XIII Premio Alfaguara
"El desierto soy yo". Así de contundente es Hernán Rivera Letelier, que ayer ganó el Premio Alfaguara con El arte de la resurrección. La voz del escritor chileno llegaba por teléfono al salón de actos del Grupo Santillana desde Antofagasta, pero la reverberación parecía traerla de ultratumba. No cabía mejor puesta en escena para un autor nacido en 1950 en Talca, al sur de Chile.
La penuria acompañó la vida de Alberto Sánchez. El padre, junto a Benjamín Palencia, de la escuela de Vallecas murió en 1962 en Moscú. En un exilio que no sólo le alejó del paisaje castellano sino también de su pulsión creativa, tan enraizada en aquella dura tierra. En una caja, escondido durante años en diferentes pisos moscovitas, quedaba en el olvido el sueño del viejo escultor toledano.
Mirar cara a cara a un rey muerto hace la friolera de 825 años no es una experiencia usual. Hace tragar saliva. Buscas en las devastadas facciones señas de majestad y pompa y crees avizorar en el vertiginoso fondo de las órbitas vacías un abismo de historia. El cuerpo embalsamado de Pere el Gran (1240-1285) reposa en decúbito supino sobre una camilla en una cámara en Sant Cugat del Vallès.
El 90º cumpleaños de Picasso (1881-1973) fue el pretexto perfecto. Sesenta de los mejores artistas del mundo regalaron al pintor malagueño una obra inspirada en su universo. Y el británico Richard Hamilton (Londres, 1922), leyenda y precursor del pop art, lo vio claro: se decantaría por Las meninas que Picasso recreó a partir de Velázquez.