Los libros, ¿como las canciones?
Todo parece indicar que en los próximos años aumentará la lectura de libros digitales, ya sea en la pantalla del ordenador, en dispositivos dedicados (e-books), en móviles avanzados, en el iPad o en cualquier nuevo cacharro que se invente. Lo que se preguntan muchos es si pasará con los libros lo mismo que parece haber ocurrido con la música: las ventas de CD han bajado notablemente, y esto se atribuye a las descargas no autorizadas.
Los libros se imprimen ilegalmente desde hace años en países de Latinoamérica, y también hace mucho que se fotocopian sin permiso. Ahora, además circulan copias digitales no autorizadas, incluso de libros que no tienen versión en e-book: hace meses que circula por la Red la traducción española de una famosa ficción policial sueca. (Como se verá, estoy evitando utilizar la palabra piratería. A mí me parece que no hay nada en común entre los indonesios que asaltan yates y quienes se descargan una copia no autorizada).
¿Pasará, pues, con los libros como con la música, que uno puede encontrar en la Red copias gratuitas de casi cualquier canción u obra grabada? ¿O como con los videojuegos, también disponibles de esa forma? Pero, por suerte o por desgracia, la lectura carece del glamour para el público amplio. Prácticamente todos escuchan música, aunque sólo el 41% de los españoles son más que lectores ocasionales. Además, la oferta de libros es mucho más dispersa. Según datos franceses, mientras que en los juegos la mayoría de la ventas se concentran en cinco decenas de títulos, y en los CD en cinco centenares, en el libro hacen falta 3.000 títulos para llegar al 50% de las ventas.
Los best sellers probablemente serán pasto de la copia no autorizada, aunque no ocurrirá lo mismo con la mayoría de los libros: el año pasado en Francia menos del 1% de las obras disponibles en papel eran objeto de descargas ilegales. Pero en todos los lugares en los que se ha estudiado seriamente el fenómeno se ha encontrado que afecta a los libros técnicos y los utilizados en la enseñanza.
¿Se puede hacer algo para evitar esta situación? No es nada fácil, pero si miramos de nuevo a lo ocurrido con la música, parece que, cuando existe la posibilidad de descargas legales baratas, la gente la usa: Apple vende en Estados Unidos una de cada cuatro canciones que se venden por cualquier medio (digital o no). O caben nuevas propuestas: Spotify ofrece música digital gratis con anuncios, como la radio; o podría existir la suscripción a sitios que permitan leer una diversidad de títulos, o... Pero, claro, los libros tienen una diversidad muy grande, y la solución que se podría aplicar a Millenium no servirá probablemente para un Manual de nefrología.
Habrá cambios, con toda seguridad, y existe incluso la posibilidad de que se tambaleen sectores enteros de una industria, tal y como la conocemos. Sin embargo, no se puede pretender que haya técnicas de desmaterialización de contenidos al alcance de todos, conectividad general y sistemas que permite el transporte de obras hasta nuestros mismos bolsillos, y esperar que todo siga como antes.
¡¡Pero nosotros no somos responsables de lo que está pasando!!, dirán con toda razón quienes hasta ahora vivían de la venta de soportes materiales: ¡¡son los vendedores de aparatos electrónicos y las compañías telefónicas quienes están haciendo negocio a nuestra costa!!
Todo eso es cierto, pero súbitamente así están las cosas. Y los ciudadanos parecen encantados con este mundo de consumo en el que los productos deseados aparecen inmediatamente en sus móviles y ordenadores. Incluso pagando.
José Antonio Millán es editor digital.
Babelia
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