Parado en una pata
Hernán Rivera ha demostrado tener un coraje enorme para sacar adelante un proyecto narrativo personalísimo y único dentro de las letras suramericanas. Nunca ha renunciado a darle vida al lugar del que viene, al enorme desierto de Atacama, con sus salitreras donde aprendió a cultivar el carácter de minero que tanto le ha servido a la hora de sentarse a escribir; un pundonor y una decencia ejemplares para hacer frente a las críticas despiadadas, a las envidias y a los comentarios venenosos, de esos por los que dan ganas de tomar un bate de béisbol.
Nunca voy a olvidar cuando, a propósito del éxito de su primera novela,
Me alegra este premio que ha recibido su nueva novela porque lo conozco hace 15 años y somos amigos; lo he visto trabajar, corregir, botar capítulos completos; lo he visto dudar, enojarse con el computador (y pensar seriamente en mandar todo al carajo para volver a su Epson 286 con disco
Pese al éxito, Hernán siempre ha llevado a cuestas sus convicciones como escritor, pero también las muchas cosas que se ha propuesto mejorar; sus empeños, sus apuestas y aquellas tareas pendientes que bien conoce.
Hoy ya no vivo en Antofagasta, la ciudad que compartimos por tantos años, luego de que él se mudara desde el desierto hacia la costa, pero sé que esta tarde, pese a todo el revuelo que este premio origina, a las decenas de llamadas de todos lados, se hará un minuto, a eso de las siete, para tomar pacientemente y en silencio su sagrada taza de té con pan marraqueta como si nada de esto estuviera pasando; y si es muy urgente, entonces que se esperen o llamen después, los carajos, porque ahora está ocupado.
Patricio Jara es periodista y escritor chileno.
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