicando a millones de personas. El problema es que absorbía buena parte de las inversiones y del ahorro nacional que, en otras circunstancias, se habría destinado a sectores con más valor añadido. En 2006 se iniciaron 760.000 viviendas y el año pasado menos de 160.000: un desplome del 80% en tres años. Para completar el cuadro de un sector con perspectivas devastadoras hay que añadir el problema de una masa de casas vacías sin vender que ronda el millón. Una de las salidas para que vuelva a crear empleo es la rehabilitación, el elemento estrella de la Ley de Economía Sostenible que el Gobierno aprobó en marzo. Pero su retraso en la tramitación parlamentaria corre el riesgo de dejar la norma que pretendía servir de palanca para el cambio al borde de la irrelevancia.
Además, algunas medidas recientes del Gobierno pueden convertirse en palos en las ruedas para el nuevo modelo. "No tiene sentido rebajar el sueldo de todos los funcionarios por igual. Al que no trabaje hay que echarlo y al que lo haga bien, pagarle más. Gravar aún más a los que ganan 100.000 euros es otro despropósito. ¿A quién perjudica? A los profesionales liberales, que no son ricos de verdad, pero sí tienen una renta media-alta que procede de su trabajo y formación. Una pésima señal para los profesionales con ofertas en el extranjero", protesta el catedrático de la Pompeu Fabra José García Montalvo. ¿Se le ocurre alguna idea para impulsar el cambio de modelo a corto plazo? "Algo que está en la mano del Gobierno: reformar la función pública. Establecer incentivos en función de la productividad; y eliminar organismos inútiles, como las diputaciones", responde.
Un modelo basado durante años en echar más horas y emplear a más gente cuando había que aumentar la producción no se cambia en un chasquido de dedos con la acción de un Gobierno. Como mucho, los políticos pueden retirar incentivos insanos. Es el caso de la deducción por compra de vivienda, que ha acabado por beneficiar sobre todo a los promotores inmobiliarios. El Ejecutivo planea eliminar este incentivo al ladrillo el próximo año. La pregunta es si esta decisión no llega demasiado tarde.
Las 'fuerzas del mal' lo impidieron en 2004
"El objetivo es sentar las bases de un crecimiento equilibrado y sostenible [...] que se traduzca en aumentos de la productividad y del ahorro [...] de una economía altamente endeudada y enladrillada". Parece el discurso actual de cualquier responsable del Ministerio de Economía, pero se trata del programa con el que el PSOE ganó las elecciones de 2004. ¿Por qué no se aprovechó la victoria electoral de ese año para pinchar una burbuja que acabó por estallar violentamente en 2007?
"Ya sabíamos que el modelo productivo no era sostenible, pero creo que todavía no hemos desarrollado la capacidad técnica para desinflar poco a poco las burbujas. Siempre acaban por estallar", responde Jordi Sevilla, ministro en los primeros gabinetes de Zapatero.
"Nunca vi más fácil quitar la deducción fiscal por compra de vivienda que entre 1997 y 2004, cuando mucha gente compraba pisos sin fijarse en los precios, sino en las expectativas de revalorización. Miguel Sebastián y yo queríamos eliminar este ayuda que beneficiaba a los promotores", responde David Taguas, director de la Oficina Económica de La Moncloa entre 2006 y 2008 y actual presidente de Seopan.
La entonces ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, destaca la aprobación de un plan de choque para impulsar el alquiler y recuerda que trató de recuperar la deducción fiscal por alquiler que el PP había eliminado en 1998. "No se quiso poner el cascabel al gato. El Ministerio de Economía impidió que se aprobara esta medida por los cuantiosos ingresos que llegaban a las arcas públicas de la construcción", añade Trujillo, que aprobó una Ley del Suelo que trataba de luchar contra la especulación.
Pero si se quería enfriar el sector, eliminar las ayudas no era la única vía. El profesor de la Universidad de Valencia Javier Andrés opina que se debería haber sido más cuidadoso con la política fiscal, y considerar los ingresos del ladrillo como algo excepcional, y engordar el superávit para momentos de dificultad. "Es lo que hizo Chile con la exportación de cobre", añade.
Una de las medidas más criticadas por su impacto en el actual déficit es la devolución de los 400 euros a los asalariados. Taguas recuerda su gestación. "La tasa de ahorro de las administraciones públicas era la mayor de la historia mientras que el ahorro de las familias estaba en mínimos. Sabíamos que muchas familias estaban pasando dificultades para pagar las hipotecas por los altos tipos de interés y dado que habían pagado demasiado impuestos decidimos devolverles algo de dinero". El entonces asesor económico de Zapatero trató de reformar el IRPF -"En 2004 cumplió 25 años; era el momento de reformarlo para los próximos 25"- y de eliminar algunas subvenciones ineficientes. ¿Y por qué no se adoptaron estas medidas? "Las fuerzas del mal lo impidieron", responde con ironía.
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