"Es increíble lo mal que Francia conoce la cultura española"
Cocinero antes que fraile -cineasta, escritor, productor y presentador televisivo y gerente de salas de cine antes que ministro de Cultura y Comunicación-, Frédéric Mitterrand (París, 1947) fue elegido hace ocho meses por el presidente Sarkozy como vigía y gran cancerbero de los bienes del espíritu. Vasta misión en un país cuyos políticos, desde André Malraux a Jack Lang, entendieron hace infinito tiempo lo bien que vende la palabra cultura... Mitterrand, sobrino de todos sabemos quién, inició su andadura ministerial con dos sonoros escándalos. Primero, la ultraderecha y también algunos socialistas le acusaron de pedófilo tras las revelaciones hechas en su libro La mauvaise vie (La mala vida), donde daba cuenta de su homosexualidad y evocaba sus experiencias con el sexo de pago. Después, Mitterrand provocó agrias reacciones en Francia al defender a capa y espada a Roman Polanski tras su ingreso en una prisión suiza. Ayer visitó en Madrid a su homóloga española, Ángeles González-Sinde, y charló con EL PAÍS en los salones de la residencia del embajador francés.
"Creo que se pueden comer hamburguesas y a la vez leer a Proust"
Mitterrand cree que es "indispensable" la unión europea frente a la piratería
"Google acabará teniendo problemas incluso en Estados Unidos"
Pregunta. Un intelectual como usted, ¿no siente ya cierta nostalgia de su vida anterior, ahora que es ministro? ¿No añora ir al cine en su moto, como antes?
Respuesta. Eso de la moto se acabó. Me rompí la cara. No, no siento ninguna nostalgia, porque esto que hago ahora es sólo temporal y porque me da muchas satisfacciones. Y no soy un intelectual, soy un artista.
P. Vamos a las cuestiones de actualidad. Como ministro de un país que lleva años combatiendo la piratería cultural, ¿qué puede aconsejar a sus homólogos españoles? España es uno de los primeros países de la lista negra...
R. Sé que la cosa en España es bastante seria, aunque no conozco las cifras del daño económico provocado aquí por la piratería. En Francia, prácticamente la mitad de la industria del disco ha sido destruida. Es muy sencillo: usted va hoy a la tienda Virgin Megastore de París a comprar discos... y ya no queda casi nada. Increíble. Y hace 15 días estuve en el Midem, el mercado de la música de Cannes, y la gente de la industria tenía la cara de un boxeador tras el combate. Pero ya hemos tomado medidas...
P. ¿Por ejemplo?
R. Hemos puesto en marcha un organismo llamado Hadopi que se encargará de reprimir el fraude cuando lo haya. Este organismo es el resultado de una ley que suscitó mucha controversia. Pero ahora, la oposición socialista, que había combatido la ley apoyándose en el argumento de cultura gratuita igual a libertad, se muestra ya mucho menos reticente. Por otra parte, estamos tomando medidas para ensanchar la oferta de descargas legales: en verano entrará en funcionamiento una tarjeta joven que permitirá descargarse música por muy poco dinero. Espero que todo esto, más la pedagogía que hacemos, surta efecto. Pero claro, siempre habrá delincuentes, como siempre habrá gente que vaya en coche a 180 por hora...
P. ¿Pretende usted que Francia sea el gendarme europeo de la represión antipiratería?
R. No quiero nada de eso. No se trata de arrogancia francesa. Nos reprochan dos cosas a los franceses: ser arrogantes y ser avaros, pero yo no soy ni una cosa ni la otra. Lo que pretendo es que tengamos una concepción europea de las cosas. En Francia, en este tema, hemos reaccionado con bastante rapidez y ahora todos siguen nuestro ritmo. Y ahí damos mucha importancia a la colaboración con España.
P. ¿Por qué España?
R. Porque creo que sobre muchas cuestiones culturales compartimos la misma visión de las cosas. En cualquier caso, repito, dentro de esa revolución digital, cuanto más europeas sean las respuestas, mejor. Y esto no tiene nada que ver con ir contra Estados Unidos. Yo no soy un antiamericano, ¿sabe? Creo que es compatible comer hamburguesas y leer a Proust.
P. ¿Con qué otros países tienen ustedes una afinidad especial en estos temas?
R. Con Alemania. Pero porque entre Francia y Alemania las cosas marchan bien desde hace ya 50 años. Si entre Francia, España y Alemania conseguimos arrastrar a otros países, avanzaremos muchísimo. Las decisiones no pueden seguir adoptándose en medio del desorden, cada uno en su rincón sin contar con los demás. Por ejemplo, hace cuatro años la Biblioteca de Lyon encargó a Google la digitalización completa de sus fondos. Fue una decisión brutal, y yo no quiero que se repita algo así.
P. ¿Y cuáles son los límites de esos procesos de digitalización, los límites frente a Google?
R. No todas las digitalizaciones son iguales, no todas las instituciones son las mismas. Pero hay cosas intolerables. No se puede aceptar que los contratos de digitalización sean confidenciales, ni exclusivos, ni que duren más tiempo del debido. Google acabará teniendo problemas incluso en Estados Unidos, problemas con la ley antimonopolio.
P. Los editores franceses han boicoteado a Amazon por sus supuestas tarifas abusivas. ¿El Estado francés les apoya?
R. Les apoya al máximo. La decisión que tomó hace 25 años Jack Lang de fijar el precio único del libro salvó a la industria editorial. No nos vamos a cargar ahora todo eso con el pretexto de que es la era de la digitalización.
P. Es usted un admirador del cine americano, de joven se educó con él y...
R. ...bueno, y un poco con el español, también.
P. Ah, Buñuel, claro...
R. No, no, de jovencito yo ya tenía gustos muy camp. Yo adoraba las películas de Sara Montiel. Era almodovariano antes de tiempo. Me encantaba El último cuplé. Pero, ¿sabe? Francia conoce muy mal la cultura española. Eso es increíble. Conocen a Almodóvar, a Dalí, a Picasso... ni siquiera a Cervantes. Y es increíble la poca cantidad de películas españolas que llegan a los cines franceses. Pero bueno, en Francia, uno puede acabar el bachiller sin haber leído una obra de Shakespeare.
P. Volviendo al cine: la forma en que el Estado francés ha protegido siempre su cine ha sido tomada como modelo en España, bueno, por la izquierda española, más bien. ¿En qué consiste el milagro de contar con cerca de un 40% de cuota de mercado?
R. No hay un milagro sino una institución que funciona muy bien que es el Centro Nacional de Cinematografía, que promueve un diálogo permanente entre todos los profesionales del cine: guionistas, productores, directores, técnicos, distribuidores, exhibidores... Ese organismo toma sus recursos de la propia industria, recursos que el Estado no se atreve ni a tocar.
P. Da la sensación de que, en Francia, la cultura es algo sagrado, que escapa a eventuales cambios de signo político... que hay un consenso sobre eso.
R. Se toca muy poco la cultura, en efecto. Un gobierno conservador, como el de ahora, ofrece a la cultura los mismos medios que uno de izquierdas.
P. ¿Qué es ser francés? ¿Hacía falta un debate sobre la identidad francesa como el promovido por el presidente Sarkozy?
R. El debate tenía su justificación en este contexto de globalización y en esta Europa donde asistimos por todas partes a reivindicaciones de identidad nacional. Ustedes en España saben mucho de esto: Cataluña, País Vasco... El debate era legítimo. El problema es que ha sido parasitado por aquél que más fuerte grita... que suele ser la ultraderecha. Así que el debate francés ha tenido dificultades, y ahora seguirá adelante, pero de una forma muy light. ¿Qué es ser francés? Sencillamente, el deseo de estar juntos y de hacer cosas juntos. Una idea bastante vaga...
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