Hora de regular la vida sintética
Obama encarga un informe sobre el descubrimiento de Craig Venter - El Vaticano teme un "salto a lo desconocido" - Los expertos, divididos sobre su relevancia
La creación de la primera célula sintética, anunciada anteayer por el científico y empresario Craig Venter (uno de los padres del genoma humano), ha causado una perplejidad extendida. Los bioéticos saludan en general las posibilidades que abre la técnica, si bien discuten que suponga la creación de vida artificial. El Vaticano se ha puesto "en guardia contra un salto a lo desconocido". Muchas voces mencionaron los riesgos bioterroristas y de seguridad pública. El presidente Obama encargó un informe a sus propios asesores. Y casi todos los sectores -empezando por el propio Venter- piden regulaciones legales de una técnica poderosa e impredecible.
El equipo de Venter anunció en la revista Science la creación de la primera "célula sintética". Su genoma está copiado de un genoma natural, el de la bacteria Mycoplasma mycoides, pero ha sido sintetizado por métodos químicos de la primera a la última letra.
Caplan: "Se acaba con el argumento de que la vida requiere un poder especial"
La célula sintética es idéntica a su modelo natural, y por tanto no es útil en sí misma, sino como prueba de principio: la técnica funciona, sirve para generar células vivas a partir de una mera secuencia genética guardada en un ordenador, y a partir de ahora podrá usarse para crear otros organismos con genomas más inventivos.
Los principales objetivos de Venter son energéticos, como diseñar bacterias que produzcan combustible a partir de la energía solar y el CO2 atmosférico. Pero su trabajo agita el fondo de mares filosóficos muy hondos. ¿Es un texto -una secuencia genética- lo que define la frontera entre la materia viva y la inerte? Mucha gente, empezando por Aristóteles, cree que esa frontera es el élan vital, un impulso interior e inmaterial que anima a todo organismo. Pero, si el élan vital puede sintetizarse en un tubo de ensayo, ¿no habría que cambiarle el nombre, al menos? Y si es un texto, no es muy largo: el genoma de la célula sintética mide un millón de bases, o letras, de ADN. La Biblia tiene tres millones de letras.
"El hombre procede de Dios, pero no es Dios", dijo ayer Domenico Mogavero, jurista de la Conferencia Episcopal italiana, en el diario La Stampa. También dijo: "Es la naturaleza humana la que da dignidad al genoma humano, y no al contrario". Su colega el arzobispo Bruno Forte declaraba al mismo tiempo su "admiración" por una manifestación tan elevada de la inteligencia humana. La reacción de la Iglesia ha sido tibia.
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, encargó a la comisión presidencial para asuntos de bioética que analice las implicaciones de esta tecnología: tanto sus riesgos como sus beneficios potenciales sobre la medicina, el medio ambiente y la seguridad. La comisión deberá publicar en seis meses sus recomendaciones al Gobierno federal, en lo que puede conducir a la primera regulación legal de la creación de células sintéticas.
Arthur Caplan, de la Universidad de Pensilvania, que no sólo es uno de los bioéticos más respetados del mundo, sino también uno de los que mejor conoce estas investigaciones, opina que "el logro de Venter parece acabar con el argumento de que la vida requiere de una fuerza o poder especial".
No dudó en clasificar el hallazgo como uno de los más importantes de la historia de la humanidad, y dijo que "echa por tierra una creencia fundamental acerca de la naturaleza de la vida". Lo equiparó, en ese sentido, a los descubrimientos de Galileo, Copérnico, Darwin o Einstein.
Caplan es uno de los bioéticos que llevan más de 10 años examinando las implicaciones de esta tecnología, junto a Mildred Cho, del centro de ética biomédica de la Universidad de Stanford, o a Daniel McGee, un teólogo del departamento de religión de la Universidad de Baylor, ambas en Estados Unidos.
Pero algunos colegas de Caplan, y también algunos científicos, consideraron exagerado el anuncio de Venter. Sus críticas se pueden resumir con una frase del biólogo molecular y premio Nobel David Baltimore: "Venter no ha creado vida, sólo la ha imitado". El ingeniero biomédico James Collins, de la Universidad de Boston, coincidía con él en la revista Nature: "Los científicos no saben lo suficiente acerca de la biología como para crear vida". Collins admite que el trabajo es un importante avance en la ingeniería de organismos, "pero no significa que fabriquemos nueva vida desde cero".
El genoma sintético no es exactamente igual al de la bacteria natural. Los investigadores, por ejemplo, han eliminado 14 genes implicados en la patogenicidad del Mycoplasma mycoides, que es un agente infeccioso del ganado. Es una precaución por si el organismo sintético se escapa. También lleva unas marcas de agua que permiten distinguirlo de la versión natural.
Pero nada de esto impide que la célula artificial sea indistinguible de un Mycoplasma mycoides por cualquier criterio (no genético), y, por tanto, las críticas de Baltimore y Collins son justas: Venter no ha creado "nueva vida desde cero". Para eso tendríamos que saber escribir genomas, en lugar de copiar los que ya existen. Este, en el fondo, se puede considerar el objetivo final de la genómica.
Y entrando ya de lleno en la sección de ciencia ficción, el trabajo de Venter sí permitiría transmitir especies entre planetas. La información genómica (aggactt...) se podría transmitir en forma de pulsos electromagnéticos, y usarse en el planeta receptor para fabricar el organismo vivo a la Venter. Sólo hay dos problemas: que no conocemos a nadie en otro planeta, y que el precio del experimento -40 millones de dólares, unos 32 millones de euros- resulta poco competitivo a escala galáctica.
Volviendo a la Tierra, la empresa de Venter, Synthetic Genomics, ha firmado un contrato con la petrolera Exxon para diseñar un alga (unicelular) que produzca combustible. Si el proyecto llega a término, Exxon habrá invertido 600 millones de dólares en él. Por el momento, ése es el precio del petróleo biológico.
Cuatro enigmas con respuesta
- ¿Es cruzar el Rubicón? Es cruzar un rubicón. Ensamblar un genoma de un millón de bases (las letras del ADN) es un hito tecnológico que parecía imposible hace solo unos años. Esta célula no es valiosa en sí, pero supone la prueba de principio de que se pueden crear células con genomas enteramente artificiales.
- ¿Puede usarse con fines bioterroristas? Sí, pero habría que darles un premio Nobel a los terroristas. Diseñar un agente infeccioso horripilante se dice pronto, pero también en este terreno es muy difícil superar a la madre naturaleza, que ya nos ha regalado la peste, la viruela, el Ébola. Una preocupación más cercana es que se usen las secuencias de los patógenos ya existentes para fabricar uno. Se están estudiando medidas para impedirlo.
- ¿Es crear vida? No desde cero. El genoma artificial es casi una copia exacta del de una bacteria natural. Es cierto que ha sido sintetizado "desde cero" en un sentido químico, pero no en un sentido matemático, porque parte desde una secuencia de ADN almacenada en un ordenador. Crear vida desde cero implica saber escribir genomas. Por el momento, solo la evolución sabe hacer eso.
- ¿Llegaremos a crearla? Sí. No hay ninguna objeción de principio, y por tanto se puede considerar un problema meramente técnico. Un gran problema meramente técnico. Pero habrá avances rápidos con métodos como la evolución artificial. Aun sin saber escribir genomas, esos métodos ya permiten superar a la naturaleza en cualquier gen concreto. Sus resultados son creaciones mitad humanas, mitad del azar. Y el azar no cobra royalties.
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