Interpretaciones diversas
Los representantes de las tres religiones aludidas en la obra de Eugenio Merino dan a la escultura lecturas diferentes, y dilucidar la intención del artista acaba siendo un juego de adivinación. Pero todos coinciden en una cosa: la religión no tiene relación con la violencia, en contra de lo para muchos se sugiere en Starway to heaven.
El presidente de Acción Católica General, Higinio Junquera, ve algunas luces en la obra de Merino. "Que el rabino, el sacerdote y el imán se intercambien los libros puede ser hasta positivo. Entendemos que las tres religiones pueden ser una manera de llegar a Dios. Lo vemos como un intercambio de culturas. No sé si el autor busca representar, a través de la verticalidad, que las religiones se aplastan unas a otras, nosotros no lo percibimos así". Lo que sí encuentra ofensivo es la asociación de una metralleta a un candelabro judío y la sustitución de la cruz católica por la de farmacia. "Es como decir que todos los islamistas son terroristas. Asociar una religión a la violencia no es un buen camino para la humanidad, se sea o no creyente".
El secretario en Madrid de la Asociación Católica de Propagandistas, Raúl Mayoral, es más tajante: "Como creyente, entiendo que con el arte se puede hacer crítica política y social, pero hay líneas que no se pueden traspasar. Esta escultura es humillante para los creyentes de las tres religiones. Ninguna de ellas lleva en su esencia la violencia y aquí el artista subraya que la violencia está en las tres". Mayoral resta importancia a la cuestión, tras la que ve el afán de autopromoción de Merino: "No hay que sacar el tema de quicio. El autor está buscando el escándalo para llamar la atención sobre su obra".
La Federación de Comunidades Judías de España es la más airada entre los representantes de las religiones implicadas y responde a lo que considera una provocación: "Identificar el judaísmo con la violencia, como se hace mediante la asociación de una menorá con un arma, es inaceptable, hiere la sensibilidad de un grupo religioso y socava los cimientos de la convivencia democrática".
La Junta Islámica, sin embargo, no se da por aludida: "Esa escultura no habla de religión, habla de las estructuras de poder y, por lo tanto, no la valoramos desde un punto de vista religioso. Creemos que, a escala mundial, el artista ve que el poder está estructurado así, pero no hay una lectura religiosa de la obra", explica su portavoz, Isabel Romero. Rehúsa analizar la distribución de poder que les sugiere la obra, aunque asegura no encontrar ofensa en la posición del musulmán, bajo el sacerdote católico y el rabino, y coincide con los demás en que "las tres religiones proclaman la paz". "El autor sólo busca crear polémica, y lo está consiguiendo, cuando lo que hay que hacer es un esfuerzo para que no haya islamofobia ni discriminación", concluye.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.